DIE APOKALYPTISCHEN REITER: REDUCIDO TEATRO DE VARIEDADES

30 abril, 2012 12:05 pm Publicado por  1 Comentario

Sala Rock Star, Barakaldo (Bizkaia)

En ocasiones el público no valora las propuestas arriesgadas como se debería y por ello pasan por la península sin pena ni gloria muchas giras que se salen de esa especie de establishment oficial de los cuatro grupos de siempre, que al fin y al cabo parecen ser los únicos que llenan recintos en estos tiempos de incertidumbre. Y luego encima habrá gente que se rasgue las vestiduras porque ciertos nombres suenen una y otra vez, pero ya lo dijo esa misma noche un conocido: España es el país de los quejicas, todo el mundo se queja por cualquier cosa y nadie hace nada por evitarlo, qué se puede esperar de una sociedad que permitió a un dictador morir plácidamente en su camita.

Teníamos en nuestras manos la oportunidad de disfrutar del espectáculo único y provocador de los alemanes Die Apokalyptischen Reiter, un show visual en el pleno sentido de la palabra con un despliegue de medios inaudito para un combo de aparente condición humilde. Eso por lo menos por estos lares, porque allí en Alemania todavía se recuerda su memorable actuación en el Wacken Open Air de 2010 y cualquiera que se haya pateado un mínimo de festivales europeos fijo que los conoce.

Como hemos dicho, poco personal se interesó por los germanos y a primera hora el panorama se asemejaba a un frío páramo alejado de la mano de Dios. Los encargados de tomar la temperatura fueron Malrun, unos daneses que le daban al trillado palo del metalcore melódico y venían convencidos de que aquí era todo sol y playa pero al ver el diluvio que caía en el exterior se quedaron con un palmo de narices, lo mismo que cuando se encontraron con unas escasas veinte personas. Hay que reconocer que los chavales se lo curraron e incitaron a montar circle pits y a hacer mosh, el problema era que la pobre afluencia no permitía tales lujos.

Los siguientes en liza, los también teutones Emil Bulls, reincidían asimismo en el género de sus anteriores compañeros de cartel, aunque con la solvencia añadida de llevar en el negocio desde 1995, que se dice pronto. Dieron buena cuenta de su último lanzamiento “Oceanic” y no nos desagradaron en absoluto, pese a que ese rollo de alternar pasajes con voz gutural con otros más melódicos, que por cierto bordaban, esté ya más visto que el tebeo. Por lo menos resultaron entretenidos y sus composiciones tenían mayor fuste que las de sus predecesores en escena.

Que en esta época de penurias económicas todavía existan paladines de la cultura con mayúsculas que apuesten por espectáculos visuales que nada envidiarían a los de Rammstein es un acto tan heroico que merecería un reconocimiento aparte. Ya sabíamos que Die Apokalyptischen Reiter la liaban allá por donde pasaban, lo que no imaginábamos era que se atreverían a trasladar a las salas toda la parafernalia  de los grandes festivales. Tienen que palmar pasta fijo, una vez más, olé sus huevos.

Para empezar, se quedaron con todo el mundo cuando por los altavoces sonó en castellano el discurso final de Chaplin en ‘El Gran Dictador’ acerca de la libertad y la democracia que se fundió con la pieza instrumental “Vom Ende Der Welt” mientras dos melenudos agitaban como posesos y en el fondo un colgado ataviado a la moda sadomasoquista con látigo incluido y que de vez en cuando hacía uso del columpio colocado a tal efecto. No tardó en aparecer el director de orquesta ‘Fuchs’ con pantalones de pinza y tirantes como un friki y con la actitud del que se comporta igual ante miles de personas que ante cuatro gatos.

Quizás a modo de presentación, enseguida recurrieron a su himno “Riders of The Storm”, con un estribillo ideal para cantar cerveza en alto. Para entonces ya nos habían bombardeado a pétalos y el bajista había acabado envuelto en niebla creando una estampa de proporciones épicas. La thrashera “Es Wird Schlimmer” precedió a “Revolution”, una canción que el voceras calificó como muy apropiada para los tiempos que corren, no era de extrañar, pues ya hasta manifestarse va a ser delito. Inolvidable el apoteósico final con Fuchs agitando una bandera gigante - a medio camino entre la enseña palestina y el logo de la banda - y pidiendo en alemán revolución, por favor. Hay que ser educados.

El amplio abanico estilístico en el que caben desde el metal industrial hasta el folk de sus paisanos In Extremo, sin olvidar bizarradas varias que les llevan a experimentar con ritmos latinos o jazz, consiguen que en ningún momento uno se canse de ellos. Y si encima cuidan la puesta en escena, para qué pedir más. Si en “Die Boten” aporreaban un tambor que retumbaba con saña cada rincón del recinto en otra ocasión aparecía el vocalista a torso descubierto enganchado a unas cadenas. El guardarropa del señor Fuchs debería ser impresionante por sus cambios frecuentes de vestuario, hasta se puso una sobria gabardina y gafas a lo Sisters Of Mercy.

Pero mi momento preferido fue cuando en “Seemann” mandaron subir a una chica del público y el cantante la recibió abrazándola de rodillas. Era una muchacha bastante tímida, por lo que la propuesta de montarse en una lancha hinchable para navegar por el escaso público debió parecerle poco menos que una locura, pero gracias al personal de la gira todo salió a la perfección. Una vez de vuelta al escenario, para romper el hielo y el estupor de la joven, el bueno de Fuchs condescendió bailando un vals con ella. Ay, qué entrañable.

Las dotes de frontman del líder son inigualables y por eso logró algo casi imposible: conseguir que unas 50 personas se prestaran a un wall of death en formato muy reducido en “Reitermania”. Volvieron para los bises con la desconcertante “Das Paradies”, un tema medio rapeado y con fragmentos épicos destinado a descolocar, sin duda. Porque no iban a dejar la cosa así, pese a que encendieran las luces, se apresuraron a retornar con un “Friede Sei Mit Dir” medio acústico y a ritmo de cabaret que sacaría las sonrisas de los fans más acérrimos.

Aquello fue algo similar a lo que ofrecían esos antiguos teatros de variedades en los que existía humor, magia, música, danza y miles de disciplinas mezcladas sin ningún tipo de hilo argumental. Lugares donde no se escatimaba en provocación y prevalecía la libertad artística plena, paraísos para escapar del orden establecido.

Texto y foto: Alfredo Villaescusa

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