At The Gates

To Drink From the Night Itself

Century Media (2018)

Por: Roberto Villalba

7

Creadores junto a sus compatriotas In Flames del llamado “sonido Gotemburgo”, ese que salpicó la escena del death metal melódico de mediados de los noventa, nos muestran ahora un trabajo que posee parte de esa esencia de sus primeras grabaciones desde una perspectiva actual. Después de la decepción que supuso para muchos fans su anterior ‘At War With Reality’ (2014), primero tras la reunión de la banda en 2010, había cierto recelo por escuchar el sexto larga duración de los suecos.

Esas dudas quedan disipadas nada más sonar la homónima del redondo “To Drink From the Night Itself”, que pese a ser prácticamente un calco de ‘Blinded By Fear’, todo sea dicho, van apuntando maneras desde el comienzo. El nuevo guitarrista Jonas Stalhammar, que sustituye a Anders Bjöler, parece llevar toda la vida compartiendo labores con Martin Larsson en las seis cuerdas. Y es que; esos riffs oscuros y progresivos que recuerdan a tiempos pasados están presentes durante toda la obra, como se pueden apreciar en “In Nameless Sleep”, “The Colours of the Beast” o la melódica “Palace of Lepers”.

La voz Tomas Lindberg se muestra en muy buen estado de forma, tanto en los momentos más cañeros (“The Chasm”), como en tonalidades más tranquilas del estilo “The Mirror Black”. Entre tanta amalgama de riffs, encontramos algunos patrones que se repiten: escúchese “A Labyrinth of Tombs” o “In Death They Shall Burn”, aunque esta última nos tenga preparado un final distinto con un toque épico a las guitarras bastante disfrutable. En cambio, la parte más técnica del trabajo la hallamos en los temas “Daggers of Black Haze” (con un estupendo solo de guitarra) y “Seas of Stravation”, que nos contagia esa gran melodía que impregna el corte con uno de los mejores estribillos del trabajo.

Al igual que In Flames ya no volverá sacar otro ‘Colony’ (1999), los de Gotemburgo tampoco volverán publicar otro ‘Slaughter of the Soul’ (1995). Al menos, At the Gates hasta el momento (crucemos los dedos) no ha sufrido esa metamorfosis total de sus paisanos Anders Fridén y compañía.

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