THE CUBICAL: GUATEQUE BIZARRO

22 febrero, 2011 6:14 pm Publicado por  – Deja tus comentarios

Sala Azkena (Bilbao)

La metrópoli cultural de Liverpool ha aportado nombres claves para entender el devenir de la música del siglo XX. Y aunque todo el mundo tenga en mente al famoso cuarteto que no hace falta ni mencionar a cualquier persona inteligente, esta ciudad portuaria también ha aportado otras figuras no menos interesantes del calibre de Anathema o Echo & The Bunnymen.

Hoy en día, al margen de una tímida escena post-punk experimental, siguen todavía apareciendo grupos como The Cubical, que lo mismo le dan al blues farragoso a lo Cream que a la psicodelia deudora de Velvet Underground o a los ejercicios siniestros de Nick Cave & The Bad Seeds, sin descuidar, por supuesto, el toque ‘beat’ inherente a su lugar de origen. Clasificar el sonido de este quinteto no resulta sencillo, no, pero eso es buena señal, el auténtico talento no suele presentarse en un formato fácil de desmenuzar.

La mayoría de los asistentes fijo que recordarían la actuación de los ingleses en el pasado Azkena Rock Festival y quizás por este motivo congregaron a una multitud bastante respetable para un combo prácticamente desconocido en nuestro país siendo francos. Ya se sabe que la diferencia entre los grandes recintos y las salas reducidas puede llegar a ser abismal y en el caso que nos ocupa mucho más, pues la sangre que corre por las venas de estos muchachos se halla imbuida del espíritu del The Cavern Club, esto es, un recinto pequeño en el que apenas caben los músicos y con el público casi a ras del suelo.

Antes de los protagonistas de la velada, los bilbaínos The Yellow Big Machine desplegaron un rock garajero vía Sonic Youth con retazos noise y distorsión abrasiva en plan Jesus & Mary Chain. Muy considerables tanto la entrega del batería como los esfuerzos vocales del cantante con tonos profundos desgarrados en la escuela de Morrison o Ian Curtis. Por desgracia, en el apartado de la composición todavía les falta pulir ciertos aspectos hasta dotar a las canciones de un mayor enganche y así poder configurar un repertorio atractivo.

Desde el punto de vista externo The Cubical no pertenecen a este siglo. No hay que ser ningún experto para advertir de primeras ese detalle en sus ropajes y maneras, por ejemplo, en la costumbre del guitarrista de colocar el instrumento a la altura de los sobacos y exhibir caras de felicidad absoluta a la manera de los primeros Lennon/McCartney o en la pretérita manía del vocalista de abrir y cerrar las piernas casi aquejado de una especie de baile de San Vito.

Y con las notas iniciales de “Edward The Confessor” los contoneos del personal irrumpieron por doquier hasta alcanzar algunos momentos memorables en que el respetable se fundía en un único elemento que se movía al mismo compás de la marchosa música.

Sí, aquello parecía un guateque, pero un guateque bizarro, los gestos del cantante contribuían a crear ese clima. El colgado que responde por el nombre de Dan Wilson se reveló como un frontman de categoría que siente cada estrofa, los múltiples caretos que ponía daban fe de ello, lo mismo se asemejaba a un viejo decrépito que a un borracho atormentado sin un lugar donde caerse muerto. Dispone de un timbre profundo y rugoso cual aguardiente más cercano a la furia contenida de Jim Morrison que a la solemnidad de Leonard Cohen, sin desdeñar exabruptos a lo Tom Waits, el cadente himno para almas desesperadas “In The Night” fue un ejercicio ilustrativo. Y además canta el blues con una intensidad que envidiaría cualquier negro del Mississippi o el mismísimo Eric Burdon (han pillado bastante de The Animals, por cierto). Todo un fuera de serie.

El ambiente añejo venía además reforzado por esos punteos sencillos sesenteros pero que se clavan hasta el tuétano. Aunque a la vista de los adelantos tecnológicos de hoy en día algunos los consideren ingenuos e incluso ridículos, tienen un encanto que no debería pasar desapercibido a los estudiosos de la evolución de la música del siglo XX. ¿Acaso alguien se atrevería a afirmar que los vinilos suenan mal?

Con un único disco en el mercado y otro de próxima aparición tampoco se pueden hacer virguerías en el repertorio. No les hace falta, pues basta que entonen los coros iniciales de “Great White Lie” para que el ritmo sincopado se encargue de hacer subir la temperatura de la sala. Y si se da el caso improbable de que la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña. De eso se ocupa el histriónico Dan Wilson, que en “Walking Around Like Jesus” no dudó en bajar del estrado y ponerse a buscar al Mesías entre la multitud.

Repasaron a fondo por tanto el debut ‘Come Sing These Crippeled Tunes’, con piezas del estilo de “Baby Don’t Treat Me Bad”, “Ratty”, el single “Like Me (I’m A Peacock)” y el adelanto de su inminente trabajo “Dirty Shame”, pero como sus influencias abarcan un amplio espectro para nada se hizo cansino, algo corto tal vez, aunque eso ya lo dábamos por descontado.

La descomunal entrega de la peña contribuyó a que el tiempo se esfumara lo más rápido posible y a buen seguro guardarán este recital en su memoria, al igual que hicieron con el bolo del festival Azkena que posteriormente llegaron a calificar como el más importante de su carrera. Con semejantes mimbres sería complicado desarrollar un producto defectuoso, así que se antoja muy prometedor el futuro de estos auténticos músicos de tugurio, esencia misma del rock n’ roll primigenio.

Texto y foto: ALFREDO VILLAESCUSA

Etiquetas: , , ,

Categorizado en:

Esta entrada fue escrita por

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *