THE WINERY DOGS: PERRO DE TRES CABEZAS

The Winery Dogs

Eran poco más de las nueve y cuarto cuando se desplegaba la lona con el nombre de la banda que se preparaba para actuar en el escenario de la Sala Apolo de Barcelona. Tres perros de bodega ebrios de talento saldrían pocos minutos después dispuestos a elevar los decibelios del recinto, que no llegó a completarse. Lo harían con Elevate, canción que también inicia su homónimo LP, y que sería suficiente para confirmar dos de las muchas cosas que observaríamos esa noche: buena dosis de rock’n’roll, y un gran y activo Mike Portnoy avisando que se las venía dando no sólo de virtuoso, sino también de showman. Por si no lo dejaban claro esas grandes gafas de sol que cubrían su rostro, o esa barba teñida de azul, lo haría él de pie marcando el bombo de su batería mientras con las manos animaba al público a sentirse partícipe de la fiesta. Algún que otro grito (también suyo) ayudaría a que tanto banda como público entráramos en calor. Grandes coros para una gran canción correctamente ejecutada, mientras los dedos de Kotzen se calentaban por completo con el solo de Criminal, canción que pocos pudimos cantar por su condición de bonus track. Los estribillos memorables continuaron con We Are One y los riffs más clásicos con One More Time, enlazada con Time Machine, la más oscura del compacto y de la velada. Tanto en esta última mención como a lo largo de la actuación, ni Sheehan, ni Kotzen, ni Portnoy mostraron problema alguno en lucir virtuosismo sin dejar de compartir el papel principal. No hubo o no se apreció lucha de egos. Al contrario. Lo que se vio era una banda cada vez más compacta a medida que pasaban los minutos. Damaged fue la balada que hizo que todo se aposentara y que aparecieran los primeros suspiros de algunas de las señoritas asistentes. Tras la agresiva Six Feet Deeper en la que Kotzen se lució -para variar- con su Telecaster y sus cuerdas vocales (siamesas de las de Chris Cornell), tanto él como el bueno de Billy se retiraron para que Portnoy delatara al que todavía se le resistiera con un gran recital a pesar de la reducida composición de rock clásico de su batería (nada que ver con la que usaba en Dream Theater). Le serviría como entrada para The Other Side, tras la que le tocó el turno a Sheehan. Los dedos de ambas manos subían y bajaban por el mástil de su cuatro cuerdas, que era sacudido como si de un recipiente de plástico se tratara, del que quisiera hacer caer una pequeña moneda atrapada en su interior. Queda claro que no hace falta tocar funk para lucirse con un bajo sin púa. Ahora fue él el que terminó su monólogo con la entrada de otra estupenda melodía. You Saved Me fue la balada que nos puso la piel de gallina a todos, y ni su brusco final nos la chafó. Continuaron con la cañera Not Hopeless para después sacar una serie de covers en las que Kotzen adquirió protagonismo. Primero Stand, de su romance con Poison, en la que lució guitarra acústica en solitario, para volver a su Tele y al resto de la banda en You Can’t Save Me. La guinda para los añorados sería la próxima Shine, de su etapa en Mr. Big, y que hizo que una tímida Sala Apolo recordara su estribillo a coro. Nos acercábamos al final. Se enlazaron I’m No Angel y la melancólica The Dying, para que después, Kotzen introdujera los aires de despedida de Regret con su piano. Estaba claro que el público quedaría insatisfecho, pues todavía faltaba por escuchar el corte que fuera single, Desire. Así lo expresó en su reclamo, y así lo interpretó la banda, que antes nos regaló otro cover, Fooled Around and Fell In Love. Guiados por las instrucciones de Portnoy, los aplausos acompañaron la canción original del bluesman Elvin Bishop, para acelerarse después en los momentos previos a Desire. Tras una introducción de Kotzen al pedal de wah-wah que recordó -y mucho- a lo que jugaba Hendrix antes de ejecutar Voodoo Chile, su Telecaster rompió a gritar para marcar el inicio de la celebrada última canción. Finalmente, habiendo interpretado por completo su único disco, repartieron púas, baquetas, se dieron la mano con las primeras filas del público, y se abrazaron sobre el escenario antes de despedirse con una insinuación, la de vernos el año que viene. Esperemos que así sea.

Texto: Borja Figuerola

Foto (Madrid): Antonio Vázquez

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