NACHO VEGAS: LA VIDA PUEDE SER DULCE

9 abril, 2013 3:15 pm Publicado por  1 Comentario

Teatro Lara, Madrid

Existen mundos enteros por descubrir poblados por mil y un personajes a cada cual más fascinante. Individuos que no pasan desapercibidos pese a que lo suyo se encuentre en las antípodas del afán de notoriedad. Son sujetos con fama de ariscos, huraños y con aparente poca empatía que en realidad esconden una personalísima concepción del arte, francotiradores en la sombra que arrastran demonios interiores cada noche y que se refugian en alcohol, mujeres o cualquier cosa que sirva en ese momento de válvula de escape frente al dolor.

Porque muchas veces es necesario desahogarse y hablar de lo desagradable, aquello que nadie quiere oír. De eso saben bastante tanto el cantautor asturiano Nacho Vegas como el cineasta británico Mike Leigh, pues ambos en sus respectivos campos rescatan del olvido las vidas anónimas de esos a los que la mayoría dan la espalda. Era cuestión de tiempo que se produjera un hermanamiento interdisciplinar entre los dos artistas.

Y ese momento llega ahora con ‘La Vida es Dulce’, un homenaje musicado que combina proyecciones de la filmografía de Leigh con piezas de Vegas inéditas o arregladas expresamente para la ocasión. Lo atractivo de la propuesta quedó más que patente con el papel agotado en las dos jornadas dedicadas al mentado espectáculo, algo que seguramente costará que se vuelva a repetir.

Por tal motivo, la expectación entre el personal, mayoritariamente indie, era máxima y algunos se enfrascaban en enrevesadas discusiones acerca del posible significado de tal o cual canción. Y es que el descomunal pulso narrativo de la lírica postmodernista del gijonense es imposible que deje indiferente, sobre todo cuando uno se ve reflejado en tantas situaciones de las que describe.

Con un cierto retraso, Nacho Vegas cosechó una encendida ovación cuando irrumpió con sus pantalones de cuero y sus botas camperas y sin apenas mirar al respetable se sentó en una esquina, huyendo de todo protagonismo, con actitud entre desafiante y malhumorada a lo Mark Lanegan. Inmediatamente después presenciábamos por la pantalla una escena con una conversación un tanto delirante de la película ‘Naked’ entre el carismático Archie El Escocés y el protagonista.

Algo que dio pie a una instrumental tenebrosa a más no poder con ecos de Nick Cave. La banda formada por sus habituales colaboradores en la sección rítmica, más el chelo de María García Palacios y la sorprendente inclusión de Joseba Irazoki, guitarrista de los bilbaínos Athom Rumba, parecía en una suerte de trance. No era de extrañar, pues una empresa de semejante envergadura exige una constante concentración  en la que el más mínimo despiste puede ser fatal.

Con este inusual esquema de alternar diálogos o escenas de la obra de Leigh con canciones, la voz de Nacho resonaba con vehemencia mientras desgranaba un repertorio exquisito para aficionados al cine que tocaba el corazón. Hizo alguna concesión a aquellos que conocían su flamante disco junto a Enrique Bunbury ‘El Tiempo de las Cerezas’ con “Secretos y Mentiras”, una pieza que encajaba como un guante, puesto que también da título a uno de los filmes más reseñables del director británico.

Pero sin duda el pico emotivo de la velada se alcanzó con una escena en la que una mujer madura calla al ser preguntada por su marido si aún le quiere. Recreando ese espíritu de resignación e impotencia, Vegas tomó el testigo en “Todo o Nada” y el resultado fue estremecedor, fiel a esa etiqueta que algunos le han puesto de ‘maestro del dolor’. Que su independencia es total y que hace lo que viene en gana lo certificó con la versión mandolina mediante del “Échame a mí la Culpa” de Albert Hammond, un tema de toda la vida de aquella España postdesarrollista del 77 que sería lo último esperable en un recital de tales características.

Un leve fallo en las proyecciones obligó al bardo a romper su tradicional hermetismo y pronunciar unas breves palabras irónicas para anunciar que tocaría lo que toca siempre que algo sale mal. Es curioso cómo esta actitud esquiva con el respetable recibe con frecuencia multitud de reproches y los hay que lo interpretan como una falta de educación cuando únicamente se trata de una manera peculiar de entender los directos. A unos les encanta rajar y aburrir con peroratas sin sentido, otros empero optan por llevar la estética maldita hasta el extremo en plan Dylan y pasan por completo de hacerse los simpáticos. ¿Acaso influye eso en el resultado final?

El folk crepuscular de “Matar Vampiros” cedió ante una instrumental de aires bohemios que evocaba vidas desdichadas sin ninguna motivación y que fue ganando in crescendo hasta desatar una auténtica tormenta eléctrica de poner pelos de punta. Y hasta aquí llegó el elegante tributo a Mark Leigh, una apuesta muy arriesgada al tratarse en su mayoría de material inédito, pero que por su carácter interdisciplinar provocó las mismas sensaciones que cuando uno sale de ver cine de autor. Respeto máximo.

El artista condescendió con unos bises de temas habituales de su repertorio, como una desgarradora “La Gran Broma Final”, tan intensa y desoladora como esa historia que relata que no hace ni pizca de gracia. Luego con “La Plaza de la Soledad” se tornó fantasmagórico en línea con Nick Cave hasta acabar con acoples y puso el broche con “Cómo Hacer Crac”, donde habla abiertamente de la situación política actual y deja para la posteridad frases tan lapidarias como “pero en la tele dan la muerte violenta de alguien molesto para la sociedad”. Puro testimonio que debería resonar en cada esquina de las calles de este país de sinvergüenzas.

Ojalá existieran más personajes con la integridad a prueba de bombas del asturiano, capaces de remover conciencias y de insuflar una mirada poética a tanta vulgaridad reinante. El panorama musical, e incluso la sociedad, necesitan ahora más que nunca referencias para salir de la oscuridad. Con noches así, la vida puede ser dulce a veces.

Texto y foto: Alfredo Villaescusa

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