Crónicas

Katatonia, Sólstafir y Som: Gozo en la melancolía

«Un torrente de emociones desbordó a madrileña Sala Changó en un lunes que no necesitó el sobrenombre de Blue para evocar la melancolía, si bien en ella, en vez de tristeza y disgusto, hallamos regocijo»

6 febrero 2023

Sala Changó, Madrid

Texto: Jason Cenador. Fotos: Sami Auvinen

Katatonia

El arte es más arte cuando expresa un sentimiento, una emoción cualquiera que sea. O tal vez es transmitir el principal precepto de la dimensión que más humanos nos hace, separando el grano de lo creativo de la paja de lo destructivo. Sea como fuere, un torrente de emociones desbordó a madrileña Sala Changó en un lunes que no necesitó el sobrenombre de Blue para evocar la melancolía, si bien en ella, en vez de tristeza y disgusto, hallamos regocijo gracias a las brillantes actuaciones de los islandeses Sólstafir y los suecos Katatonia.

Ante los privilegiados que pudieron citarse a media tarde en el lugar, fueron los norteamericanos Som, un supergrupo especialmente degustable por los acérrimos del post-rock formado por músicos procedentes de los aclamados Caspian, Junius y Constants, puntas de lanza del género en Estados Unidos, los que abrieron la lata.

Som

Con atmósferas densas reemplazando a cada molécula de oxígeno que osaba divagar por el local, el cuarteto reivindicó su evocador ‘The Shape of Everything’ con más peso en el plano instrumental que en unas voces cuyo volumen apenas daba para diferenciarse de la absorbente masa sonora que sacaron a colación, lo cual, lejos de suponer un contratiempo, dotó de más fidelidad a su directo con respecto a su desempeño en estudio.

“A Sólstafir hay que venir mentalizado”, comentaba un amigo devoto de Katatonia que apenas los había catado cuando el concierto de los islandeses llevaba ya un buen rato embelesando a aquellos cuyas puertas del escepticismo han sido franqueadas por la genialidad evocadora, abstracta y profunda de la banda. Y puede que sea verdad.

En un momento, uno hizo un ejercicio de imaginar cómo se hubiera tomado su concierto si, en vez de sentir una más que justificada devoción por su música, los estuviera viendo por primera vez. Y he aquí una disyuntiva: caer en las redes de la fascinación absoluta o mirar lo que sucede en el escenario con los ojos y el gesto de quien se encuentra a un extraterrestre de tres ojos por un descampado de Moratalaz.

Sólstafir

Tras la intro disparada “Náttfari”, oriunda de su último álbum, un ‘Endless Twilight of Codependant Love’ que pasó de puntillas por el repertorio, el combo liderado por el muy islandés Aðalbjörn Tryggvason pisó el escenario para abducirnos con la inmensa, extensa e indescifrable “Náttmál”, que ya auguraba un repertorio inusual. En ella, Aðalbjörn, exultante desde el minuto uno, golpeó con su guitarra a un asistente de la primera fila, ante lo que se preocupó y disculpó en el acto para después del tema preguntar si se encontraba bien antes de continuar con “Köld”.

“Rismal” trajo consigo un momento de silencio sepulcral en el que el tiempo pareció congelarse y el público con él, para después romper con “Melrakkablús”, otra amalgama de post metal en un apasionante y largo viaje de ida y vuelta entre la pesadumbre y la catarsis, con momentos envolventes, otros colindantes con el stoner y otros de arrebato con blast beats incluidos.

Tal vez restó un poco de solemnidad a alguna fase del concierto la simpática interactuación del frontman con el personal, pero con ella demostró también su afecto, agradecimiento y cercanía junto a una actitud de rock and roll no reñida con un estilo a años luz de la ortodoxia.

Sólstafir

Nos preguntó si estábamos cansados y si queríamos irnos a dormir antes de, obvia respuesta mediante, continuar con la más efervescente y bruta de la noche, “Bloodsoaked Velvet”, de su segundo álbum, ‘Masterpiece Bitterness’, cuando el inglés todavía era más frecuente en sus líricas y su estilo resultaba mucho más rudo.

Personalmente, me pareció inexplicable que de su más reciente álbum dejaran fuera canciones tan maravillosas como “Drýsill” o “Akkeri” y escogieran, como única representante, “Rókkur”, un corte casi recitado en islandés que se antojó anodino y que cantó Aðalbjörn mirando fijamente a ciertas personas del público que, seguramente, estarían pensando: “¿Qué me dices, muchachuelo?”.

El entusiasmo pasó de cero a cien en cuestión de dos segundos, los que tardamos en discernir el movimiento de platillos que introducen a la increíble, magistral y preciosa “Fjara”, una obra maestra que sonó mucho más orgánica que en disco (a veces, un teclado en directo resulta casi imperativo, y se echó de menos) y que nos cautivó, nos deslumbró y empañó nuestra mirada.

Por piezas como esta y como la siguiente, “Ótta”, otra composición con la magia que solo los más aventajados orfebres de emociones saben acuñar, Sólstafir es una banda única en el mejor de los sentidos. Esa voz intensa, casi llorosa de Aðalbjörn es, además, un grado, un elemento diferenciador.

Muy dicharachero con los presentes, el cantante y guitarrista presentó a la banda y nos hizo gritar una y otra vez. “Podéis hacerlo mejor, que habéis ganado un mundial de fútbol”, comentó para estimular nuestras cuerdas vocales antes de apelar al romanticismo de “Goddess of the Ages”, con la que clausuraron un setlist que pudo haber sido mucho más acertado a los subjetivos ojos de quien escribe pero que nos encantó de igual manera.

El último plato de la noche lo servía toda una institución del metal melancólico, un tres estrellas Michelín de la taciturnidad musicalizada, del abatimiento canalizado en un pentagrama capaz de purificar el alma y evacuar las tragedias cotidianas.

Katatonia

Katatonia era la banda más convocante de una velada que se saldó con un sold-out, y eso se percibió en la entrega del público hacia las inaugurales “Austerity” y “Colossal Shade”, dos de las canciones que mejor acogida han tenido de su novísimo disco, ‘Sky Void of Stars’, publicado apenas diecisiete días antes del show. Aunque, visto lo visto, parece que lleva en la calle varios años. Un win-win del combo, sin duda.

“Lethean” y “Deliberation” trajeron a colación con eficacia aunque con un volumen de guitarras tal vez comedido en exceso dos de los álbumes más celebrados de los de Estocolmo, ‘Dead End Kings’ y ‘The Great Cold Distance’ respectivamente, con un Jonas Renkse cuya voz sonaba cristalina, fiel a sí misma, emotiva.

El cantante permaneció buena parte del concierto con su tupida melena negra cubriendo su rostro, en una suerte de aislamiento emocional del que fue asomándose más y más con el transcurso de la gala para relacionarse con sus semejantes al otro lado del telón transparente que divide escenario y público, ese mismo que la química del momento había atravesado como si de un globo espía chino se tratara.

Katatonia

De vuelta a la más acuciante actualidad, “Birds” sonó estupenda, ágil y vibrante, erguida como la mejor recibida del último disco y, tal vez, una de sus piezas más accesibles en ese fino equilibrio entre cierta complejidad y magnetismo en el que se desenvuelve la banda.

Con todo, reconozco que esa química que campeaba  en el ambiente no terminó por permear del todo en un servidor, y hubo momentos, sobre todo en la primera mitad del concierto, en el que se me hizo cierta bola.

Tras “Behind the Blood” y “Forsaker”, la certera “Opaline” supuso un punto de inflexión, un “lleno, por favor” en el tanque de gasolina para quemarla de lo lindo son sus contrastes entre ritmos robustos y poderosos, y episodios de melancolía marca de la casa.

El público se vino arriba cuando Jonas mencionó ‘Dead End Kings’ para dar rienda suelta a “Buildings”, un escalón en el in crescendo que arribó a la azotea de la mano de “My Twin”, a todas luces la más coreada de toda la noche. Decía el vocalista que “normalmente es considerada el hit”, y no se equivocaba para nada.

“Atrium”, “Old Heart Falls” y “Untrodden” condujeron a un pequeño descanso antes de la traca final inaugurada por “July”, temazo imprescindible en el que no podemos pasar por alto el formidable desempeño a las baquetas de Daniel Moilanen, en la banda desde 2015 y un auténtico valor en su cometido, y concluida con “Evidence” para deleite de sus acólitos.

Jason Cenador
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Esta entrada fue escrita por Jason Cenador

1 comentario

  • Juandie dice:

    Pedazo de resumen hacia las brutales descargas de estas tres bandas escandinavas en dicha gira conjunta en la Changó madrileña presentando sus respectivos nuevos álbumes de estudio.

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