Museo Händel & Hendrix en Londres: Semblanza sociomusical de dos genios
24 septiembre, 2019 4:40 pm 7 ComentariosA propósito del Museo Händel & Hendrix, constituido en el 23-25 de Brook Street, en el barrio londinense de Mayfair, lugar en el que tanto Jimi Hendrix como Georg Händel vivieron en algún punto de sus vidas, María Gala ha profundizado en la historia de ambos por separado para hacer una comparación conjunta y encontrar los parecidos y diferencias, que bien podría servir de biografía.
El 18 de septiembre se conmemoró el 49 aniversario de la desafortunada muerte de Jimi Hendrix a los 27 años, cuando estaba consensuado que era, y sigue siendo, el mejor guitarrista de todos los tiempos. Y si, para algunos desinformados, Hendrix puede sonar nada más que a ginebra de las caras y Händel a tortura acústica, estos dos grandes de la música tienen en común aspectos y circunstancias que les acarreó el azaroso destino, sin que para ello contara para nada su voluntad.
Todo esto surge porque Jimi Hendrix y Händel, Geordy para los amigos, compartieron la misma casa en Londres, el 23-25 de Brook Street, en el barrio de Mayfair, constituida ahora en Museo Händel & Hendrix. Sus fantasmas se asoman de vez en cuanto a ese lugar donde ambos vivieron alquilados. El primero, más de treinta años, el segundo unos tres. Y no solo eso. Bajo ese techo, entre esas paredes, con el albor de ese cielo y el atardecer temprano de un Londres siempre rompedor, crearon sus mejores obras: Händel, ‘El Mesías’; Hendrix, ‘Electric Ladyland’. Volveremos sobre ello.
Para empezar, reflejar que ambos, sin inventar nada absolutamente nuevo al género musical, desarrollaron la música de forma fascinante, acoplándose a los tiempos vividos y fundiéndose y siendo la progresía del espacio temporal que les tocó vivir, sin que existiera el idolatrado Flash Gordon, que pudiera transportarles a otros planetas o tiempo. Händel introduce y extiende el uso de la homofonía, frente a la monofonía o polifonía previas (canto gregoriano y otros). Es algo tan simple y habitual como que participan varias voces o instrumentos, como en la polifonía, pero a diferencia de esta, las voces no son independientes, sino que se relacionan y avanzan de manera compacta, a un ritmo semejante, manteniendo relaciones verticales y formando acordes. Es muy claro en el jazz y en el blues y podemos apreciarlo brutalmente en el “Catfish blues” de Hendrix, versionado de Muddy Waters, su músico favorito junto a Dylan y a Mozart, y en el “Aleluya”. La gran aportación de Hendrix fue la gran expresividad que dota a la guitarra, que es la voz cantante, mientras la palabra acompaña y susurra, junto a la repercusión de la electrificación y nueva técnica aplicada, poniendo al rock y a su estética en la cima de la cultura, como en “Hey, Joe”.
Ninguno de los dos nació en Londres. Mientras Georg Friedrich Händel nacía el 5 de marzo, acabando un frío y duro invierno, en la ciudad de Halle, en lo que es ahora Alemania, y en una familia protestante, James Marshal Hendrix vio la luz del mundo el 27 de noviembre de 1942, en el King County Hospital de Seattle (USA), la ciudad esmeralda, cuna de la música grunge, con Nirvana, Pearl Jam y otros, además de parir otras estrellas como Duff McKagan (Guns N´Roses). Mientras en Halle, ciudad devastada en la Segunda Guerra Mundial, nació también Georg Listing (Tokio Hotel) y está la fábrica de chocolate más antigua de Alemania, en Seattle había tradición reivindicativa con la primera huelga general de USA (1919) y la conocida Batalla de Seattle (1999), con las salvajes protestas de movimientos antiglobalización y los abrazadores de árboles. Algo así como ahora la revolución de la juventud para salvar al planeta.
Jimi era hijo de Al Hendrix, de ascendencia afroamericana, y Lucille Jetter, de ascendencia nativoamericana, quienes tuvieron seis hijos. Cuando él tenía nueve años, pasó a estar bajo la tutela de su abuela paterna, Nora Rose Moore. Tanto Al como Lucille tenían problemas graves con el alcohol, tanto que eran incapaces de mantener a sus hijos (algunos con malformaciones), además de dar a cinco de ellos en adopción o en diversas formas de tutela. El mismo Jimi fue de hogar en hogar y su escuela fue en gran parte la calle. De esas múltiples madres que tuvo, Shirley Harding creó el personaje de cuento Roy, que triunfaba con una guitarra, y que no era ni más ni menos que la escoba a la que Jimi dormía abrazado fuertemente, con la que aprendió orden y limpieza, repitiendo tenaz que sería rico y famoso. Händel, por el contrario, creció en una familia estable, ordenada y protestante.
Ambos, Händel y Hendrix, estaban locos por la música desde su primera infancia, tanto, que les desviaba de otras tareas más productivas a ojos de sus padres, quienes les prohibían acercarse a los instrumentos. A pesar de que el padre de Händel hizo todo lo posible para que Georg no se dedicara al poco rentable negocio de la música, su madre lo apoyaba y, a los diez años, tocaba violín, oboe y el órgano que practicaba a escondidas de su progenitor, con un clavicordio que se apañó para subir a la buhardilla de su casa. Hendrix tocaba, practicaba las posturas e imitaba a los grandes con una escoba durante los años. A los catorce años compra su primera guitarra acústica con una única cuerda a un conocido por cinco dólares, que su padre le quita en uno de sus accesos de genio y alcohol. Para Al, la música no tenía futuro y lo zurdo, como era Hendrix, suponía marca del diablo.
A Jimi le regalan a los dieciséis su primera guitarra eléctrica, en 1958, mismo año en que muere su madre de cirrosis, a la que dedica “Angel”, hecho que nunca superó pese a la escasez de tiempo que pasó con ella, siendo Al el que le sustentaba en la medida que podía. A esa edad, Händel era tutelado por Zachow, gran maestro impresionado por las cualidades naturales del compositor, que empezó prontamente con cantatas de iglesia. Probablemente, tanto Händel como Hendrix tenían la maravillosa cualidad del oído absoluto. El oído absoluto es la capacidad de identificar las notas prácticamente desde la nada y reproducirlas. A Händel lo abalan su capacidad precoz descubierta por su madre, la admiración de su tutor y sus composiciones. A Hendrix, los testimonios de cómo el hecho de poder hacer sonidos con la boca y la garganta, como el canto en scat, imitando sonidos de guitarra, y escuchar una melodía y, al instante, versionarla, haciéndola suya y superior. Es de destacar la velada definitoria en su vida con la ex de Keith Richards, Linda Keith, en la que pasaron una noche escuchando sus vinilos a 45 rpm, repasando el blues que le volvía loca y Jimi interpretando en una jam session única, que culminaría en el regalo de una verdadera guitarra eléctrica para Hendrix y en que fuera a Londres de la mano de Chas Chandler (ex The Animals).
Incansables viajeros, con numerosas giras desde muy jóvenes. Händel se marcha de su ciudad a los dieciocho tras un intento de su padre para que estudiara derecho, lo que duró un año, comprometiéndose con la música a los dieciocho años. Su primer trabajo es como organista en su ciudad de protestantismo extremo, donde se ahogaba. Realmente se ganaría la vida con un violín al marcharse al Teatro de la Ópera de Hamburgo, además de componer su primera obra. Y de allí ya comienzan sus numerosos periplos a Italia, rindiéndose el público a sus pies en Roma, Florencia, Venecia o Nápoles. La historia de Hendrix, hijo de la calle y con fracaso escolar (no completo para alguien en sus circunstancias), es bien diferente. Se marcha de Seattle, su ciudad natal, al ejército, para conmutar una pena por robo de coches que no termina de reconocer. En el ejército, y con la pena de haber dejado a Betty Jean, su primera novia, a la que dedica su guitarra con su nombre, comienza a desarrollarse y crece en la música tocando en los cuarteles, acompañado de Billy Cox, bajista. Aunque aprende mucho en el régimen, gana sueldo y manutención (estabilidad que nunca antes había tenido), la vida le resulta carcelaria y se suspende el contrato, no por haberse lesionado un pie, como contaba, sino por declararse gay, que entonces era un impedimento para la carrera militar. Ahí comienza un itinerario en el que toca de “secundón” para tantas bandas que ni el propio Hendrix las recuerda todas, donde aprende trucos, técnica y tiene la fortuna de tocar con Little Richard, al que había conocido anteriormente como pastor ( sí, sí, pastor protestante, no de ovejas). El 23 de septiembre de 1966 llega a Londres, logrando tal fama que salta a USA en el festival pop de Monterey en junio de 1967. Tres años más tarde de su éxito masivo, toca en el mítico festival de Woodstock, y un año más tarde, da su último recital en la isla de Wight.
A diferencia de los músicos anteriores, Händel hace música para el gusto de la gente, no para el mecenas o la iglesia, independencia que mantiene a lo largo de la vida, además de reportarle en ocasiones gran fortuna, otras, quedándose en la miseria. A los 25 años, se traslada a Londres, donde su carrera musical le lanza al estrellato como a Hendrix, culminando óperas, oratorios y baladas. Su ópera ‘Rinaldo’ es la primera que crea para el público londinense con la famosa aria “Lasciach'iopianga” (1711), que aparece en varias películas, entre otras, la divertida y surrealista 'Amanece que no es poco' de José Luis Cuerda (1989). Llega a ser director de The Royal Academy of Music y a montar posteriormente su propia compañía. En similitud, es en Londres donde se crea The Jimmy Hendrix Experience, realmente un experimento alocado en el que baten al afroamericano desconocido e inocente, venido de la racial América, con los bucles de Dylan (impresionante su versión de All Along the Watchtower) y con un sonido nunca antes escuchado, con Noel Redding, guitarrista de pelo afro y rubio, ejerciendo de bajista, y el inagotable batería blanco Mitch Mitchel, que nunca le abandonaría. No le dio tiempo a Jimi a crear su gran banda al estilo jazzístico con nueve músicos, se quedó en el tintero. Su ‘Band of Gypsys’ constituyó el siguiente proyecto de Hendrix junto a Billy Cox y Buddy Miles, ambos afroamericanos.
Tanto Händel como Hendrix eran personas de mentalidad abierta en cuanto a razas, religiones y cultura. A Händel no es que le viniera de cuna, sino que fue derivado de la universalidad de la música y su buen hacer que le acompañó de una a otra ciudad y de un país al de más allá. Verdadero europeísta. Conoció y supervivió a los intríngulis del poder religioso con el joven protestantismo, que tanto luchaba contra la corrupción de la Iglesia Católica como abrazaba el poder político. No cayó en brazos de los Médici en la Florencia poderosa, ni sucumbió al poder papal mientras vivió en la Roma que quiso hacerle suyo por la música celestial que componía. Finalmente, llegó a Londres, donde establecería sus headquartes, sin abandonar sus viajes a Francia, Italia etc., en busca de aire, voces de tenores, barítonos y sopranos. Con el tiempo, en 1727, el rey Jorge II le concede el honor de nacionalizarle británico. Para Hendrix, las cosas fueron muy diferentes. Pasó la mayor parte de su vida pasando hambre física y literal en la ciudad de Seattle, donde asistió a la escuela de primaria Leschi, en la que la educación era multicultural y, a pesar de no ser un buen estudiante, este hecho marcaría su carácter de por vida. Él pensaba que el color era un accidente y que las personas eran por dentro. Así, se enfrentó a la comunidad afroamericana por gustarle los temas de Dylan y tocar con músicos blancos. La universalidad de la música era la nota común con su antecesor de BrookStr. Al llegar a Londres, como le ocurrió a Händel, se sintió en su salsa. De ahí, deambularía por el mundo, viviendo en New York, mamando las raíces africanas in situ, disfrutando de la cultura oriental que traía nuevos aires a Occidente. De regreso a USA, él refiere sentirse americano, aunque con su “The Star Spangled Banner American Anthem” de Woodstock manifiesta que puede gustarte tu país pero no tu gobierno. En este tema de su vida itinerante se escucha el traqueteo del tren que le resultaba tan familiar, “Hear My Train A Comin'".
El buen yantar le gustaba a ambos. Hendrix afirmaba que sus platos favoritos eran la pizza y los espaguetis. Comía de (casi) todo, había pasado años mendigando comida, llevándose a casa los restos de una hamburguesería que iban a ser desechados y haciéndose amigo de compañeros cuyas madres le nutrían por pura caridad. Siempre se mantuvo delgado, a lo que contribuía enormemente el tiempo desgastado en sus affaires, tanto con la guitarra, con la que pasaba numerosas horas ensayando, como con las groupies, a las que dedica el ‘Electric Ladyland’. George Händel, pasó de delgado a grueso y posteriormente a obeso. Le gustaba tanto la mesa, que en una comida formal dejó a un gobernador plantado, tras la disculpa de excusarse un momento a la toilette, para encontrarse más tarde zampando a dos carrillos y satisfacer un inagotable apetito. Parece que era un goloso incorregible, tanto que llegó a ser caricaturizado como un lechón sobre un barril de cerveza tocando el órgano, lo que hizo que Händel rompiese su amistad con el dibujante Goupy. Y, siendo Jimi tan buen comedor como hemos comentado, la única cosa que no podía soportar era la cocina de Kathy Etchingham. Hendrix y Kathy convivieron juntos durante más de tres años, siendo la relación más íntima y profunda que él tuviera. Un mal -o buen- día, Jimi criticó el plato que le había puesto sobre la mesa y ella se volvió tan loca, como ella misma cuenta, que se enfadó, gritó, tiró los cacharros por los aires y se marchó a dormir fuera de la casa de BrookStr 23. A su regreso, Jimi había compuesto la maravillosa balada en la que el perdón y el amor flotan con las notas, “The Wind Cries Mary” (Mary es el segundo nombre de Etchingham).
Mientras George coleccionaba obras de arte, pinturas sobre todo, Jimi flotó en la psicodelia. Su oscura novia alemana, junto a la que murió ahogado en su vómito en circunstancias tétricas, se ocupó de pintarlo una y otra vez de manera obsesiva, hasta suicidarse a los cincuenta años, en ese neohippy tan del gusto de hoy. Jimi compraba en los mercadillos de antigüedades, como el mercadillo Porto bello de Notting Hill, para decorar con alfombras, tapices y con elementos africanos su apartamento de New York. Pensar en vestimenta psicodélica es pensar en Hendrix y no en otro.
Respecto al sexo, las historias son opuestas. Mientras que Händel nunca se casó y apenas se sabe nada de su vida privada, corre el rumor de que tuvo un par de romances no contrastados con una cantante casada conocida como “La Bombace” y con la soprano Vittoria Tarquini (amante de un Médici), a la que dedicó “Un’Alma Innamorata”. Según dijo, no tenía tiempo para mujeres. Las nuevas biografías que estudian en profundidad sus letras hablan de su tendencia homosexual, aparte de rodearse de conocidos gays de la época como Lord Burlington y el duque de Chandos, para el que compuso los hermosos “Chandos Anthems”. Sobre Hendrix diría que se sabe demasiado. Desde su primera novia a los trece o catorce años, con la que compartía un polo; su futura prometida Betty Jean con cuyo nombre bautizó a su guitarra; su diáspora sexual, con un hambre infinita, en parte por su virilidad sin límites, en parte por el miedo al compromiso en una historia de abandonos desde la infancia. Y por aquello de drogas sexo y rock’n’roll. Curiosamente compone “Foxy Lady” para Lithofayne “Fayne” Pridgon, que juega la misma moneda de no dependencia ni chantaje emocional. Y un largo etcétera: Kathy Etchingham, novia más estable, que encuentra el apartamento de BrookStr y consigue que se instale una placa y el Museo Hendrix-Händel, reconociendo su legado; Diana Carpenter, madre de su hija Tamara; la americana, amante y dealer, Devon Wilson; la danesa Kirsten Nefer, y la alemana Mónica Danneman, con cierto desequilibrio mental que la lleva al suicidio en 1996, que fue la última persona que lo vio con vida y sobre la que pesa la sospecha de haber contribuido a su muerte por falta de atención. Y un sinfín más.
Drogas, tema clave. Para Händel, la música, claramente, y la comida (debía de ser un bulímico sin remedio, se ve en el aumento de anchura en sus sucesivos retratos), sin dejar atrás el alcohol, cerveza, vino y algún Schnapps. Para Hendrix: el LSD, el ácido, que consumió por primera vez con Linda Keith, siendo todavía legal, preparándose una escalada en la que la marihuana, la heroína y la coca eran elementos sin los que no podía vivir, mezclados con anfetaminas y barbitúricos para lograr el on/off en las giras y grabaciones sin fin ni final. “Purple Haze”, dedicado a la niebla de Flash Gordon, se convirtió en psicodelia pura. ¿Hubiera llegado Hendrix sin ese combustible a la cima o hubiera llegado más alto? Pero lo peor para él era el alcohol, puesto que le volvía rabioso y violento. “Room Full Of Mirrors” muestra esa imagen distorsionada y múltiple que dan las sustancias y te enseña lo mejor y peor de ti mismo.
Muy religiosos no eran ninguno de los dos. Händel, pese a su estrecha relación con las Iglesias (protestante y católica), no se convierte hasta bien cumplidos los cincuenta años, en los que sufre un grave infarto cerebral, quedándose sin habla y paralítico, del que se recupera, creando ‘El Mesías’ en tres semanas sin comer ni beber, como cuenta Zweig en sus ‘Momentos estelares de la Humanidad’. No cede sus derechos a ningún rey ni iglesia ni empresario operístico y estrena la gran obra en el New Music Hall para el Hospital de Dublín, cediendo las ganancias para atender a los necesitados. A partir de ahí, aumenta su independencia, sufriendo momentos graves de miseria, libre de lo que entonces constituía la industria de la música. Si amó a Dios, lo hizo a través de lo que mejor sabía hacer, componer. Hendrix, en contraposición a Händel, no conoce la religión, pero su primer contacto impactante del poder embriagador de la música fue al atender un servicio religioso con los coros de góspel en la Grace Methodist Church con su amigo del instituto Terry Johnson. Después declararía que su iglesia era la propia música, desarrollando “Electric Church”. En los últimos días de su vida sufriría una visión cosmogónica de la Naturaleza, en su agotamiento, el intento de liberarse de las drogas en Hawái, ciertas lecturas y la depresión grave que tenía encima.
Muerte, drogas e industria es un infierno que se barajó y se baraja hasta fechas recientes (Amy Whinehouse). Si Händel sufrió su crisis de salud y salió reforzado de ello a una edad madura, Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison fallecieron los tres en menos de nueve meses, precedidos por Brian Jones en situación nunca bien clarificada. El consumo masivo de drogas, la presión de la industria sobre la máquina de hacer dinero en la que se convierten los artistas y la respuesta de la creatividad y la labilidad de la juventud ante la adversidad merecen una reflexión sobre nuestro comportamiento como sociedad y la ética de las empresas. En enero de 1969 retorna a BrookStreet, realizando entrevistas y fotografías , el 4 de enero hace su aparición en la BBC y realiza sus dos conciertos en el Royal Albert Hall en febrero. Vuelve a Nueva York, donde se produce la ruptura final con Kathy, viéndole en la situación de locura en la que se había metido. De ahí el declive de su situación física y mental con una depresión casi maníaca, apostando por un futuro mejor, que no llegó, quedando ahogado en su propio vómito el 18 de septiembre de 1970 en el Hotel Cumberland, en Notting Hill. Händel fallece en Brook Street a la edad de 74 años con una ingente obra a sus espaldas. Hendrix se compró sus discos y dijo que le inspiró al componer ‘Electric Ladyland’, considerada su mejor obra de estudio.
Seguimos ahí, dejó un legado pecuniario que quedó en el caos, pero, sobre todo, nos legó sus temas y horas y horas de grabación de las que siguen sacando versiones. “Cuando el poder del amor sobrepase el amor al poder, el mundo conocerá la paz”, postuló Jimi Hendrix. Nos falta todavía mucho para ese tiempo. Por ahora, disfrutemos de los momentos de la buena música.
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7 comentarios
Gran resumen el que se ha marcado Maria Gala sobre dicho museo dedicado al mejor guitarrista de la historia del Rock como fue ese genio de Seattle llamado JIMI HENDRIX haciendo balance sobre su historia musical e influencias junto con otras interesantes anécdotas.
Lo más impactante del bien combinar los sonidos y el tiempo, es la capacidad de percibir un sentimiento y expresarlo sabia y liricamente con esa armonía y feeling que tienen los grandes,ya sea en poesía o ejecutandolo lo mejor que lo puedas hacer.Mis respetos Maestros.
Excelente, María!
Excelente relato, María!