Crónica de Therion y Satra en Madrid: “Lo sobrenatural ante nuestros ojos”

7 marzo, 2024 5:48 pm Publicado por  Deja tus comentarios

Hay bandas que son totémicas en su estilo, referencias absolutas imposibles de desplazar del escalafón alcanzado a base de obras indispensables que han marcado el devenir del género e iluminado el sendero por el que después irían transitando otros grupos posteriores. En la esfera del metal sinfónico, Therion es una autoridad que sigue ejerciendo como tal no solo por lo que fue, sino por lo que sigue siendo, al menos en terrenos de un directo que sigue siendo un vergel musical en el que uno solo puede recrearse a placer y exprimir cada segundo de suntuosidad sonora.

Therion

La banda capitaneada por el infatigable guitarrista y mente pensante Christofer Johnsson cerraba un dilatado periplo ibérico en la sala Mon de Madrid, y que cayese en domingo no fue óbice para llenar su aforo de un público tan heterogéneo como su propia propuesta. Sibaritas del sinfónico y el progresivo se codeaban con heavies de toda la vida frente a un escenario que fue estrenado por Satra, una incipiente banda finlandesa de metal sinfónico que caldeó el ambiente sin lograr en ningún momento que hirviese al son de las canciones de ‘Sand of Time’, su reciente primer elepé, y su EP debut, ‘My Burned Paradise’.

Satra

Satra ofrecieron un show correcto y con una robusta adherencia de su base rítmica y sus poderosas guitarras a un sustento sinfónico disparado en su totalidad que construía una propuesta muy consistente. Sin embargo, la voz de su cantante, Pilvi Tahkola, no se aposentó del todo bien sobre el sólido suelo instrumental de sus compañeros de banda, no empataba con la pomposidad de su concepto y resultaba algo aniñada y disonante, si bien era más efectiva cuanto más la teatralizaba y menos incurría en un lirismo donde no era demasiado convincente.

La densidad sonora y las buenas ideas de la banda tuvieron al otro lado de la balanza cierta que sus canciones adolecían de momentos rompedores y tampoco eran excesivamente memorables, con lo que los presentes acogieron con cierta frialdad la actuación. Eso sí, al arranque de “Shadow Engine” respondió afectuosa al llamado a las palmas de la cantante, que se desmelenó más en la contundente y efectiva “Scarecrow”, en la que el guitarrista Niko Valjus salió al corte con algunas voces guturales sin demasiado que subrayar. Temas como la última mencionada, “Travellers”, “Secret Place” o la concluyente “Golden City” bien merecieron el aplauso final del personal, pero dejaron de relieve que, tanto a nivel vocal como de puesta en escena, hay un camino por recorrer. Lo bueno es que tienen piernas y música para hacerlo.

Therion

Dispuestos a hacer un show más largo de lo que a priori estaba estipulado, Therion salió a escena un poco antes de las nueve de la noche sin más escenografía que su logo sobre una estrella de unas cuantas puntas – seguro que atesora una simbología tan inescrutable como buena parte de sus líricas – emitido sobriamente en la pantalla de leds tras el escenario y en las pantallas de la propia sala. Lejos quedan aquellos biombos que tanto juego dieron cuando presentaron ‘Sitra Ahra’ en la Sala La Riviera.

Que el escenario fuera más modesto no restó ni un ápice de grandilocuencia ni majestuosidad a una gala que arrancó pisando fuerte con uno de sus clásicos más heavies, “Blood of Kingu”, en la que Thomas Vikström, que portaba casco y gafas de aviador reforzando un plano estético siempre cuidado e imponente, demostró que sus agudos siguen en un plano tan despampanante como sus invencibles registros operísticos. Las voces de la española Rosalía Sairem y la retornada norteamericana Lori Lewis, que siempre he pensado que es dueña de una de las mejores gargantas del panorama del metal sinfónico, bombeaban la sangre desde nuestros ventrículos como lo haría un marcapasos conectado a la red eléctrica de la sala.

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Vikström se dirigió con suma efusividad al personal, ávido de temas de la vieja escuela, avisando que habría muchos de estos, pero también cortes más novedosos, como los que forman parte de su trilogía ‘Leviathan’, que los trajo de vuelta a Madrid después de seis años de ausencia. A su tercera entrega pertenece una “Ruler of Tamag” resultona en directo, tanto casi como la celebradísima “Birth of Venus Illegitima”, excelso escarceo por las entrañas discográficas de una banda única, inimitable y, a menudo, maravillosamente indescifrable. El virtuoso guitarrista argentino Christian Vidal y su homólogo al bajo, Nalle Påhlsson, cooperaban a los coros junto los aventajados vocalistas, formando parte de uno de los mejores juegos de voces que se pueden contemplar en vivo en el plano del metal.

Rosalía, Lori y Thomas, que se habían desplazado a la trasera del escenario, volvieron al primer plano con “Tuonela” y la más crepuscular “Twilight of the Gods”, que conjugaron complejidad y accesibilidad, cercanía a la audiencia y teatralidad operística por parte de unos vocalistas capaces de introducirnos en esa dimensión paralela que Therion es capaz de crear y tiznar de genialidad, misticismo y evocación.

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También hay romanticismo en Therion, el de la canción melódica francesa a la que rindieron su particular tributo en aquel ‘Les Fleurs du Mal’, del que primero extrajeron “Mon amor, mon ami”, de Marie Laforêt, en la que Rosalía cantó como los ángeles portando una rosa blanca para que después Lori los dejara patidifusos con su voz y ambas rechazasen, en un momento muy teatral, a un resignado Thomas, de gesto serio, brazos cruzados y voz ecuménica. Luego llegaría “La Maritza”, de Sylvie Vartan, ideal esta última para poner toda la sala patas arriba y que todos coreásemos su lalalá mientras nos imaginábamos como extras de una película de los años sesenta en blanco y negro. Y al fondo, la torre Eiffel, pero sin disturbios en sus alrededores.

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Thomas Vikström comentó, de vuelta a los temas originales, que lo que iba a ser un disco se terminó convirtiendo en tres, dando paso a “Leviathan”, sucedida por una tremenda “Asgård”, que nos transportó a aquel recordado ‘Secret of the Runes’ y fue inaugurada por un sensacional juego de guitarras dobladas entre Christian Vidal y Christofer Johnsson, perfectamente compaginados y con una complicidad suprema durante todo el show. También dominio de sus álbumes clásicos es “Morning Star”, a cuyo final Thomas permaneció inmóvil durante más de medio minuto con los cuernos en alto como si de un mimo se tratase. Es oriunda de un ‘Vovin’ (1998) del que a quien suscribe le habría hecho más ilusión “Wine of Aluqah” o “Clavicula Nox”. No siempre llueve a gusto de todos, y son tantas sus barbaridades en clave de metal sinfónico que necesitaríamos un show de cinco horas para integrarlas todas. O conciertos de Therion con más frecuencia, a ver si convencemos a Christofer, cansado de lo aburridos que se le hacen muchos aspectos de las giras.

También de ‘Vovin’ extrajeron, acto seguido, una prescindible “Black Diamonds”, antes de la cual se dirigió a la audiencia Rosalía Sairem con un sonoro “¡buenas noches, Madrid!”. Comentó que era para ella un gustazo decirlo por fin, puesto que, aunque no nació en la ciudad, sí había vivido en ella muchos años. Se la notaba exultante, muy feliz de actuar con Therion por fin en la capital.

Envolvente, fascinante e inusitadamente eficaz resultó “Ginnungagap”, seguida de “Litany of the Fallen”, con profusión de corales. Arribó tras ella uno de los momentos más mágicos de la velada, el de una siempre evocadora y maravillosa balada “Siren fo the Woods”, solo empañada por aquellos que confunden un concierto con un pub a las tres de la mañana y vociferan sus charlas, cerveza en mano, sin respetar a los artistas ni al público que desea sustraerse ante una obra maestra de la música sinfónica, sosegada y melódica. En ella, Rosalía apareció cantando mientras portaba un farol y, aunque el piano esta vez no fue interpretado en directo por Lori Lewis como en otras ocasiones, resultó sublime, exquisita.

La propia Lewis avanzó una canción iracunda y nos preguntó si estábamos listos para un tema corto, aunque admitió que un fan de Therion “nunca está listo para temas cortos”. Así, dieron paso a “Aeon of Maat”, para que después Rosalía celebrase el regreso de Lori Lewis ante un personal contentísimo de tener ante sí a semejante portento vocal.

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“Lemuria” fue la puerta de entrada a una fase del concierto en el que ya todo iba a ser excelencia, la de la única banda que sería capaz de elucubrar una canción tan completa y colosal que no precisa de pisar el acelerador para hacernos flotar. “Sitra Ahra” fue la única que paladeamos del monumental disco lanzado en 2010 al que presta su nombre, y resultó abrumadora, inmensa, con desempeños vocales de otro planeta por parte de los tres cantantes en liza. ¿Se habrá reencarnado en ellos alguno de esos semidioses que pululan por las letras de Therion?

Con la garra, intensidad y gancho que se le presupone sonó “Quetzalcoatl”, cuyo testigo tomaron “Eye of Algol” y una potente y expeditiva “Son of the Staves of Time”, uno de los cortes más arquetípicos y a la vez más efectivos de todo el repertorio, y el único que escogieron de un ‘Gotthic Kabbalah’ (2007) que, sin duda, merece más protagonismo en sus repertorios.

Therion

Dejando a un lado la solemnidad y la suntuosidad en la puesta en escena – que no en la música –, Thomas Vikström, muy vinculado a nuestro país, se atavió con una ostentosa camiseta con el escudo de España en el centro y cruces de Borgoña en las mangas, un gesto que ha de ser interpretado, suponemos, como deferencia y no como apología de según qué connotaciones perniciosas. Innecesarias fueron también las recurrentes comparativas entre Barcelona y Madrid por parte de Christofer Johnnson cuando empuñó el micro sin más intención de agradecer al personal su asistencia y animar el cotarro con el pretexto de que hiciéramos más ruido que el público de la capital catalana. Pelillos a la mar, unos gritos, unos aplausos y el eterno agradecimiento a su genialidad sin parangón. Todo ello acaeció en una recta final en la que nos sumergimos en aquel ‘Theli’ (1996) que marcó un antes y un después con cortes como “Rise of Sodom and Gomorrah” y “To Mega Therion”, himnos que allanaron en terreno sobre el que Therion se convertiría en icono celestial del metal sinfónico europeo.

“¡Rosa, Rosa!”, coreaba al terminar el show el público, alabando a la cantante española, la última que abandonó un escenario sobre el que la magia, lo sobrenatural, volvió a deslumbrar ante nuestros ojos, a narcotizar nuestros oídos, a elevar nuestros sentidos hasta la galaxia de la que supuestamente vinieron los Anunnakis esos, según las viejas escrituras que tanto han inspirado a la banda. Existan o no – yo no lo veo claro –, lo sobrenatural estuvo, de nuevo, campando a sus anchas en el mundo terrenal.

Jason Cenador
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