ALBERTUCHO: UN GÉNERO EN SÍ MISMO

25 octubre, 2010 4:31 pm Publicado por  – Deja tus comentarios

Sala Azkena, Bilbao

Existen artistas difíciles de clasificar, culos de mal asiento a los que no les valen las etiquetas y a veces únicamente soportan ese término tan ambiguo de ‘canción de autor', que vale por igual para un roto que para un descosido. Parias de la escena que no se guían por requerimientos comerciales y sólo aceptan a su propio talento como leitmotiv y base para construir una trayectoria coherente.

Por el camino que antaño transitaron Bob Dylan y Tom Waits, discurre el sevillano Albertucho, un revolucionario del concepto de cantautor que, gracias a él y a otros, ya no tiene por qué asociarse a un tipo en plan Serrat o Aute unido a su guitarrita acústica. De hecho, cualquiera que haya visto su última gira se habrá dado cuenta de que su espectáculo se acerca más a las jam sessions de un garito de Nueva Orleáns que a los grandes auditorios de presuntos sibaritas y peña sentada.

A pesar de que el concierto se anunciaba para las 21.30, no fue hasta 60 minutos después cuando el de Bellavista se subió al escenario. Quizás a algunos les parezca un detalle insignificante, pero siempre conviene no perder las formas y procurar que las cosas empiecen a la hora señalada, si no, hay una solución fácil: anunciar algo diferente y así evitar que el personal espere en balde. Una cuestión de simple educación.

Asuntos protocolarios al margen, la sala registró una buena entrada para los tiempos que corren, en torno a las 100 personas, tampoco para tirar cohetes, pero suficiente para montar un poco bulla y, al mismo tiempo, no perder esa atmósfera tan entrañable de los bolos familiares donde los artistas responden a viva voz a los ruegos y sugerencias del respetable.

Presentados como ‘el trío del Capitán Cobarde', Albertucho y sus dos secuaces al bajo y a la batería iniciaron el recital con aires de swing y jazz, dejándose llevar por la improvisación sin complejos antes de decidirse por "Pelos de Gato" y "Mentira", ambas algo transformadas de su versión original en estudio y más cercanas al rock arrabalero de Carlos Ann. Con "A ver si me da por pensar" el público demostró que las palabras del capitán han sido escuchadas y ya gozan de suficiente aceptación.

El sevillano no se cortó un pelo y enseguida sacó ese gracejo propio de su tierra, con frecuentes chistes que provocaban hasta las risas de las camareras y animando a los asistentes a hacerse porros, un derecho básico en los garitos, como la asistencia de los menores a los conciertos, que en ciertas ciudades adquiere la misma categoría que los crímenes más abyectos.

Relajó el panorama con "La Primavera", el single del último largo, y profirió vivas a Dylan, un genio que debe reivindicarse a pesar de su hosco carácter. Muy acertada la configuración del repertorio, alternando piezas rockeras con otras tranquilitas, y hasta atreviéndose, a modo de homenaje a la juventud de los 80, con una peculiar adaptación del "Girls Wanna Have Fun" de Cyndi Lauper. No llegó a los tonos de la pelirroja pero la supo conducir a su terreno con habilidad y lo único realmente chocante fue verle cantar en inglés.

La total compenetración del trío cobarde llama la atención desde los comienzos del recital y Albertucho, aunque haya afirmado que él de cantar "ná de ná", se entrega con el fervor de un fan y pone sentimiento en cada estrofa para compensar de esta forma el limitado registro vocal, que para el estilo que interpreta le basta y le sobra. El acento, por contra, viene en el mensaje.

Con una variedad inaudita podíamos pasar del rock n' roll a la vieja usanza de "No hay nada de valor en esta canción" al swing en el que se ha convertido la primeriza "Mi Estrella", sin olvidar la brisa a lo Dylan de "Hoy Llueve" o los tonos flamencos de "Volví a la barra", que provocó una estampa cuando menos curiosa en el País Vasco, con la peña batiendo palmas y zapateando que ni en un tablao andaluz. Afortunadamente, a los prejuicios aldeanos les quedan los días contados.

Pese a que muchos iban con la lección aprendida hasta la última unidad, las mayores ovaciones por parte del sector femenino vinieron con "La Gata" y la necesaria "El Pisito". Cogieron carrerilla con "El cuento del que no limpia el fregadero", con una acertada descripción de esa ingrata tarea que todos tarde o temprano hemos de hacer, se confesaron "Enganchados" a los que más quieren y, por último, bajaron "La Persiana" dedicando el tema a la gente humilde de barrio, esa a la que "los viejos nunca le pagaron un taxi".

El colofón vino con el halo Tom Waits de "Palabras del Capitán Cobarde", el epílogo lógico, aunque nos diera pena no escuchar "Ojos de ceniza", el otro tema del disco claramente deudor de La Coz Cantante. Sin bises de por medio, pusieron por los altavoces a modo de despedida la marchosa "Sing, Sing, Sing (With a Swing)" de Louis Prima mientras los operarios de la sala se ufanaban en desmontar el tinglado lo antes posible, quizás les habían pegado el toque por pasarse del horario.

Pero que nos quiten lo bailao. Habíamos presenciado el recital de un artista en plenas facultades que constituye un género en sí mismo, a la manera del mejor Sabina o Bunbury, un transgresor que se aventura por lugares poco frecuentados por los cantautores al uso y cuya supervivencia se debería garantizar como bien cultural. Sabias palabras, capitán.

Texto y fotos: ALFREDO VILLAESCUSA

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