Lucifer

IV

Century Media (2021)

Por: Alfredo Villaescusa

9

Apelar a la vieja escuela es en el fondo una cuestión de actitud. Y quizás también de clase y de buen gusto. Igual que preferir el formato físico frente a la frialdad de las plataformas de streaming. O escribir a mano siempre que se pueda en vez de tirar de ordenador. Que no se olviden todos esos rasgos que nos hacen humanos y nos distinguen de las máquinas. Ninguna inteligencia artificial ha llegado todavía al punto de conseguir traducir de una manera eficiente que no provoque risas por doquier. Porque para interpretar las palabras a menudo se requiere una considerable dosis de emoción y eso no se fabrica ni en la red ni en ningún otro sitio.

Si uno escucha la música de los suecos Lucifer, queda claro que sus disparos se dirigen sobre todo al alma y al corazón. Ya de entrada, la voluntad de llamar a sus álbumes utilizando números romanos evoca grandes nombres del calibre de Led Zeppelin o cualquier otro combo clásico a más no poder. Que se note que lo verdaderamente importante no es salir guapos en las fotos ni hacerse los modernos, sino las canciones en sí mismas. Notas atemporales en las que conviene fijarse, ese mismo ritual que debería realizarse cada vez que uno pone un vinilo.

Imbuida de tal espíritu añejo parece “Archangel of Death”, cuyo comienzo da buena cuenta de su fidelidad al sonido de los setenta con los espectaculares tonos de Johanna emulando a Grace Slick y otras divas pretéritas. “Wild Hearses”, con un riff muy Black Sabbath, recupera esa faceta doom de la banda y nos lega un notable acompañamiento para nuestros paseos por el cementerio.

“Crucifix (I Burn for You)” sube hasta la estratosfera y se torna uno de los momentos más inspirados del disco, ahí se nota en especial la mano en la composición del maestro Nicke Andersson. Y “Bring Me His Head” es otra maravilla en la que incluso se podría evocar a The Hellacopters antes de que la voz femenina nos envuelva en un ambiente similar al ‘Dreamboat Annie’ de Heart. Una auténtica delicatesen.

El título “Mausoleum” parece recuperar de nuevo la vertiente esotérica, pero no va tan lejos y destila cierto aire exótico, engrandecido por la colosal interpretación de la vocalista. Y no nos olvidemos de esas soberbias guitarras que se te clavan en las entrañas. “Funeral Pyre” nos conduce a una suerte de limbo instrumental durante casi dos minutos, la puerta de entrada para los riffs pesados de “Cold as a Tombstone”, con un estribillo sensacional y una labor a las seis cuerdas reseñable una vez más.

“Louise” suena muy para fumar hierba y ponerse una cinta en el pelo, aunque en determinados momentos la melodía no se sitúe demasiado alejada del “Lee Anne” de Imperial State Electric. El inicio a piano escalofriante de “Nightmare” se desprende rápido de las tinieblas gracias a esa calidez que siempre aporta una cantante que no deja indiferente y que oficia al máximo nivel en esta ocasión.

El poso misterioso sigue presente en “Orion”, otra pieza lisérgica para repantigarse en un sofá y darle a sustancias enajenantes, mientras que “Phobos” recupera la pura electricidad a la antigua usanza con los aires épicos de los Rainbow de la época Dio. Todo un manifiesto de intenciones con punteos de los sangrantes. Majestuosa despedida.

Debería ponerse de relieve a los grupos que viven en una especie de burbuja aislada del mundo exterior y no se rigen por criterios convencionales como el hecho de que algo esté de moda o esa enfermiza obsesión por sonar actual, no sea que te llamen antiguo, lo peor del mundo para muchos, vaya. A otros eso se la suda por completo, pues hay géneros que se mueven por coordenadas bastante distintas a las de una lechuga. Caldo de reserva para la bodega más exclusiva.

Alfredo Villaescusa
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