Crónicas

Fields of the Nephilim: Nephilim Interruptus

«“Una actuación/eucaristía que, por muy poco, no nos dejó que contactáramos finalmente con lo trascendental”»

30 marzo 2018

Sala Mon Live, Madrid

Texto: Yorgos Goumas. Fotos: Alfredo Villaescusa

El 22 de octubre del 2010 la comunidad oscura de Madrid pudo disfrutar de la última actuación del combo inglés en nuestro país en la ya desaparecida sala Heineken (Arena). El hiato se extendió hasta el pasado Viernes Santo, un día triste y de luto para los fieles católicos. Mientras ellos acudían a las procesiones que inundaban las calles de la capital, un grupo de acólitos de Fields of the Nephilim formaba su propia procesión en la entrada de la sala, aunque más que dolor, el sentimiento imperante era una mezcla entre la expectación y el júbilo (sí, hasta los darks tienen sentimientos más… luminosos). No se puede acudir a una “ceremonia” así todos los días, por lo que la congregación esperaba con ansiedad ver a Carl McCoy, el sacerdote/chaman y líder de la banda, quien nos dio su “bendición”; una bendición que quizás recayó sobre nosotros demasiado temprano (a las ocho y media de la tarde) para una banda de música noctívaga y algo corta de duración. Oremus.

El corto tema instrumental “Dead But Dreaming” sirvió como intro del concierto con el objetivo de que entráramos en el espíritu místico de esta reunión. Mientras tanto, uno por uno, los miembros de la banda subían al escenario. Los acordes característicos de “Dawnrazor” señalaron el comienzo de la ceremonia; McCoy fue el último en subir con su perene atuendo de vaquero infernal, apoyándose en el pie de micrófono cual Jim Morrison (el otro chamán por excelencia del rock). Su voz de ultratumba y rasposa retumbó por toda la sala inundando de exaltación a los fieles. El sonido, con los reverbs al máximo pero siempre bajo control, transmitía muy bien el ambiente de planicies interminables donde estos vaqueros infernales nómadas merodean ávidos por captar almas para su colección particular. “Endemoniada” prosiguió con ese ambiente que evoca al salvaje oeste a lo spaghetti western pero como si hubiese sido firmada por un Alejandro Jodorowski o Alex Cox. Los coros pregrabados angelicales indicaban que “Love Under Will” era la siguiente que iba a sonar, una canción con un título obviamente “crowleyniano” pero que, según otros, también hace referencia al uso de técnicas de privación sensorial para alcanzar otros niveles de conciencia e incluso vislumbrar el umbral de la propia muerte. Las referencias al ocultista Aleister Crowley prosiguieron con el tema “Moonchild”, uno de los temas más característicos de los FOTN y que comparte título con la novela que escribió Crowley acerca de la creación de un superhumano a través de la magia negra. La única concesión del setlist al pasado más reciente de la agrupación fue la inclusión de “Prophecy”, un single del 2016 que roza el metal industrial, un género musical explorado en el disco ‘Zoon’ que McCoy editó bajo el nombre de The Nefilim en 1996. “At the Gates of Silent Memory” es lo más cercano a una power ballad que han compuesto FOTN, ya que más que una oda a la Diosa primigenia, McCoy parece que ha incorporado su declaración de amor incondicional hacia su pareja. Hasta los adalides de la oscuridad tienen su lado más frágil, aparentemente.

La intro con el órgano eclesiástico indicaba que el mejor tema para invocar espíritus, demonios, dioses o lo que queráis, uno de los más místicos y épicos de la música popular, “Psychonaut”, estaba a punto de llevar la ceremonia a su clímax. Una composición que, en mi opinión, encierra toda la esencia de FOTN tanto a nivel musical como temático; para escuchar con los ojos cerrados en un lugar solamente iluminado por velas hasta alcanzar el trance. Sublime. Los coros gregorianos también indicaban que “Last Exit for the Lost” estaba a punto de sonar. Un corte que, a pesar de sus referencias al Cthulhu y a Sumeria, aparentemente es una metáfora acerca del deseo de escapar de este mundo mundanal (valga la redundancia) no a través del suicidio, como se ha especulado, sino a través del amor y la creatividad.

Para los bises, nos reservaron, primero, “Vet for the Insane”, acaso acerca de la obsesión (¿sexual?) o el desequilibrio mental; nunca se sabe con las letras cripticas del señor McCoy. La velada ceremonial llegó a su fin con “Mourning Sun” (con esa parte central de teclados que me recuerda al “Tubular Bells” de Mike Oldfield) para que, después, McCoy soltara la única frase dirigida a sus acólitos en toda la velada (“Thank You”) y desapareciera en la densa niebla de humo que dominó el escenario durante todo el concierto.
La actuación se me hizo demasiado corta, apenas 80 minutos (aunque los que les han visto más veces sabían que esto iba a ocurrir ya que es algo habitual en ellos), y me faltaron temas como “Preacher Man”, “For Her Light”, “Sumerland”, “Chord of Souls” o “Blue Water”. Así que tuve esa sensación de Nephilim interruptus, una actuación/eucaristía que, por muy poco, no nos dejó que contactáramos finalmente con lo trascendental. Forever remain! 

Etiquetas: ,

Categorizado en: , ,

Esta entrada fue escrita por Yorgos Goumas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *