Crónicas

Dirty Honey en Bilbao: Un atractivo envoltorio

«Lo que contemplamos aquella noche fue algo de sobra conocido, pero oculto bajo un deslumbrante papel de regalo, de esos tan llamativos que hasta llegaba a eclipsar al objeto en sí.»

13 marzo 2024

Kafe Antzokia, Bilbao

Texto: Alfredo Villaescusa. Fotos: José Crespo (Barcelona)

Hay que ver lo importante que es la manera en la que te presenten las cosas. No es lo mismo encontrarse con un producto sin gracia que una propuesta que ya parece fascinante en un primer momento mucho antes de hincarle el diente. Dicen que la comida entra por los ojos, pero podría decirse que en el caso de la música ese mismo fenómeno también sucede con frecuencia. No olvidemos que el atractivo de unas lentejas no reside en una espectacular disposición en el plato, sino en un sabor contundente y reconocible de inmediato que te acompaña durante varias horas.

En ocasiones, sin embargo, te sirven algo que no sabrías precisar si se trata de alubias o lentejas, un mero potaje de varios elementos revueltos que puede servir para calmar el hambre en un momento dado, pero que tampoco constituye una experiencia gastronómica deslumbrante. Con los angelinos Dirty Honey sucede un poco esto último porque por sus influencias hard rockeras, con Aerosmith o Led Zeppelin a la cabeza, deberían apetecer a cualquiera, aunque luego en las distancias cortas uno tampoco sale pensando que ha sido el concierto de su vida.

Esto último unos cuantos sí que lo debieron barruntar porque ya tenía mérito abarrotar el bilbaíno Kafe Antzokia en pleno ecuador de la semana, con una espectacular muchedumbre muy entregada y unos cuantos músicos entre el mismo público, como el cantante de los muy en boga Head Holes, o Iván, el guitarrista rubio de Lendakaris Muertos, entre otros artistas que divisamos por ahí.

De entrada, los tipos de Dirty Honey iban elegantemente vestidos con sombreros, gafas de sol, fulares y demás abalorios que Steven Tyler y compañía ya utilizaban hace décadas. Haber sacado el micro envuelto en pañuelos se hubiera considerado un plagio flagrante. En determinados géneros, las formas siempre son importantes, el hard rock sin duda es uno de ellos.

El arranque con la enérgica “Can’t Find The Brakes”, que también daba nombre a su último disco, prometía bastante. La expectación estaba generada, por lo que la atención del personal la tenían ganada de antemano. El aire Free de “California Dreamin’” no era mala opción para mantener el ímpetu del inicio, ni tampoco “Heartbreaker”, todo un temazo de hard rock. Cualquier grupo que aspire a ser grande de verdad debería contar con una canción con ese título en su repertorio.

El frontman Marc LaBelle comandaba de manera aceptable el cotarro, con buena voz, actitud y elegancia, pese a que resultara quizás demasiado afectado en ciertos momentos en los que te parecía estar en medio de un videoclip. Respecto a las vueltas que daba el cantante con el pie de micro, vuelvo a pensar en Steven Tyler, pues seguramente sea uno de sus gestos más característicos en escena.

“Dirty Mind” sonaba a refrito de cosas ya escuchadas anteriormente, pero no desagradaba. Y “Tied Up” no se apartaba tampoco demasiado de los parámetros de sobra definidos. Para engrandecer el instante, el cantante y el bajista no dudaron en reproducir la mítica pose de Jagger y Richards, o Steven Tyler y Joe Perry, cantando a la vez en un micro. Hay que guardar las formas, eso siempre.

“Coming Home (Ballad of the Shire)” constataba que sus trucos se les veían a la legua, pero por lo menos eran efectivos, si tenemos en cuenta la aceptación de la gente. Subieron, eso sí, un gran escalón en la revisión en clave más country que se marcaron del “Honky Tonk Women” de The Rolling Stones, que fue coreada hasta la extenuación.

“Don’t Put Out The Fire” encauzó la progresión ascendente del bolo y hasta desató una cascada de aplausos por lo mucho que se lució el vocalista. Esta era una de sus grandes piezas, por lo que se recrearon en el momento y el frontman incluso se subió a un monitor para hacer cantar a la peña. No inventarán la rueda, pero en determinados terrenos se movían cual pez en el agua.

El influjo sureño de Lynyrd Skynyrd se notó en “Another Last Time”, donde pidieron a la concurrencia gritar “Yeah” y fuimos de cabeza directos hacia el final del show con “When I’m Gone”, efectivo hard rock a la vieja usanza con tonos herederos de Robert Plant. El estribillo fue coreado a pulmón, la peña venía con la lección aprendida.

Regresaron a las tablas para los bises con “Won’t Take Me Alive”, de lo más destacado de su limitado catálogo compuesto por apenas un par de discos, y el cantante confraternizó con los fieles pillando un móvil de un fan y consiguiendo que todo el mundo saludara a una persona al otro lado de una videollamada que nadie conocía. Seguro que no se les olvida ese día.

Los solos de bajo o batería metidos con calzador amuermaron hasta al más predispuesto. Qué necesidad de perder el tiempo cuando podrían haber recurrido a otra versión tan bien recibida como la de los Stones. Ahí se pegaron el tiro en el pie y “Rolling 7s” tampoco solucionó demasiado, a pesar de su profundo perfume a Led Zeppelin.

Lo que contemplamos aquella noche fue algo de sobra conocido, pero oculto bajo un deslumbrante papel de regalo, de esos tan llamativos que hasta llegaba a eclipsar al objeto en sí. Un atractivo envoltorio que entraba por los ojos, pero que una vez descubierto no dejaba una impresión duradera, sino más bien de déjà vu. Una experiencia que ya habíamos vivido.

Alfredo Villaescusa
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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

1 comentario

  • Juandie dice:

    Pedazo de resumen hacia el gran concierto rockero y cañeros que se curraron los DIRTY HONEY en el mitico Kafé Antzokia bilbaino a través de estos grandes temas. Ojala le tengamos muy pronto por nuestro bello pais.

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