Crónicas

Svetlanas: Vodka N' Roll

«Un bolazo de órdago coronado por una sesión posterior de punk añejo»

26 enero 2018

Nave 9, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Vamos a hacer una confesión que quizás chirrie en estos tiempos tan políticamente correctos. No se trata de cadáveres escondidos en el armario ni tampoco de afiliarse a Ciudadanos o haber encontrado a Dios tras una larga temporada vagando sin rumbo. Es algo mucho peor. Lo admitimos. Nos encantan las chicas dulces. Como el algodón de azúcar. Con lazos en el pelo y esa forma de hablar tan afectada que parece que se recrean en cada sílaba, dicen cosas como “lindo” sin sonrojarse y su tono de voz te persigue durante horas igual que una canción cuyo estribillo no te puedes sacar de la cabeza.

Con estos datos, uno ya debería configurarse cierto esquema mental, lo mismo alguna lee estas líneas y se siente identificada, aunque ya en breve serán una especie protegida por miedo a que las tachen de sumisas o poco comprometidas con su género. Pues bien, Olga, la voceras de origen ruso de la banda Svetlanas, es quizás todo lo contrario a lo descrito anteriormente. La antítesis total. Era lógico que le saliera cierto carácter tras tener que exiliarse a Milán por recibir amenazas en su país natal. Un hecho que no cayó en saco roto en el rockerío internacional con apoyos de iconos punk tan relevantes como Jello Biafra (Dead Kennedys) o el legendario mánager de Sex Pistols Malcom Mc Laren, aparte del coloso Gene Simmons de Kiss.

Esta moscovita se rodeó también de veteranos del estilo de Nick Oliveri (Kyuss), que en teoría forma parte del grupo, aunque no le vimos en su fecha bilbaína. Y aunque parezca también una contradicción, dadas sus públicas desavenencias con Oliveri, su último álbum ‘This is Moscow, not LA’ fue grabado y producido en los estudios Pink Duck de Josh Homme en California. Dos enemigos acérrimos unidos sin darse cuenta por el amor a la música.

Un respetable con bastantes féminas y jarcoretas dieron la bienvenida a Svetlanas, que ya desde el comienzo exhibieron su característico sonido apabullante a medio camino entre el metal, el punk y el hardcore más combativo. El peso de la actuación lo lleva la enérgica Olga, una vocalista descomunal a la que hay que tener cerca para que te tiemblen hasta las canillas y uno jamás vuelva a atreverse a pensar en las mujeres con ese ridículo apelativo de “sexo débil”. Los cojones. Eso diría cualquiera al contemplar el arsenal infinito de muecas siniestras de esta espectacular frontwoman. El colega Oskar, gran conocedor de los entresijos del género femenino, dijo que ese tipo de chicas son “las más románticas”. Ejem, no la imaginamos paseando en barca por el Retiro.

Con semejante derroche de ímpetu y auténticos disparos a bocajarro del calibre de “Lose Control”, no tardaron en brotar pogos paritarios que elevaron la temperatura de la abarrotada cafetería del Museo Marítimo. Después del bolo, un tipo nos preguntaba con aire incrédulo si era verdad que allí se hacían conciertos. Aquello se tornó una explicación más que gráfica de los fiestones que se pueden llegar a montar en un antaño desangelado local.

Ya nos habían avisado de que la víspera en Mondragón apenas habían alcanzado los 30 o 40 minutos de actuación, pero bueno, tampoco íbamos con intención de ver a Pink Floyd. A veces es mejor dar el callo a tope durante un tiempo muy limitado que aburrir hasta a las ovejas con charlas buenrollistas que no interesan a nadie o tediosos solos ombliguistas para masturbadores compulsivos. Tralla. Y punto. El que quiera hablar, que conceda más entrevistas.

Uno de los puntos álgidos llegó con el evangelio revelado de “People Suck”. En efecto, mucha gente en los conciertos da por el culo, en especial, las cotorras. Esa noche no había subespecies tan infectas, solo fans de la música de verdad, y en un ambiente de camaradería absoluta, Txarly Romero, el dueño del garito, pilló una botella de Jäger y repartió en boca chupitos entre la concurrencia, ya lo hemos dicho en otras ocasiones, negarse a este tipo de actos fraternales debería despertar tanta censura social como matar un gatito.

“Vodka N’ Roll” siguió elevando la temperatura, a la par que el nivel de alcohol en la sangre subía entre los parroquianos, y en “Pyromaniac” se acercaron a los Exploited o GBH más toscos. La recta final con himnos etílicos de la gradación de “Let’s Get Drunk” propició que lloviera cerveza como en las grandes ocasiones y hasta el fotero Dena Flows tuvo que dejar por unos instantes sus labores para cantar el estribillo a instancias de Olga.

La rotunda camiseta de “Nazi Trumps Fuck Off” con la cara del repugnante mandatario estadounidense dejaba claro que no se andaban con medias tintas. De hecho, recientemente suspendieron su gira americana porque en uno de los conciertos se pudo ver a un tipo con parafernalia fascista y al negarse la sala a tomar medidas al respecto, optaron por no tocar y cancelar las fechas debido a la falta de compromiso de los promotores. Sin rollos.

En su cruzada contra todo tipo de discriminación una de las luchas más encarnizadas es contra los babosos, como refleja el vídeo de “Go Fuck You Self” y que en directo resultó demoledora mientras su inquieta vocalista miraba con cara de cabreada al personal. Al final se cumplieron los pronósticos y al de media hora se retiraron, pero no tardaron en regresar con sus toneladas de actitud.

Un par de temas no eran suficientes, así que hasta el propio promotor Txarly sugirió ir a buscarlas de nuevo al camerino. “No es coña, seguidme”, dijo mientras se llevaba cual flautista de Hamelín a unos cuantos fieles para meter presión a las rusas. Se hicieron de rogar, pero volvieron por segunda vez en medio de la algarabía general, azuzada además por el dueño, o quizás mejor dicho, el fan, que berreaba por el micro: “¡Gritad, hijos de puta!”. Brutal. Que no se pierdan las buenas costumbres.

Un bolazo de órdago coronado por una sesión posterior de punk añejo tan divertida como el propio concierto en la que se utilizó un grifo de cerveza a modo de aspersor y algunos acabaron retozando en el suelo igual que si estuviéramos en un festival alemán llenos de fango. Esto debe ser sin duda lo que llaman en una de sus canciones “Vodka N’ Roll”. Pues que marchen varias rondas.

Alfredo Villaescusa
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