Crónicas
Obús, Rosendo y Topo en las Fiestas de Fuenlabrada: Nuestro pasado más presente
«Si hay una ciudad que históricamente siempre ha apoyado el rock y ha sido refugio para los amantes del movimiento en nuestro país desde hace décadas, esa es Fuenlabrada»
Campo de Fútbol de La Aldehuela, Fuenlabrada (Madrid)
Texto: Jason Cenador Fotos: Antonio Martín
La urbe madrileña sigue siendo lugar de peregrinaje cuando llegan sus fiestas patronales, y el Campo de Fútbol de la Aldehuela se ha convertido en los últimos años en todo un santuario donde han dejado su impronta bandas de la talla de Kreator, Mägo de Oz, Katatonia o Medina Azahara entre otras muchas.
Este año, además, el evento tenía el aliciente de mantener viva la llama del Rocktiembre, que regresará como festival propiamente dicho en 2018, y contó con las actuaciones de uno de los triunfadores de aquel mítico acontecimiento el pasado año, Topo, y de dos de los grandes ausentes, Rosendo y Obús. Como guinda al pastel, Mariskal Romero, acompañado por un servidor, hizo las veces de maestro de ceremonias encandilando a la audiencia que veía ante sí con la misma energía de siempre a uno de los máximos responsables de que artistas como los presentes aquella noche despuntaran y nos sigan regalando, décadas después, veladas bañadas en gloria y alto voltaje.
Al son del “Born on the Bayou” de la Creedence Clearwater Revival, salía Mariskal Romero como una exhalación para calentar motores y recrear una suerte de show radiofónico en directo en el que incluso se admitieron peticiones de la audiencia, de cara al show de Topo, que exhibieron un estado de forma impresionante y una finura musical reservada solo para eruditos del pentagrama, lo cual en absoluto está reñido con la actitud y la intensidad que demanda su histórico rock urbano salpicado una y mil veces de rock progresivo. Así, verdaderos clásicos pretéritos nos llevaron en volandas hacia un paraíso sonoro en el que cada elemento estaba en su sitio y sonaba a su preciso volumen. Las voces tanto de José Luis Jiménez como de Lele Laina parecen no conocer el paso del tiempo, y la inabarcable calidad interpretativa del primero al bajo y del segundo a la guitarra, en formidable compañía del virtuoso Luis Cruz también a las seis cuerdas y del seguro Jesús Sánchez a la batería, hicieron justicia a la soberbia calidad de sus clásicos.
Ante un público nutrido y entusiasta entre el que encontrábamos gente de todas las edades, Topo esgrimió con maestría composiciones legendarias como “Marea negra”, “Vallecas 1996”, dedicada con nostalgia y cariño al desaparecido batería Terry Barrios; “Colores” o “Rocinante”, esta última heredera de la época primigenia de Asfalto, particularmente sentida y con un Lele sobresaliente. No faltaron tampoco “Todos a bordo”, un “Días de escuela” exuberante en el que mencionaron el colegio Francisco de Quevedo de la Calle Granada de Madrid y en el que José Luis se lució al bajo; la imprescindible “Después del concierto”, muy coreada por los más veteranos; o “Mis amigos donde estarán”, perfecto broche de oro para el show de una banda que, aun con sus galones, resulta infravalorada. Son caviar.
Mariskal Romero volvería a hacer de aquello un hervidero durante cerca de veinte minutos, arrojando un sinfín de regalos y tirando de clásicos inescrutables del rock and roll, antes de dar la bienvenida en escena al gran Rosendo. Infatigable, incombustible, trabajador honesto y leal a sus principios, los del rock sin más filigranas que las que demanda una canción para tocar la fibra y agitar la conciencia, el de Carabanchel volvió a descargar un buen puñado de canciones ante una audiencia muy numerosa, lo cual es una tónica general allá donde actúe.
Quien haya visto en vivo en los últimos años al que fuera líder de Leño, bien sabía lo que esperar sobre las tablas: una actuación entregada pero sobria, auténtica pero lineal, emocionante pero sin alardes. Siempre es un honor postrarse ante uno de los padres de nuestro rock, que es como es, ni más ni menos de lo que se disfruta en escena. En el marco de su gira de presentación de su último trabajo, ‘De escalde y trinchera’, en el que ha vuelto a demostrar que sigue más que sobrado de lucidez para elucubrar nuevas canciones con gancho, pegada y sí, también mensaje; Rosendo volvió a proponer un repertorio equilibrado en el que no faltaron a su cita grandes clásicos.
“Aguanta el tipo” inauguró un concierto en el que el nuevo trabajo tuvo su representación en temas como “Soy”, “Cúrame de espanto” o “Que si vengo que si voy”, que se conjugaron con otros sobre los que realizamos un viaje de ida y vuelta sobre su discografía, tales como “Mala tiña”, “Muela la muela”, “Sufrido”, “Y dale…!!”, “Cosita” o “Vergüenza torera”. También echó mano de la versión del “No dudaría”, original de Antonio Flores y cantada hasta por el más perdido.
Para la recta final del concierto reservó los clásicos más aplaudidos de su dilatadísima trayectoria, entre los que cabe destacar “Qué desilusión”, rescatada de la gloriosa época de Leño; “Flojos de pantalón”, “Masculino singular”, “Pan de higo” o “Navegando a muerte”, concluyendo después con una dupla dorada en la que no hubo más remedio que dejarse la voz, la formada por “Agradecido” y “Maneras de vivir”, paradigma de lo que representó en su día Leño y sigue representando a día de hoy Rosendo por su cuenta.
La locura se desató por completo sobre las tablas al ritmo de Judas Priest o AC/DC con un Mariskal Romero rebosante de energía y un público que respondía en consecuencia. Ángel Vallecas, organizador del evento, o Rodrigo Contreras (RockFM) también jalearon a los asistentes antes de que la última banda en la palestra hiciera un hervidero de una velada que empezaba a tornarse más fresca de lo esperado. Obús estaba ahí para armar un buen jolgorio a ritmo de heavy metal y hacer olvidar a muchos que al día siguiente iba sonaría el despertador, ya que se trataba de un jueves.
Con el tema que parece ya inamovible en la pole position del su repertorio, “Juego sucio”, inauguraron un concierto en el que no escatimaron en clásicos y mucho menos en actitud. Con un Fortu en buen estado de forma y disfrutando visiblemente de cada paso que daba sobre el escenario, los madrileños volcaron su intensidad en “Más que un dios”, “Necesito más”, “La raya” y “Pesadilla nuclear”, esta última siempre una de las que mejor funcionan en directo.
La retahíla de grandes éxitos de una de las bandas que más huella dejaron en el panorama de la música potente en nuestro país, una institución a todas luces, no cesaría gracias a la concatenación de “Te visitará la muerte”, “Que te jodan”, “El que más” y, cómo no, “Autopista”. ¡Ahí es nada!
La química entre Fortu y el público fue magnífica en todo momento, y eso desembocó en que el frontman empezase a invitar a subir al escenario a varias chicas y chicos del público, que vivieron en primer plano la brillante intensidad de la siempre conmovedora “Complaciente o cruel”, primera balada que Obús esculpió allá por 1989. “Corre mamón”, abanderado de su último trabajo de larga duración, ‘Cállate!’, del que han pasado ya siete años, sonó como lo que es, un tema rotundo y directo ideal para el concierto. También fue muy efectiva la imprescindible “Dinero, dinero”, antes de que “Prepárate”, primerísima canción del combo, apretase aún más la tuerca del vigor. En ella, además, concurrió la nutrida agrupación de percusión Samba Da Rua, para ofrecer unos minutos de coordinado y divertido bullicio tamborilero.
La traca final del show de Obús y del acontecimiento más enérgico de las fiestas de Fuenlabrada llegó con la canción festiva por excelencia, “Vamos muy bien”, en la que Mariskal Romero y quien escribe estas líneas llegamos a cantar junto a la banda. Fue, desde luego, el culmen en alto para una velada en la que la historia de nuestro rock vivió su más que merecido homenaje y demostró que el presente también es glorioso para los que sentaron sus cimientos en el pasado.
Texto: Jason Cenador
Fotos: Antonio Martín
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