THE PINK TONES: OTRO LADRILLO EN EL MURO

Sala La Riviera, Madrid

A veces es complicado discernir entre lo bueno y malo de los llamados grupos tributo; que si son “fakes”, que ya podrían componer algo ellos,… Pero más allá de estos supuestos comentarios negativos existe una realidad y es que, por desgracia y como en todo, en el mundo de la música nada dura para siempre, y tarde o temprano no habrá un Gilmour o un Waters por poner un ejemplo del grupo que nos ocupa. Y ahí es donde cobran vital importancia estas bandas, encargadas de poder transmitir de la forma más viable posible el espíritu de esos grandes grupos, esos grandes artistas irrepetibles que marcan y marcarán para siempre la historia de la música. Porque, si el espíritu de los grandes compositores clásicos sigue vivo gracias a las orquestas, ¿por qué no poder hacerlo extensible a todas las facetas de la música? ¿No sería maravilloso, dentro de unos años, poder decirles a tus hijos o nietos eso de “chicos, así era esto cuando existían”? Sinceramente, no sólo me parece interesante, sino que incluso lo tacharía de necesario.

Y entrando en materia, hay que decir que Pink Tones no sólo realiza ese tributo, homenaje o como se le quiera llamar a la perfección, sino que se permiten la libertad de aportar un toque personal a varios de los temas que interpretan en las 3 horas de duración del concierto. No hablan, no saludan, ni siquiera un “buenas noches Madrid” al salir al escenario pues se trata de tocar, escuchar y disfrutar durante un largo viaje de toda la vida musicalmente hablando de una de las bandas más grandes de todos los tiempos. Con un sonido que rozó la perfección (y eso que la sala no es precisamente famosa por su acústica), unos juegos de luces que creaban una atmósfera intimista y relajante aderezados por el mítico círculo luminoso, y rematados por una pantalla donde escenas como el triángulo atravesado por el arco iris o la vaca en medio del campo transportaban a los presentes a recuerdos, vivencias y grandes momentos. Álvaro Espinosa es el claro frontman en este Beyond the Wall Tour y desde que arrancan se carga el peso de la banda a sus espaldas; verdaderamente espectacular es verle utilizar el theremin en temas como Dogs, esa especie de caja con dos antenas que varía los tonos en función de que acerques o alejes la mano, por explicarlo de forma breve. Empty Spaces y Young lust suenan al inicio con imágenes del film de Alan Parker en las pantallas y el vertiginoso viaje ya es un crucero de placer; hay tiempo para todo, esos sonidos ya míticos de la caja en Money o el reloj de Time, ese riff inconfundible al inicio de Run like hell o los acordes acústicos anunciando la emotiva Wish you were here. La ejecución, los tiempos, los cambios en los registros vocales, todo está cuidado milimétricamente y Cefe al bajo y Pipo a la guitarra no dudan en aportar su granito de arena en alguno de los temas donde la voz de Álvaro, más próxima a la de Gilmour o el mismísimo Barret precisa de ayuda. Y qué decir de las coristas Ángela y Cristina que en The Great Gig in the Sky nos pusieron la carne de gallina llegando a lo más profundo de nuestros corazones y que en la grandiosa Atom heart mother ya habían derribado la suspicacia de quien suscribe sobre si estarían al nivel exigido.

Como ya he comentado antes, todas las épocas son repasadas, incluso la era post-Waters con On the turning away y un precioso High Hopes del hasta hoy último trabajo de los Floyd como banda. Como gran sorpresa ese Fat old sun sencillamente sublime, de esos temas que cuando lo tocan piensas “nada más llegar a casa me tengo que poner el disco, que lo tengo un poco en el olvido”; y aunque esperada, la mágica Echoes presentada como regalo para los fans y que sinceramente la clavan, 22 minutos de tema que pasan en un visto y no visto y haría las delicias de los compositores del mismo; por un momento, cerrabas los ojos y te transportabas a las mismísimas ruinas de Pompeya. Si me preguntáis por los momentos más emocionantes, o donde quizá la interacción con el respetable fue más directa, sin duda pondría el estribillo de Shine on you crazy diamond y por supuesto el inicio del bis con la imprescindible Another brick in the Wall donde el “teacher” hinchable gobierna amenazante el escenario.

Es complicado, muy complicado poder explicar con simples palabras el sentimiento y las sensaciones a las que te va llevando el grupo a lo largo de las, como ya comenté, 3 horas que dura su actuación. Pero sí puedo asegurar que para nada es un grupo que vaya a la versión fácil y cómoda, tienen perfectamente estudiado todo y han “mamado” de la historia del grupo para poder transmitirlo de la forma más fiel y a la vez original posible llevándote desde un Brain damage o un Have a cigar, hasta un himno como Comfortably numb con el cual se despiden entre aplausos y ovaciones totalmente merecidos. Un lujo y una forma muy buena de preservar la cultura popular tan defenestrada en los tiempos actuales.

Texto: Luis de la Encina

Foto: DMad-Photo

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