Crónicas

Reincidentes: Sin dar un paso atrás

«Composiciones con alma que en el directo siguen cobrando su verdadera dimensión durante dos horas y pico, heridas supurantes que rompen ese espejo de irrealidad que algunos tratan de imponernos»

24 marzo 2018

Kafe Antzokia, Bilbao

Texto: Alfredo Villaescusa. Fotos: Marina Rouan

Cualquiera habría alucinado si le hubieran dicho que en un plazo breve de tiempo pasaríamos de un periodo de esperanza para romper el bipartidismo y el candado del régimen del 78 a una época de una represión inaudita en la que se pedirían descomunales penas de cárcel para raperos y tuiteros, a la par que iría aumentando por Europa la cifra de exiliados por motivos políticos. Sí, aquello sucedía en esa democracia ejemplar en la que nos decían la patraña de que sin armas de por medio cabían todos los proyectos, pero ya se ha visto que el franquismo que nos legó un sistema corrupto, clasista y casposo sigue manteniendo el país atado y bien atado.

Por todo ello son más necesarios que nunca grupos como Reincidentes que sacudan conciencias en los biempensantes y eviten ese aborregamiento general que propicia que un partido que aboga por tratar a las mujeres “como a perros” se convierta en primera fuerza política. Porque los sevillanos siempre han hecho suya esa frase de “ladran, luego cabalgamos” desde los inicios de su trayectoria metiendo el dedo en la llaga en temas incómodos y denunciando la violencia machista mucho antes de que se apuntaran al carro el resto de oportunistas sin escrúpulos.

La presencia de Fernando Madina y compañía en el País Vasco en las fiestas veraniegas es un auténtico clásico, una especie de tradición que se suele cumplir con fidelidad religiosa casi cada año. Eso de los conciertos gratuitos al aire libre está muy bien por una parte, pero a veces lo que produce es que la peña se malacostumbre y piense que pagar por ver a una banda en una sala es poco menos que un lujo asiático. Como si se pudiera valorar lo de librarse de un plumazo de cotorras e indeseables a los que no les interesa en absoluto lo que están viendo.

Quizás por ese motivo el Kafe Antzokia aquella noche lograra una respetable multitud suficiente para montar cierta gresca, aunque lejos del lleno total que la ocasión requeriría. No había problema, pues la capital vizcaína siempre se había antojado para ellos una plaza favorable, no en vano el propio vocalista ha agradecido en repetidas ocasiones el apoyo de los seguidores vascos a comienzos de su carrera cuando les vetaban por aquí y por allá.

Con la tradicional puntualidad del recinto, Reincidentes repasaron en un primer momento su última obra ‘Vergüenza’, desde el inicio con “Terrorismo”, crónica dolorosamente acertada de los tiempos salvajes que vivimos. Al contrario de la norma habitual en la sala, lo cierto es que el sonido no fue el mejor posible, pero no hacía falta ponerse tan exquisitos, los ánimos se exaltaron cuando Fernando gritó lo de “son miserables” con una ovación generalizada de los fieles. Lo demás era accesorio.

Siguió el repaso a infames personajes en “Susana I de Andalucía”, dedicada a esa tipeja que representa lo más infecto de la cloaca socialista y que haría quemar en la hoguera el carnet del partido a cualquier militante con cabeza. Y si evocar tan repugnante figura se tornaba preceptivo, no menos necesaria se hacía la mención a ese producto de laboratorio de gente guapa y fascista en “Ciudadano K-K”, a cuyo término el voceras soltó “Ay, Inés, qué española es…”, en alusión a esa señora a la que le molesta que no la saluden pero no que metan a la cárcel a sus oponentes políticos.

Lo más reciente de los sevillanos nos parece de lo mejor que han sacado en los últimos años, así que ni por asomo se nos hizo aburrida su puesta de largo, con momentos épicos como “La misa final”, con ese inequívoco aire ceremonial a “El Acto” de Parálisis Permanente, casi hasta me la puedo imaginar cantada por Ana Curra. Tras el instante inicial de entusiasmo, el personal se mantuvo muy sosegado ante las piezas nuevas, a excepción de una chica que se sabía todas las letras y que daba gustazo verla ahí emocionada al borde del escenario, más gente así en el mundo, por favor.

“Agarrar la vida” debería ganarse en un futuro un lugar fijo en el repertorio, del mismo modo que “Pasión”, con su impagable rollo macarra a lo Barricada o Burning. Y “Se acabó la fiesta” reincide en la recuperación de la memoria histórica, una de las constantes preocupaciones a lo largo de su trayectoria y que todavía no tiene visos de solucionarse con innumerables monumentos repartidos por la península que homenajean el asesinato y el terrorismo de Estado. Que haya que estar así a estas alturas sí que constituye una verdadera vergüenza.

La segunda parte del bolo comenzó también potente con “Huracán”, de nuestros temas preferidos, y luego con “Rip Rap”, que despertó de sopetón a la peña y desató pogos y saltos por doquier. Es un poco triste por otra parte que el personal solo valore los clásicos, pero bueno, suponemos que para eso se divide el recital en dos. “Grana y oro” puso a prueba gargantas, como era de esperar, y “La Republicana” sigue tocando la fibra sensible de todos los que pensamos que con un sistema federal solidario entre pueblos diferentes jamás hubiera sucedido el lamentable espectáculo visto en Cataluña.

Sin apenas descanso, caían himnos como panes y hubo hasta un recuerdo a los garitos en “Himno al bar”. Y por supuesto no podría faltar “¡Ay Dolores!”, no sin recordar que “nunca habrá otro 8 de marzo como el del otro día”. Si en un comienzo los andaluces anduvieron muy a su bola, especialmente en el tramo dedicado a ‘Vergüenza’, la complicidad con la muchedumbre fue en progresivo aumento, prueba de ello se notaba cuando antes de “Arma blanca” Fernando de improvisto le soltó a un espectador: “¡Esta es del 89 y va para ti!”.

El carismático vocalista censuró la actitud de los ayuntamientos gobernados por el PP “que siguen sin entender la Ley de Memoria Histórica” y arremetió con “La cuneta del olvido” para llamar la atención sobre todos aquellos olvidados pendientes de justicia, otra de esas infamias patrias que nos sitúa al nivel de Camboya en cuanto a número de desaparecidos.

La recta final siguió incrementando la intensidad con “Vicio” y un pletórico “Jartos d’aguantar” que demolió barreras espirituales y llevó a la muchedumbre al punto de casi asaltar el escenario, una muestra de afecto devuelta por el cantante al lanzarse en plancha al respetable.

Al retirarse, los gritos de “beste bat” fueron realmente ensordecedores, así que no tardaron en regresar con otras piezas para enardecer a la afición como “Odio”, “Vamos pal infierno”, un “Nazis nunca más” a la señal de “bat, bi, hiru, lau” y una curiosa “Aprendiendo a luchar”, que empezó casi a capella en plan lenta antes de adoptar su caña habitual. El entusiasmo de Fernando resultó tan descomunal que se le desenganchó la correa del bajo y optó por dejar el instrumento aparcado para pillar el micro con pie y todo y dirigirlo a modo de ofrenda a los fieles. Otro de esos detalles que hacen sus conciertos especiales.

Está claro que no son los músicos más virtuosos del mundo, al igual que en ocasiones el sonido tampoco les hace la suficiente justicia, pese a que esa noche en ese aspecto acabaron mejorando bastante. Pero la perfección técnica no debería ser el único criterio exigible, menos todavía en el género del punk rock, donde quejarse por eso suena a chiste. En su lugar, tenemos composiciones con alma que en el directo siguen cobrando su verdadera dimensión durante dos horas y pico, heridas supurantes que rompen ese espejo de irrealidad que algunos tratan de imponernos. Sin claudicar ni dar un paso atrás. Hasta la victoria.

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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

1 comentario

  • Paco Trujillo dice:

    Por momentos no sabía si estaba leyendo una Crónica musical del 2018 o un panfleto de la CNT de finales de los 70´s.....

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