Crónicas

Belako: Vestigios de la otra normalidad

«Aunque los mensajes feministas no suelen faltar en sus bolos, nunca nos pareció que en ese aspecto se tornaran agobiantes. El politiqueo es otra cosa.»

27 junio 2020

Autocine Getxo, Getxo (Bizkaia)

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Quizás a partir de ahora debamos recurrir al cine para recordar lo que eran las reuniones aquellas en las que la gente se tocaba, daba abrazos y demás. Y eso por no hablar de esas películas en las que se podía ver al personal tranquilamente fumando en la consulta del médico y en cualquier tipo de transporte público. Hechos rutinarios antaño que hoy en día levantarían suspicacias e incluso denuncias a las autoridades pertinentes. Ya hemos visto cómo inocuas estatuas acaban vandalizadas por ignorantes incapaces de aceptar las sombras de su propio pasado.

Menos mal que con el tema de la pandemia empezamos a vislumbrar la luz al final del túnel y van volviendo las actuaciones en directo, aunque sea con cuentagotas, en formato reducido y con las necesarias medidas de seguridad. Un panorama que desde luego invita más a ofrecer bolos reposados en los que meditar con la mano en la barbilla que a ese frenesí o explosión de adrenalina que solemos asociar a los conciertos de verdad y no a los sucedáneos con distanciamiento social que tanto pululan estos días.

Parece mentira la influencia que ha tenido el séptimo arte a la hora de conformar nuestras ideas hasta el punto de que al mencionar la palabra autocine muchos piensan instantáneamente en descapotables, parejas dándose el lote y demás detalles accesorios que hemos visto mil veces en pelis americanas. Pero nada más lejos de la realidad, la campa destinada a tal fin en la localidad vizcaína de Getxo no incitaba a carreras de coches en plan ‘Grease’, sino que más bien se asemejaba a un merendero o un improvisado parking, no exento de cierto encanto, eso sí.

Si alguna banda ha sabido adaptarse rápido a las restricciones derivadas del coronavirus para la música en vivo, esos han sido Belako, que no dudaron en montarse en una caravana y recorrerse así a lo hippie autocines de Madrid, Denia o Getxo. Una manera inteligente de burlar al virus que no impidió que en la capital del Estado muchos salieran de los vehículos presa de la emoción, a pesar de que podía seguirse el concierto desde la radio del coche. Las reacciones de la peña a veces son imprevisibles.

Y algo parecido sucedió en el recital que dieron en Getxo en un recinto dividido entre terrazas y aparcamiento, con un ambientazo total en las mesas y arrebatos de pasión que ejemplificaban el hambre general que había de un evento de estas características. Porque por unos momentos nos olvidamos de ese horripilante concepto de “nueva normalidad” y las cosas volvieron a ser como antes, con grupillos cantando, saltando y dejándose la piel. Estando al aire libre, la mascarilla dejó de ser una obligación y pasó a ser una mera elección personal, la mayoría de los asistentes sabían a lo que venían. Y qué queréis que os diga, entre contagiarse en una aerolínea o en un concierto, un servidor elegiría siempre lo segundo.

Con cierto nerviosismo pero seguros de sí mismos, iniciaron la velada apelando a su último larga duración hasta la fecha ‘Render Me Numb, Trivial Violence’, no sin antes sorprender con “Monster”, toda una elección inusual para iniciar el show. A los de Munguía nunca les asustó innovar o dar vueltas de tuerca y por eso mismo han pasado de ser un simple grupo con influencia de Joy Division y el grunge noventero a otra cosa mucho más compleja, composiciones tipo “Lungs” o “Maskenfreiheit” dan buena fe de ello. Y al igual que grandes genios de la música tipo Dylan, no renuncian tampoco a proporcionar nuevo lustre a canciones pretéritas de su debut como “False Step. Si hubiera que señalar algún fallo a su repertorio de esa noche sería que quizás sacrificaron en pos de las novedades del EP ‘Profile Anxiety’ piezas del estilo de “Vandalism” o “Zaldi Baltza”, que siempre suelen transformarse en un fiestón épico. Cuestión de gustos.

“Hemos ensayado mucho”, advirtió la vocalista Cris más glamurosa que nunca. No en vano fue una de las protagonistas de la velada, clavando cada tono, derrochando elegancia cuando la ocasión lo requería y sacando la furia punk en los momentos más tralleros. Es impresionante lo que ha crecido como frontwoman desde que optaron por concentrarse cada uno en lo suyo y no cambiar tanto los instrumentos. No es la primera vez que ponemos a esta chica por las nubes, pero se trata de una simple apreciación objetiva. Aquella noche se salió. Poderío para regalar.

Y muchos deberían pensar lo mismo porque aplaudieron a rabiar a Cris cuando se acercó al borde del escenario antes de un “Mum” que sonó casi reggae, otro lavado de cara con éxito. Relajaron ánimos con “Marinela2017” y no dudaron al sumergirse en el post punk profundo y sinuoso de “All Nerve”. “Un poco de caña antisistema, que hay mucho sistemático”, dijo la carismática cantante sin explayarse, tal vez mordiéndose la lengua después de que por redes sociales alguno le achacara que hablara demasiado de “política”. Y aunque los mensajes feministas no suelen faltar en sus bolos, nunca nos pareció que en ese aspecto se tornaran agobiantes. El politiqueo es otra cosa.

Las ínfulas neoclásicas de “Hegodun Baleak” rompieron la tónica a su favor, con el guitarra Josu tomando las tareas vocales, un oasis previamente a regresar al sonido más accesible de “Track Sei”. La faceta coral sobresalió en la novedad “Truce”, no sin antes recordar la espectacular recepción que tuvieron en Getxo al agotarse las entradas “en dos días”. Y cerraron otro recital de altura en su trayectoria con “Tie Me Up”, recibida como un auténtico clásico que seguro sigue encontrando su hueco en repertorios futuros.

Los gritos de “beste bat” fueron atronadores, por lo que no tardaron en regresar con su himno “Sea of Confusion”, con las mesas casi vacías y las primeras filas llenas de gente sin separación ni hostias. Lo de expresar emociones todavía no es punible, ¿verdad? ¿O acaso merecería reprobación si se le escapara una risa o un llanto a algún asistente? Que regresen las costumbres de antes. Y salud para todos, claro que sí.

Abrumados por la respuesta del personal, los vizcaínos no ocultaron el placer de tocar a escasos kilómetros de su Munguía natal y la bajista Lore hasta saludó a familia y conocidos. No podrían despedirse sin acordarse de “las brujas mayores, que son las madres” en “The Craft”, otra opción arriesgada antes del post punk desatado de “Over The Edge”.

Moló mucho, en definitiva, su nuevo repertorio y disfrutar de pequeños vestigios de la otra normalidad, esa en la que se montaban pogos y no pasaba nada si te rozabas con otra persona, gestos proscritos en la actualidad. ¿Y Robb Flynn de Machine Head decía que los conciertos en autocines eran una “mierda”? Pues oiga, como en todo en la vida, depende.

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Alfredo Villaescusa
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