Crónica y vídeo: Así fue el cierre de la mítica sala We Rock

Blog: Jason Cenador

14 marzo, 2016 2:04 pm Publicado por  Deja tus comentarios

La We Rock, a rebosar en su despedida. Foto: Foto Gabriel

Emociones a flor de piel en la clausura definitiva de un local que ha sentado cátedra y se se ha erguido como leyenda de la noche madrileña tras tres años y medio de frenética actividad, llenando un hueco inabarcable y satisfaciendo una necesidad canalizada durante años a través del clamor silencioso de aquellos que escuchamos la música más potente. We Rock cerró sus puertas - tras una noche de viernes inolvidable con Mariano Muniesa, Gabi, Ana Laballo y Mary (TNT) a la música -; el pasado sábado 12 de marzo dejando un vacío inmenso, una opción cultural y de ocio coja en la capital del Estado y cientos de almas rockeras huérfanas de un centro de reunión donde exprimir como un limón la música que les hace volar sin que a mitad de velada se imponga el silencio sin alternativa, de un lugar en el que cobijar un sinfín de conciertos en el más amplio abanico de estilos de rock y metal sin que a la hora de los Lunnis la música cese y el público sea desalojado a prisa para dar cabida, cuanto antes mejor, a los de las bufandas celestes y el sonido prefabricado.

Los tres trofeos de nuestro Rockferendum que acreditaron a la We Rock como la mejor sala en sus tres años de apertura. Foto: F. R. García

La noche se auguraba especial, y eran cientos los que tenían en conciencia que se trataba de una cita señalada, flotando en la mentalidad colectiva de los afines al lugar una especie de imperativo moral por el cual había que despedirse del local como merecía. Por eso, a media noche, poco después de una apertura que se adelantó una media hora para la ocasión ante la gente que ya la esperaba, el recinto presentaba ya un aspecto más que saludable; y apenas hora y media después, la cola para acceder se hacía cada vez más nutrida, dado que, como era de esperar, el aforo se colmó con supina facilidad. Es más, a la 1:45, el ropero estaba tan colapsado de prendas que la chica encargada no podía más que aceptar una por persona. Y abajo, el paraíso del metal en la ciudad del Oso y el Madroño, el lugar soñado que ahora nos dice adiós no por falta de rentabilidad, sino por la venta del local que el empresario dueño, por razones que se escapan al control y voluntad de los artífices de que We Rock fuera posible pero que al parecer eran relevantes para él, decidió llevar a cabo toda vez llegó una oferta irrechazable para tal fin por parte de los responsables del Café Berlín, quienes a su vez también tuvieron que echar el cierre a su local. La pela es la pela, que se dice; y por desgracia, la maldita pela del demonio puede ponerse por encima de las emociones corales de cientos de personas que reman en una misma dirección.

Entre los asistentes, innumerables caras conocidas por aquellos que vivimos esto en primera persona: músicos, gente que trabaja por que el rock siga sonando en directo, gente de sellos, trabajadores de otros bares de metal que fueron dejándose caer por el lugar tras echar el cierre… Y sobre el escenario, al frente de la sesión musical en una escenografía vistosa y aderezada con alguna que otra elocuente lápida, el Dj y programador del local Carlos Sanz, viviendo una jornada de las que se graban a fuego en la memoria de quien la protagoniza. Y eso que, formalidades aparte, estábamos en una gran fiesta de puro rock, de modo que el Jack Daniels corría por su gaznate como fuente de inspiración divina para seleccionar el himno preciso en cada compás de la noche. Cuántos se dejarían la garganta, cuánta cerveza correría. Tanta que se terminaron agotando los tercios, con lo que el único zumo de cebada disponible salía a cierta hora de un grifo del que no sabemos si a partir de ahora emergerá zumito de granada, gin tonic del de cuarenta euros el vasito -no se olviden de la cuchara en hélice- o algodón de azúcar licuado.

Carlos Sanz

Carlos Sanz, al frente de la sesión. Foto: Foto Gabriel

Pasaron las horas y poco antes de las 6 de la mañana, hora del cierre oficial, Carlos se hacía con el micrófono para agradecer a los concurrentes su presencia y llevar a cabo la penúltima – o la antepenúltima – alegoría de todo lo que ahí sucedía, de lo que significa We Rock y de lo que se aprecia, también desde el otro lado de la barra, el apoyo masivo que la hizo viable. Todo esto acontecido, por cierto, fue registrado en vídeo a cuenta de Poor Society Films para plasmarlo en un documental que próximamente verá la luz. Iban sucediéndose los temazos y todos y cada uno de los trabajadores de la sala ascendieron la escalinata del escenario para un agradecimiento colectivo que fue devuelto con el cálido arropo de una concurrencia extasiada. Junto a Carlos se hallaba el principal responsable de que este sueño haya sido posible, el máximo artífice del hito: Txiki. El agradecimiento de sus compañeros de misión y de todos los presentes fue tal que el bueno de él terminó con los ojos encharcados, algo para nada reñido con un orgullo que, entonces más que nunca, emergió del mérito, de aquél de llevar a cabo lo que para muchos era una quimera en una urbe como Madrid. Una quimera incomprensible de todos modos, pues con la de gente que había asistido, con la de gente que ese mismo fin de semana rebosaba por partida doble la Sala La Riviera para disfrutar a lo grande de Avantasia a su paso por la ciudad; lo que ha quedado meridianamente claro es que hay un público amplio que no únicamente demanda un lugar como We Rock, sino que lo merece. Tras un nuevo y emotivo discurso de Carlos - que acabó siendo manteado por el personal y transportado en volandas por toda la sala - con Txiki de protagonista, que puedes visualizar en el vídeo a continuación a partir del minuto 7:00, las canciones se siguieron sucediendo: “Cuando nada vale nada” (S.A.), “Fear of the Dark” (Iron Maiden), “The Still On the Night” (Whitesnake), “The Phantom of the Opera” (también de La Doncella de Hierro y a un volumen ensordecedor), “The Ice of Spades” (Motörhead)… El amanecer saludaba desde la puerta pero nada importaba, y la despedida se alargó entre tema y tema – no faltaron alusiones al rock estatal como Barón Rojo, Loquillo o Héroes del Silencio – hasta que el “Rock Out” de Motörhead, escogido por el portero Luis, muy presente en la celebración; retumbó en una sala donde la mayor variedad de géneros musicales había tenido cobijo y dedicación.

Echó el candado la ya mítica sala, pero quien más y quien menos se aferra a la esperanza de que dentro de unos meses volvamos a tener una nueva We Rock en algún otro lugar. No será este local que marcó una época y que, se cobije en él quien se cobije – no nos queda otra que desearles suerte – siempre estará cubierto por ese aura inexplicable que ostentan los lugares cuando se impregnan de fetichismo rockero. No solamente grandes noches de gloria musical, sino un sinfín de vivencias personales, de encuentros, de enamoramientos, de nuevas amistades; han acaecido entre aquellos muros; y esos recuerdos ni todo el dinero del mundo los puede borrar. Nos consta que el extraordinario equipo humano que constituye la plantilla de We Rock está haciendo todo cuanto esté en su mano por encontrar un lugar bien ubicado y con las condiciones precisas para albergarla de nuevo. Txiki, Carlos, Luis, Karen, Lorena, Helen… A todos, gracias. ¡Nos veremos pronto! Show must go on!!!

Texto y vídeo: Jason Cenador
Fotos: Foto Gabriel/F. R. García

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