VITA IMANA: LA LLAMADA DE LA TRIBU

Sala Santana 27, Bilbao

Por muy racionales o sofisticados que seamos a veces pueden los instintos más primarios. Porque al fin y al cabo, tal y como dice esa frase tan manida, somos animales de costumbres, seres vulnerables víctimas de pasiones irrefrenables ante las que el intelecto ejerce poca o ninguna influencia. Es en esas situaciones cuando nos entregamos a esa pulsión básica que ha existido desde los albores de la humanidad: la necesidad del calor de los semejantes.

Un repicar de tam tam bajo la luna similar al de ‘Los Mitos de Cthulhu’ resonaría en la cabeza de los que se acercaron a comprobar in situ las influencias étnicas de los madrileños Vita Imana. Un grupo que está destinado a dejar su impronta en el panorama nacional, y tal vez también fuera de nuestras fronteras, después de su actuación en el Wet Stage de Wacken o el Basinfire Fest de la República Checa. Lo que está claro es que siguen una progresión incesante que culminará de momento en el final de gira en la Sala Arena de la capital el próximo 17 de noviembre.

Pese a que se congregó una multitud suficiente para arropar a los músicos y crear ese requerido ambiente que convierte los bolos en legendarios, un servidor opina que todavía merecen arraigar bastante más en el País Vasco y colocarse al nivel de sus paisanos Hamlet o Sôber, por citar dos ejemplos claramente representativos. Pero tiempo al tiempo, si siguen por esa senda, a buen seguro no tardarán en ampliar la recolecta por el norte de la península.

Abriendo un cartel con tres propuestas casi en las antípodas, a los locales Dabelyu se les notó un tanto nerviosos y con cierta falta de rodamiento en escena, aunque desde la última vez que coincidimos con ellos, hará unos dos años, observamos un esfuerzo encomiable por dotar de variedad a un repertorio fluctuante entre el death melódico y el metal modernete. Repasaron su debut recién sacado del horno con “El Color de las Lágrimas” o “Cara sin Cruz” y sin duda superaron nuestras expectativas.

Y de la juventud cambiamos a la veteranía de los bermeanos Ost, que quizás se pasaron de campechanos hasta el punto de tirarse probando sonido un rato considerable ante la atención de un respetable que no sabía si aquello era una  broma, un concierto o una suerte de ensayo con gente, un poco de elegancia no habría estado de más. En lo musical, reincidieron en sus ritmos machacones, abarcando desde su primer disco con “Denonak” hasta “Ostikada”, de su reciente ‘Bost’, y rindieron homenaje a las totémicas leyendas estatales Leño con “Cucarachas”, lo mejor de su recital.

Por muy complicado que se encuentre el panorama, al final el talento consigue llegar hasta la superficie, es únicamente cuestión de tiempo. Y si se cuenta con las credenciales que otorga un directo demoledor desbordante de energía las puertas se deberían abrir de par en par por lo menos.

Porque es innegable que una banda se curte a base de su maestría a las tablas, por eso Vita Imana ya demostraron de primeras que cuidan este aspecto como pocos, al iniciar su descarga con ese trallazo al cerebro que es “Animal” y luego con “Crudo Invierno”, con la percusión tomando mayor protagonismo. Una de las claves de su éxito estaría, de hecho, en el uso de este elemento que, lejos de quedarse en una copia barata del ‘Roots’ de Sepultura o de Soulfly, han logrado insertar con una precisión de orfebre en un peculiar conglomerado tribal que recoge el testigo de la escena madrileña de Hamlet o Skunk D.F., los ritmos contundentes del groove metal y unos pasajes ambientales que descolocan al oyente más convencional.

Tienen además estudiada al milímetro la puesta en escena, con todos los miembros agitando las cabelleras y parando de vez en cuando en seco antes de arremeter con más fuerza, en un prodigioso dominio de los tempos, similar al que podría emplear Marcel Proust en el campo de la literatura. El cantante, en ese afán de cuidar hasta el más mínimo detalle, busca la interacción del personal y para eso no duda en sumarse él mismo a los pogos que se forman en las primeras filas. Nunca habíamos visto nada igual.

El momento de la batucada precedió a “Gondwana”, con la peña tan absolutamente descontrolada que obligaba a los prudentes a resguardarse en las esquinas. Y no faltaron tampoco “Corpus” o “Cráneo”, de hecho, repasaron casi en su integridad su último ‘Uluh’, a excepción del tema homónimo y algún otro, nos quedamos con ganas de escuchar los intervalos atmosféricos. Algo que, según ya han anunciado, no sucederá en el concierto final de gira, donde tienen previsto interpretar sus dos trabajos en su totalidad.

Se acordaron del mítico Johnny Cash al pedir a los asistentes levantar el dedo medio en homenaje al hombre de negro y, tal y como manda la costumbre, dedicaron “Romper con Todo” a ‘los políticos que nos asfixian’. El recinto era de dimensiones reducidas, pero ello no impidió improvisar un circle pit con la muchedumbre dando más vueltas que ni el huracán Sandy. No cesaron los botes con “Sistema Nervioso” y el colofón vino con el wall of death que mandaron hacer en “Un Nuevo Sol”, la saben liar pero bien.

Y en “Paranoia” provocaron un estado similar de enajenamiento mental con casi todo el personal revolviéndose cual peonzas y el vocalista uniéndose también al descontrol. Por último, en “Quizás No Sea Nadie” echaron la vista atrás hacia los patios de parvulitos y mandaron sentarse a los congregados para levantarse más tarde con ímpetu en una estampa realmente espectacular. Impresionante.

Como en una disciplinada manada, la multitud acabó rendida a la llamada de la tribu y sus apelaciones a la hermandad y a los instintos primarios. Y es que cuando el frio inclemente aprieta en el exterior, siempre es reconfortante entregarse a la compañía de otros seres dispuestos a secundar una misma  actitud frente a la adversidad. Una voz unísona.

Texto y foto: Alfredo Villaescusa

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