VINILA VON BISMARK: MIRADA FATAL

Sala Azkena, Bilbao

No existe en el mundo mayor alegato feminista que el que invocaban aquellas legendarias figuras con Marlene Dietrich a la cabeza ávidas de poder y que se pasaban los convencionalismos sociales por el forro, aquellas damas de rompe y rasga que por donde pisaban no volvía a crecer la hierba. Cultivadas, maestras del diálogo sutil y la seducción, su belleza a veces distaba de ser inmaculada, pues precisamente en su imperfección residía la pócima secreta de su invulnerabilidad.

En esta tradición que va desde la manipuladora Lola Lola de ‘El ángel azul’ de 1930 hasta la actual Lana del Rey, que no oculta su predilección por los hombres mayores con pasta, entraría con toda probabilidad el personaje de Vinila Von Bismark, creado para satisfacer los deseos ocultos de una tímida chica granadina llamada Irene. Un alter ego que a diferencia del Henry Chinaski de Bukowski no se limita a convertirse en una mera prolongación de uno mismo, sino que sufre una plena transformación a las tablas digna de un licántropo, una metamorfosis que incluso asusta más si has tenido la suerte de departir con ella tranquilamente en el camerino minutos antes del show.

Consciente de su tirón mediático, acrecentado en los últimos tiempos por su participación en la itinerante obra de teatro ‘The Hole’, estaba claro que el recinto registraría una entrada generosa hasta casi los topes. Entre el personal había tíos cual monos en celo que no podían contener sus impulsos verbales y una notable proporción de féminas seguidoras de la estética pin up en las primeras filas que observaban a la diva con verdadera devoción, como modelo a imitar.

Y lo cierto es que a cualquiera le gustaría ser como ella: guapa hasta la extenuación, con clase, ingenio, canalla cuando procede y un elevado sentido del espectáculo que pocos artistas poseen en la actualidad. Se le nota a la legua la madera de actriz, algo que también hemos advertido en artistas como Juliette Lewis, pues tienen una manera peculiar de comunicar en escena a años luz de otros compis del espectro musical, su cuerpo y sus movimientos se asemejan a un instrumento más del que sacar partido y complementar una estampa cuidada hasta el más mínimo detalle.

Con una banda de acompañamiento en plena faena, similar a esas que se ponen a tocar en las cabeceras de los programas televisivos, así comenzó el personal show de variedades de Vinila Von Bismark, a la que sus compañeros presentaron a las tablas como “increíble, hipnótica, misteriosa”, tres adjetivos cuya sola mención ya haría palidecer a todo amante de las féminas de categoría, aquellas que consiguen atraparte únicamente con su inefable conversación.

Vestida de una suerte de sacerdotisa y haciendo gala de una expresividad y sentido teatral que bordeaba el de los mimos callejeros, entonó ese viaje a los infiernos llamado “Snake” mirando al vacío, etérea, tornándose inalcanzable y con unos gestos que parecían formar parte de un extraño ritual. Una pieza en la que casi se puede sentir el humo de los cigarrillos y la sordidez de cualquier garito de mala muerte a altas horas de la madrugada.

La melodía de feria gitana de “Teddy B” con cierto deje oriental puso a las chicas a contonearse mientras Vinila daba muestras de su impresionante nivel vocal, sin mácula, clavando cada tono que se escucha en estudio. Pero si en ese aspecto no había nada que objetar, mención especial para su competente grupo de acompañamiento, lo cierto es que se trató de un bolo ante todo visual, en parte por las miradas felinas que la chica de Peligros lanzaba desafiante a la concurrencia, capaces de fulminarte, hacer que te tiemble todo y seguramente hasta provocar suicidios, como las de las mujeres fatales de antaño.

Su incontestable presencia escénica provocaba comentarios de entusiasmo en el respetable masculino, que se elevaron cuando la diva decidió desabrocharse el albornoz para quedarse en pantalones negros vintage y sujetador de brillantes. “¡Madre mía!”, “¡Está buenísima!”, eran algunas de las perlas que se escuchaban entre los machos que ni siquiera se atrevían a parpadear por temor a perderse algún detalle.

Las acrobacias que se marcaba en el suelo delataban su pasado de gimnasta y a medida que avanzaba el concierto conocíamos nuevas facetas de ella. Como la de graciosa, cuando previamente al rockabilly étnico “Ali Baba” nos dijo que parecíamos “figurantes de ‘The Walking Dead’” antes de contarnos una historia muy dramatizada acerca de sus supuestas desventuras en La Alhambra. Descaro tampoco le faltaba a la muchacha, como cuando respondió a un “¡Eres una reina!” con “Todavía soy princesa, cariño”.

Las ínfulas arabescas de “Yaila”, que le sirvieron para contonear su cincelado cuerpo como si pasara por debajo de una cinta imaginaria, fueron el preludio de un intervalo instrumental para que su combo se explayara a ritmo de rock n’ roll añejo. La estrella regresó en plan pin up con jersey recogido a la altura del pecho y en el “Do The Clam” popularizado por Elvis Presley aprovechó para quedarse en paños menores ante la estupefacción masculina.

Y de esta guisa, ya completamente desatada, se convirtió en transmisor de corriente en “Electrified”. Desde entonces la sensualidad inundó cada esquina, se pasaba el micro por sus partes, extendía los brazos como ofreciéndose en sacrificio a la hambrienta muchedumbre, y esos ojos, más altivos que nunca, disparaban saetas al corazón imposibles de esquivar. Ni siquiera había tregua posible cuando bajaba la mirada, pues la brillantina de las pestañas tintineaba como en los guiños de los dibujos animados. Touché.

Volvió para el primer bis solicitando besos antes de interpretar el célebre “Bésame Mucho” de Consuelito Velázquez y asemejarse a una diva del cuplé a la que solo le faltaba el puro. Y siguiendo con la transgresión, eliminó barreras al sumergirse entre el público en “I’ve Got My Eyes On You” con abundante munición de miradas sostenidas con picardía. Vació el cargador sin compasión sobre la parroquia cual ira divina sobre los infieles.

Un vodevil de primera en el que hubo rock, danzas orientales, decadencia, burlesque, y sobre todo miradas, esa mirada fatal que desmontaría a cualquiera. Dicen que si este tipo de tías se organizaran tal vez montarían una revolución sin precedentes. Pero es imposible, son seres solitarios.

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA

FOTO: MARINA ROUAN

• Acerca de
• Últimas entradas

Redacción

El equipo de redactores de MariskalRock te trae toda la información del mundo del rock y del metal, en todas sus vertientes.

¡Síguenos!

       

Últimas entradas de Redacción (ver todo)

• Los Mejías publican "Federico", segundo adelanto de "La belleza de lo sencillo", su prometedor nuevo álbum - 26 abril 2024
• Slipknot ofrece el primer concierto con su nuevo batería tras despedir a Jay Weinberg (vídeos) - 26 abril 2024
• Convocan una “viñaorgía” por Telegram para la inminente edición del Viña Rock - 26 abril 2024