Crónicas
José Ignacio Lapido en Bilbao: La estocada perfecta
«Lapido, al igual que Don Jaime Astarloa de ‘El maestro de esgrima’, parece que ha dedicado toda su vida a encontrar la estocada perfecta. Y por lo que vimos en este concierto, sin duda la ha conseguido hallar en términos artísticos.»
20 mayo 2023
Kafe Antzokia, Bilbao
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Nunca se insistirá demasiado en el poder de las palabras, sobre todo en una época en la que parecen triunfar artistas que cantan en jergas incomprensibles o facturan textos que harían sonrojar a cualquier estudiante de los de antaño. Por ese motivo debería tratarse como a una auténtica aristocracia a todos aquellos que priman el lenguaje sobre la música, caso de Bunbury, Nacho Vegas y tantos otros que realmente se preocupan por el mensaje en sí mismo y se niegan a cantar indignidades que inciten a mover el culo y demás ponzoña.
En este selecto grupo incluiríamos sin duda a José Ignacio Lapido, una figura clave de nuestro rock con una extensa trayectoria que comenzó allá por finales de los setenta junto a los míticos granadinos 091. Más tarde, pasó por una etapa en la que compuso para otros artistas antes de lanzarse por fin en una trayectoria en solitario que sus seguidores ya reclamaban hace tiempo. Y así llegamos a su último álbum ‘A primera sangre’, donde ha dotado de una especial personalidad a un rock de autor de marcado carácter poético, pero no por ello cursi o petulante.
Es curioso que algunos tengan a Lapido por un autor atormentado o triste, pese a que tampoco cante sobre drogas o turbiedades como el Nacho Vegas de los inicios. Diría que sus canciones poseen un enfoque más filosófico en el que en ocasiones se plantean dudas, pero uno siempre conserva la convicción de que tarde o temprano la luz saldrá por algún lado.
Como hemos dicho, no se trataba de un neófito, sino de un tipo con una carrera más que consolidada, por lo que el bilbaíno Kafe Antzokia anduvo a reventar para la presentación de su material más reciente. Si no se agotaron entradas, poco faltaría. Había además peña tan fan como Aitor Bakaikoa, que al pasar a nuestro lado nos dijo: “Apunta bien, sí, que no vas a ver nada mejor que esto”. Vaya expectativas, señor.
La verdad es que José Ignacio Lapido se lo curra bastante en los directos, dicho sea con la mayor objetividad posible. Arrancó en plan misterioso con “Antes de morir de pena” y mantuvo el interés en “No digas que no te avisé”, pero no fue hasta “Lo que llega y se nos va” cuando pegó un subidón importante acercándose al rock épico de Springsteen y haciendo sentir a los fieles que lo de aquella noche iba a ser algo especial de veras.
El granadino agradeció entonces el apoyo y consideró a la música como “buena cura para el alma” antes de sosegar un poco el ambiente con “Arrasando”, un tema que por su entonación y características se podría imaginar perfectamente cantado por Bunbury. Y lo mismo sería posible aplicar a “Curados de espanto”, otro rock de autor en el que el respetable incluso se animó a cantar.
Seguro que no existen muchos compositores actuales que hayan dedicado una pieza como “Uno y lo contrario” a “superhéroes del pensamiento” como Praxíteles, Anaxágoras y toda esa peña de la antigüedad. Y mostrándose todavía más especial, esperó que la melancólica “De cuando no había nacido” entrara dentro de “los grandes clásicos del Si bemol”. Desde luego, el ingenio no es coto exclusivo de sus letras.
“Antes de que acabe el día” se mueve por ese country de regusto americano en el que Lapido parece sentirse tan cómodo y el inicio psicodélico a lo The Doors de “Malos pensamientos” provocó que desde la concurrencia se gritara: “¡Esa banda!”. Era una puntualización muy importante además, ya que los que acompañaban al maestro granadino no se antojaban para nada unos pelagatos, sino unos artistas como la copa de un pino en sus respectivos instrumentos. Resultó una interpretación deslumbrante, pues al final no dudaron en enredarse en punteos como si fueran Lynyrd Skynyrd.
Lapido admitió un tono premonitorio prepandemia en “No queda nadie en la ciudad” y recuperó la pura electricidad en “Lo creas o no”. Ya se echaba un poco en falta el rock, aunque el repertorio se tornó bastante dinámico, con montes y valles intercalados con precisión de orfebre. Y en “Por sus heridas” apeló de nuevo a la nostalgia, una maravilla donde se funden experiencias vitales con amor por la música.
“¡Cuidado!” confirmó que considerar a esta banda “de acompañamiento” se antojaría una profunda injusticia, aparte de ese soberbio eco Springsteen que volvemos a encontrar, mientras que “No hay nada más” sonó mucho más vigorosa en las distancias cortas que en estudio. Y “El dios de la luz eléctrica” insufló todavía más fuerza con riffs rotundos y estrofas geniales como “Acaba de morir de viejo el nuevo orden mundial”. Esta sí que era manera de despedirse.
Había peña muy fan, ya lo hemos dicho, así que el granadino no tardó en regresar con “De noche la verdad”, un corte para reflexionar sobre los pasos tomados. “En el ángulo muerto” era otra composición soberbia que nos condujo hacia “La versión oficial”, todo un manual sobre cómo escribir sobre la manipulación informativa sin resultar panfletero. “Cuando por fin” recuperó ese aire al Boss que tanto nos mola y se convirtió en un fin de fiesta con los ánimos realmente caldeados.
Prueba de que la dedicación de Lapido a la parroquia no era para nada impostada estuvo en el hecho de que volvió por segunda vez con “Escalera de incendios”, una lección de clase con el guitarrista y el batería apoyando a los coros. Y “La antesala del dolor” nos ofreció un nuevo contraste entre reposo y cierto frenesí, un terreno resbaladizo en el que el 091 se mueve con una destreza absoluta.
Lapido, al igual que Don Jaime Astarloa de ‘El maestro de esgrima’, parece que ha dedicado toda su vida a encontrar la estocada perfecta. Y por lo que vimos en este concierto, sin duda la ha conseguido hallar en términos artísticos. No creo que muchos sepan guardar semejante equilibrio de funambulista entre temas rockeros y sosegados. Un don por el que se podría haber pagado hasta doscientos escudos, como por la táctica infalible de Astarloa.
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1 comentario
Extenso resumen hacia el buen concierto que se curró el granaino JOSE IGNACIO LÁPIDO y sus buenos músicos en el Antzokia bilbaino presentando su último álbum.