Crónicas

King Crimson: Boquiabiertos

«Volvimos a tener la oportunidad de gozar de una experiencia sonora realmente soberbia, la demostración tácita de que esta gente está muy por encima de las demás formaciones de la mal llamada música progresiva»

Teatro Coliseum, Barcelona

Texto: Víctor Vallespir. Fotos: Tony Levin

Tener la oportunidad de disfrutar de un concierto de King Crimson en vivo es ser testigo de una experiencia sonora sin igual. La maestría y la calidad se dan la mano para unas sesiones de virtuosismo que, al final, huyen del onanismo para construir una amalgama de matices técnicos únicos en este mundo. Las sensaciones y emociones se dan la mano y lo único que puede hacer uno ante semejante recital es postrarse en su asignada butaca y disfrutar de uno de los mayores espectáculos sobre la faz de la Tierra. Y no, uno no está exagerando.

Foto: Tony Levin

Pese a que les teníamos que haber disfrutado en un total de tres noches seguidas en el marco del Doctor Music Festival, que como bien sabréis acabó cancelado debido a la masiva devolución de entradas después del cambio de emplazamiento, tras un esfuerzo tanto de la banda como de la promotora pudimos, al final, gozar de la confirmación de dos conciertos de King Crimson en el céntrico Teatre Coliseum de Barcelona. Este es un emplazamiento mucho más pequeño que el Auditori del Fòrum, por ejemplo, donde actuaron por última vez en la ciudad condal, por lo que nos aportó un matiz de proximidad realmente bello a lo largo de la velada.

Después de formar una larga cola que se iba perpetrando por la Gran Vía de les Corts Catalanes, y de por fin entrar al recinto, ya nos avisaban que la grabación de vídeos o la toma de fotos estaba totalmente prohibida, quedando uno expuesto a ser expulsado de la sala si infringía les severas normas del Robert Fripp. No sé vosotros, pero yo a este señor no le llevo la contraria. “En este concierto se realizará un intermedio de veinte minutos, que se llevará a cabo después de la primera parte del concierto y antes de la segunda”. Tal afirmación se ha convertido en un meme de la banda, pero sigue siendo tan bonita como la primera vez. La sonrisa de los asistentes, impagable.

Finalmente, y a las 22:00 en punto, se apagaron las luces y el silencio tomó las riendas en la sala. Poco a poco, los siete músicos se irían colocando en sus puestos y, ahora sí, la ovación brotaría de entre las filas del Coliseum. Frente a nosotros tres baterías postradas enfrente de la escena y, a sus espaldas, todo el tinglado de vientos de Mel Collins, el sinfín de bajos y aparatos de Tony Levin, el micrófono de Jakko Jakszyk y, a nuestra derecha, el asiento del profesor Robert Fripp, postrado con su guitarra en las piernas mientras observaba el panorama frente a sus ojos como el más severo de los profesores. Después de una pequeña introducción con las baterías de los grandes Pat Mastelotto, Jeremy Stacey y Gavin Harrison, se nos vendrían encima las primeras composiciones de la banda, en forma de “Hell Hounds Of Krim” y “Larks’ Tongues In Aspic, Part One”, donde Mel incluso se dio el capricho de interpretar parte de la melodía de “Els Segadors”, himno nacional de Cataluña.

Todo aquello funcionaba y sonaba a la perfección, con los crescendos y decrescendos tan característicos de la banda manteniéndonos en alerta durante todos y cada uno de los instantes del show, y, evidentemente, con el trasfondo de una maestría técnica de película. ¿Se falló alguna nota a lo largo del concierto?

Llegamos a las dos primeras grandes canciones de la noche de la mano de “Cirkus” y la perfecta “Epitaph”, seguidamente tendríamos un largo paraje instrumental que relegaría las voces de Jakko a un segundo plano de la mano de canciones como “Discipline”, “Frame By Frame” o la segunda parte de “Larks' Tongues in Aspic”. Después de una hora y veinte de concierto, interpretarían la celebrada “Islands” y se retirarían momentáneamente del escenario, durante veinte minutos que servirían para que todos los allí presentes hicieran cábalas sobre la posibilidad de que esos músicos, realmente, no fueran de este mundo.

Foto: Tony Levin

Si habíamos podido pisar la Tierra durante unos momentos, nada de eso volvería a ser real para cuando los siete volviesen a escena, esta vez empezando con una “Devil Dogs of Tessellation Row” que mantuvo la misma calidad técnica de las baterías que ya habíamos podido constatar durante la primera parte del show. Sin duda, el punto álgido de esta segunda parte de concierto lo tuvimos de la mano de “Indiscipline”, que nos permitió disfrutar de unos juegos impresionantes por parte de los tres baterías que nos dejarían con la boca abierta. Una verdadera pasada comprobar la compenetración de los tres músicos, cada uno con un estilo distinto tras los parches pero que, juntos, hacen que la base rítmica de King Crimson sea inigualable por ninguna banda de este mundo.

No nos habíamos recuperado de la embestida y ya teníamos la inolvidable “Moonchild” sobre nuestros oídos. Aquí tuvimos un pequeño solo del gran Tony Levin con su particular contrabajo, uno de tantos instrumentos que iría sacando a escena a lo largo del concierto (que si bajos, que si chapman stick… todo ello tocado con una maestría sin igual). Por si la cosa no estuviera lo suficientemente arriba, la sempiterna “The Court Of The Crimson King” hizo que las primeras voces empezaran a entonar las letras de la banda al son de un Jakko Jakszyk que, como no podía ser de otra forma, niqueló todas y cada una de las embestidas melódicas de King Crimson.

Todo aquello se nos había pasado volando, y con “Radical Action II” y “Level Five” la banda se volvería a retirar del escenario, después de que pasará una hora más en la segunda parte de concierto. Los oés oés brotaron de entre el público, y la banda volvió encima del escenario para, sorpresa, interpretar las notas de la genial “Starless”, que sustituyó a “21st Century Schizoid Man”, la gran ausente de la noche. Sin duda alguna, el crescendo de “Starless” es para poner los pelos de punta, con unas luces rojas que irían brotando del escenario y con un final de canción donde la intensidad y la tensión toman los mandos del ambiente. Pese a ello, la gente esperaba el sempiterno tema de la banda, y para cuando las luces de salida se encendieron, la sensación por parte de los asistentes fue un poco extraña.

Sea como fuera, volvimos a tener la oportunidad de gozar de una experiencia sonora realmente soberbia, la demostración tácita de que esta gente está muy por encima de las demás formaciones de la mal llamada música progresiva. Sonidos electrónicos, tres baterías frente el escenario y, al final, un Robert Fripp que, pese a mantenerse en un segundo plano, es quien maneja las riendas de una formación que cada vez que nos visita nos deja con la boca un poco más abierta. El sábado habría una nueva actuación de la banda en la Ciudad Condal. Estoy seguro que tampoco decepcionaron.

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Esta entrada fue escrita por Víctor Vallespir

7 comentarios

  • Juandie dice:

    Un placer haber leído esta interesante crónica de lo que dio de si el concierto que se marcaron los históricos del Rock Progresivo en la ciudad condal como son KING CRIMSON a través de esos clásicos que ya forman parte de la historia del Rock en general y con un Rober Fripp sentando como siempre al fondo en la oscuridad pero demostrando al igual que sus compañeros su calidad guitarrera. Seguro que dieron otro gran recital en su segundo concierto en Barcelona.

  • Daniel dice:

    No me hace ninguna gracia que no dejen filmar o sacar fotos. Fripp es un gran guitarrista y un buen catalizador de talentos, pero como persona deja bastante que desear. Un tipo muy pedante y antipático. Por otro lado, en esta segunda oportunidad de verles con esta formación las carencias se ven amplificadas: el cantante de la formación actual no está a la altura de Lake y Wetton y,pese a la estupenda actuación de Collins y Levin la música sufre. Las tres baterías acaban siendo un poco reiterativas. Es hora de crear nueva música y traer a Belew. Se le echa de menos.

    • Jorge dice:

      Hola. Afirmaciones gratuitas, las mínimas, no vaya la gente a pensar que eres pedante y antipàtico, cuando no es así y eres una persona con un caràcter envidiable

    • Kristobal dice:

      Vaya, se nota no los ha oído, para decir semejante sandez, fuera de que no veo a belew cantando inner guarden, ni menos epitaph por ejemplo, ni a Lake, cantando thela hun ginget, ni menos se extraña su bajo, que te gusten o no las de construcciones, lo acepto, a mi la voz de indicipline no me gusta nada hoy en día, pero es por la melodia, hoy KC toca cualquier tema de la banda, nunca antes pudo hacerlo, público prog debemos progresar, y lo de fotos y grabaciones son casi un snobismo, al final nadie las mira, nadie las ve, alguna sube al youtube como trofeo, y por dios que jode todo dios mas preocupado del filmar que de oír y ver

  • MSM M. dice:

    Estos tipos son de otro mundo. Greg Lake, co-fundador de la banda, ya regresó a su planeta de origen.

  • Arte que no se vende al comercio en masa ni se corrompe y que disfruta educando en la excelencia. Aparte del virtuosismo técnico, de su matemática o geometría musical y de su emoción, no le han robado nada a nadie y han abierto caminos inesperados, difíciles de entender al principio pero altamente adictivos y transformadores y forjadores de una nueva personalidad a la larga para el que los escucha e interioriza.

  • paolo dice:

    Me parece que han encontrado un equilibrio entre innovación y clasicismo. Yo disfruto a niveles inesperados escuchándolos, de hecho fui a Verona antes que al de Barcelona y ha sido un dinero muy muy bien gastado. Coincido con Víctor sobre momentos emocionantes e inolvidables: efectivamente, la intro de Indiscipline con tres baterías jugando, la coda de In the court, Level five (que debía ser Larks\' tongues part V...), el color rojo en los compases finales de Starless. Y toda la actuación de Gavin Harrison, madre mia que baterista. Que Dios os bendiga KC.

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