En Vela

Viajero

El Dromedario Records (2017)

Por: Alfredo Villaescusa

7

A veces conviene apreciar la belleza de las pequeñas cosas. Esas que damos por sentadas, pero que pueden desaparecer en cualquier momento, basta un traspiés o un simple capricho del destino para que se desplome el castillo de naipes en el que vivimos. Y una vez que nos encontremos en otra dimensión espacio temporal lo único que nos llevaremos consigo serán esas emociones que se quedarán incrustadas en el alma a modo de piedras preciosas.

Ese espíritu es el que impregna la obra de estos colombianos formados allá por 2009 y cuyas referencias parecen situarse allende los mares, en concreto, en nuestro país, con nombres fundamentales como Marea, con los que compartieron escenario durante la gira de ‘En mi hambre mando yo’, o La Fuga, de los que toman sin disimulo el título de una de sus canciones más populares. Las cartas sobre la mesa.

Con semejantes antecedentes, deberían estar más que claras las coordenadas por las que van a moverse estos chavales de Bogotá, que se palpan de inmediato en la inicial homónima “En vela”, clavada al milímetro a esos característicos himnos de rock urbano de los de Reinosa, aunque más de la época en la que Rulo todavía andaba en sus filas. Ahí funciona el clásico “efecto La Fuga” a pleno rendimiento, con el tono lastimero de perro apaleado, los riffs contundentes, el solo de tirar la casa por la ventana y esas preceptivas letras que bordean la poesía callejera, muy conseguidas en esta composición en particular.

Una línea similar sigue “Contra mí” antes de aproximarse a la herencia de Caifanes en “A orillas del caos” o sorprender con un blues de galones en “Rectificar”, quizás el último género que uno esperaría encontrar en un trabajo de este palo, pero salen bastante victoriosos del lance gracias a la cálida voz de Sergio Velandia y ese logrado ambiente de tugurio humeante. El comienzo de “Viajero” podría ser de Fito o Extremoduro, aunque una vez que se meten en harina aquello ya vuelve a sonar por completo a los cántabros a los que deben casi hasta la vida en términos musicales.

No inventan la rueda, eso queda patente con estos ocho sinceros cortes de rock urbano, pero es probable que ellos mismos tampoco pretendan cambiar el rumbo de la humanidad, sino limitarse a la noble tarea de transmitir sensaciones y punto. Evocar ojos misteriosos que “amansan demonios”, garitos de madrugada, corazones rotos y todas esas cosas que nos demuestran que realmente estamos vivos. A tres metros por encima del suelo.

Alfredo Villaescusa
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