Crónicas
Loquillo + Seda: Clásico a muerte
«De lo que no cabe duda es de que Loquillo sigue siendo un clásico a muerte, con todas sus luces y sus sombras. Tómalo o déjalo. Nadie te obliga a compartir sus opiniones políticas. Es un artista muy por encima de eso.»
1 octubre 2021
Iradier Arena, Vitoria (Álava)
Texto: Alfredo Villaescusa Fotos: Iñigo Malvido
Caer bien a todo el mundo suele significar que algo desde luego falla. Por mucho que nos intenten convencer de lo contrario los meapilas modernos, lo cierto es que ni siquiera el mismísimo Jesucristo consiguió aquel estado idílico de no tener enemigos. Desde tiempos inmemoriales siempre se vapuleó al tipo con criterio propio que iba a contracorriente y no le preocupaba la moda ni demás zarandajas para mentes volátiles.
Con la figura de Loquillo ha sucedido bastante de esto que contamos y parece que sus seguidores debemos agachar la cabeza o disculparnos porque haya intervenido en diversos anuncios publicitarios. Y ya en el colmo del surrealismo, vemos cómo desde el estercolero político de la extrema derecha a veces se le reivindica con un desconocimiento total de su trayectoria, suponemos que dichos personajes se taparán los oídos con temas de marcado mensaje antifascista como “El año que mataron a Salvador” o “Antes de la lluvia”. Bienvenidos a la época contemporánea.
Al margen de la manía que le tengan los sectarios, el Loco sigue conservando una capacidad innata para atraer multitudes, según pudimos comprobar en otra jornada más de la edición especial del Azkena de este año. Por motivos laborales nos perdimos a los geniales Seda encabezados por la colosal frontwoman Virginia Fernández, pero ya les habíamos catado con anterioridad, por lo que estamos seguros de que bordarían su papel de teloneros con notable eficiencia. A ver si se empieza a acabar esto de los recitales a la hora de la merienda que nos hace polvo a los que curramos de tarde.
Por desgracia, la deficiente sonoridad del Iradier Arena perjudicó el bolo de un Loquillo obligado a subir la voz para que por lo menos se distinguieran las letras. Al igual que sucedió con El Drogas la semana pasada, el despropósito auditivo se pudo sentir más en las gradas que en la zona de las mesas y pasado cierto tiempo hasta uno lograba acostumbrarse a aquello, aunque no resultara en absoluto de recibo.
Desde el comienzo, el fornido vocalista se enorgulleció de su naturaleza rockera al decir que “no iban en playback” sino con “guitarras eléctricas”. Dedicó el concierto de esa noche “a todas las salas, promotores y la gente que se lo está jugando” y también nos hizo saber una pregunta que tenía por su condición de alavés (actualmente vive en Laguardia): “¿Por qué la gente no puede levantarse en un concierto pero sí puede ir a bailar a una discoteca?”. Y añadió: “Que me lo explique alguien, que no lo entiendo”. Otro de esos disparates a los que nos ha acostumbrado esa suerte de junta militar llamada LABI que decide con total arbitrariedad quién puede o no puede trabajar en tiempo de pandemia.
A pesar de un mal sonido que poco a poco iría mejorando, la parte inicial del show había contado con mucho empuje, con piezas enérgicas del calibre de “Línea clara” o el siempre efectivo “Salud y rock and roll”. El Loco recordó las circunstancias que rodearon la grabación de “Cruzando el paraíso” junto a Johnny Hallyday en su versión en estudio antes del afirmativo “Creo en mí”, elocuente testimonio de su último álbum ‘El último clásico’.
La primera nota verdaderamente nostálgica llegó con “El rompeolas”, donde el cantante acostumbra a fumarse un cigarro para darle ambientación al asunto. Las emociones se desataron tanto que algunos no pudieron evitar levantarse, un gesto por entonces proscrito en el País Vasco pero no en Navarra. “Rock suave”, con luces rojas y el señor José María Sanz sentado en una silla, legó otro de los momentos impagables de la velada, engrandecido además por un soberbio solo del guitarrista Igor Paskual.
“Carne para Linda” volvió a enardecer los ánimos, previamente a reivindicar material reciente con el homónimo “El último clásico”, todo un azote de modernos y eterna declaración de intenciones. Un riff reminiscente del “Rock And Roll” de Gary Glitter desembocó en la archiconocida “Rey del glam” de Alaska y Dinarama, una revisión que quizás hasta supera a la original. Que vivan el rímel y las boas de plumas.
A un servidor siempre le encantó el poso poético de “Memorias de jóvenes airados”, que se antoja casi canción protesta, y también consideramos un gran detalle la alusión que hicieron a “Baba O’Riley” de The Who antes de la rotunda “Rock & Roll actitud”. Tal vez echamos de menos en el repertorio más cortes de ‘El último clásico’, un trabajo que nos parece fantástico, a la altura de cualquiera de los discos míticos de Loquillo, pero por lo menos tocaron nuestra preferida, “La vampiresa del Raval”, un espectacular homenaje al genio creativo sin parangón de Salvador Dalí. O así lo interpretamos.
“La mala reputación” se tornó otro himno para librepensadores que desató algún que otro baile peculiar en las gradas, mientras que la ahora controvertida “La mataré” sirvió a Loquillo para situarse por encima de absurdas polémicas. Da igual que su compositor Sabino Méndez dijera en el libro ‘Corre, rocker’ que se escribió pensando en aquellas chicas que en los pueblos no se acercaban a los músicos por temor a que su novio las matara, los apóstoles de la moral contemporánea siguen a lo suyo igual que aquel militar chalado que gritaba “¡Muera la inteligencia!” a un catedrático como Miguel de Unamuno. No se atiende a razones.
“Aunque sea para que me insulten, la vamos a seguir tocando”, dijo Loquillo en claro desafío a los censores modernos. Hubo que parar el inconfundible tono de batería, ya que iba demasiado deprisa y el vocalista confesó que ya tenía “una edad”. Después de semejante subidón, aquello se disparó hasta la estratosfera con “El ritmo del garaje”, con la peña saltando y dejándose la piel con uno de los himnos más mayúsculos.
Ante tamaño recibimiento, no dudaron en estirarse con los bises, que iniciaron con “El hombre de negro” y un “Feo, fuerte y formal” infalible en las distancias cortas. El Loco agradeció su esfuerzo a la gente del Azkena, así como a los de la Jimmy Jazz, popular sala de la capital alavesa, y por supuesto, al respetable, “por tener un par de cojones”. En esta tesitura, se desgañitó una vez más cantando “Cadillac solitario”, con los “nena” todavía retumbándonos en los oídos. Glorioso epílogo final.
Nos quedamos con las ganas de haber escuchado “El resucitado” o “Gafas de sol” de su último álbum, pero confiamos en que a su paso por Bilbao cambie algo el repertorio. De lo que no cabe duda es de que Loquillo sigue siendo un clásico a muerte, con todas sus luces y sus sombras. Tómalo o déjalo. Nadie te obliga a compartir sus opiniones políticas. Es un artista muy por encima de eso.
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2 comentarios
Extensa crónica de lo que dio de si el concierto que se marcó LOQUILLO y sus buenos músicos en dicho recinto de la capital vascas que a través de esos grandes clásicos como de su último álbum de hace unos años lo volvió a bordar.
Callate hombre, el musico era y será Sabino Méndez, el resto son gente que toca sus canciones.