THE SHEEPDOGS: LOS HIPPIES ERAN BUENA GENTE

7 octubre, 2013 2:46 pm Publicado por  1 Comentario

Sala Azkena, Bilbao

 A veces viene bien sumergirse en un limbo espacio temporal y olvidarse de las preocupaciones cotidianas. Esa actitud inconformista con la que uno se fumaba sus primeros porros en la adolescencia y ya le daba lo mismo que ardiera el mundo. Algunos decían que era época de andar con chicas y tal, pero habría tiempo de sobra para desvelarse por las noches, hartarse de darle al bolo en torno al mismo tema y finalmente decepcionarse y desear que le parta un rayo a la mayoría de la humanidad.

Con el verano del amor de telón de fondo, los canadienses The Sheepdogs son uno de esos grupos que los escuchas y de inmediato surgen a colación nombres del calibre de Lynyrd Skynyrd, The Allman Brothers, Rolling Stones, The Doors y así hasta un sinfín de leyendas. Algo que tal vez no sea lo más adecuado cuando de lo que se trata es de labrarse cierta personalidad, pero situarse en semejante pedestal tampoco es plato de mal gusto, ay, lo que darían muchos por compararse a pleno derecho con el mencionado plantel estelar.

Pero en ocasiones lo que mejor funciona es tener un aval muy solvente, caso de la actuación que ofrecieron en el pasado festival Azkena estos muchachos entrada la madrugada y que consiguió que nadie se durmiera a pesar de lo sosegado de su palo. Quizás por ello colgaron sorprendentemente el cartel de entradas agotadas y generaron una expectación que un servidor ni de asomo anticipaba.

Como tampoco uno esperaba gran cosa de los teloneros The Soul Jacket y acabó encontrándose un combo con un directo espectacular comandado por un joven émulo de Joe Cocker, no con voz tan aguardentosa pero con ímpetu semejante y movimientos tan espasmódicos como los del mítico pelirrojo británico. Los demás miembros tampoco le iban a la zaga y si a ello le sumamos temazos que rebuscaban entre el legado de Black Crowes o el soul rock más potente, poco cabe añadir. Para seguir y no perderles la pista.

Lo de la elegancia es una cuestión innata, da igual como vayas vestido, con un impoluto traje o con una luenga barba de las de antaño. Por eso se puede derrochar mucha clase a las tablas sin necesidad de ir de punta en blanco y sin aburrir a la peña con virtuosismos ombliguistas. Todo un aserto de personalidad fue que The Sheepdpogs iniciaran la descarga tras la intro con “Gonna Be Myself”, una reivindicación de los que intentan abrirse hueco sin avergonzarse de la herencia recibida.

La espesura sureña iba concentrándose entre la maleza, pero enseguida cambiaban de pistón antes de que los efluvios algodoneros colocaran al personal. Un claro ejemplo fue “I Need Help”, en la que un repetitivo riff sirve de base para liarse la manta a la cabeza y cortar antes de que la sangre llegue al río. A veces no hacía falta ni eso, caso de “Southern Dreaming”, cuyo pegadizo ritmo puso a toda la peña a cabecear con parsimonia, siguiendo absortos la evolución del corte. Era impresionante, uno se daba la vuelta y veía en cada uno el mismo movimiento: chicas guapas, borrachos, puretas… daba igual, nadie se quería perder detalle en esa ceremonia simple pero embriagadora.

Con ese inicio que parece casi hasta un plagio del “Walking In the Shadows of the Blues” de los primeros Whitesnake, “Ewan’s Blues” se antojó de las piezas más inspiradas de la velada, un blues de quilates con desamor, como tiene que ser, aunque sin regodearse en ello ni ir soltando el lagrimal por ahí, con dignidad, en suma. Y terminaron de caldear el enrarecido ambiente con su éxito “Who”, que provocó una auténtica revolución, al igual que en Vitoria el verano pasado, y cosechó una salva de aplausos ensordecedores.

Cuando les daba por el guitarreo aquello era casi para tocar el cielo, por mucho que uno no fuera de divagaciones instrumentales. Cambiaban de tercio con una versatilidad inconmensurable, lo mismo se detenían en un punto cual viajero despreocupado que estallaban en frenéticos wah-wah o doblaban los punteos con una coordinación asombrosa. Y para reforzar la orgía eléctrica, bajista y guitarra no dudaron en colocarse espalda contra espalda elevando los mástiles al techo, no expulsaron fuego no sé por qué.

Y es que los hachas se lucían a la menor ocasión, sin duda uno de los atractivos por los que merece la pena verles en directo. Tocaban de espaldas con total naturalidad y a veces hasta terminaban con un salto. Si hubieran gritado ‘rock n’ roll’  en ese momento no habría desentonado.

Una lástima que con material suficiente en sus cuatro trabajos de estudio no se estiraran más allá de la hora y poco, aunque quizás una duración excesiva habría empalagado. Y así, tras “I Don’t Know” de su laureado ‘Learn & Burn’, ganador de platino en su país de origen, cedieron a la nostalgia setentera de “How Late, How Long” de su último disco.

A nivel instrumental había sido un bolo de sentar cátedra, por mucho que sus composiciones siempre te recuerden a otra gente, y al final nos dejaron una estampa impagable con guitarrista y bajista a punto de entrar en trance mientras su vocalista se desgañitaba y punteaba con estilo. Un aquelarre de esos a la vieja usanza.

Definitivamente, por mucho que los punkis quisieran matarles en el 77, los hippies eran buena gente. Tipos que pasaban de rollos, se fumaban sus canutos con toda la tranquilidad del mundo, y aquí paz y después gloria. Algo similar a la actitud de estos canadienses, que no sermonean a nadie y se limitan a perderse en sus propios recovecos. Dejan vivir.

Texto y foto: Alfredo Villaescusa

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Esta entrada fue escrita por Redacción

1 comentario

  • juandie dice:

    Menudas buenas bandas con influencias de los mejores clásicos de la historia del rock sobre todo una banda que me encanta como THE DOORS que son la puta ostia.En referencia al titular del concierto llevan totalmente la razón!!!

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