ALBERTUCHO: EL CAPITÁN COBARDE ATRACA EN JAÉN

Sala Iroquai, Jaén

“Si los valientes son los que avasallan y los que imponen sus ideales, yo soy el capitán de los putos cobardes”. Albertucho, 22/02/2014, Jaén.

El pasado viernes 21 de febrero a las 23:00, el Capitán Cobarde en solitario navegó por primera vez en el encrespado mar de olivos que es Jaén. Ayudado por poco más de cuatro instrumentos, ofreció un concierto íntimo, lleno de sensaciones, donde hizo gala de su particular mezcla de estilos con deje sevillano. Un repaso a su discografía con canciones semidesnudas, reivindicación y mucho rock andaluz ante el que su tripulación jienense se volcó, agradecida de, por fin, poder subir a su barco.

El Capitán atracó por primera vez su barco en el puerto del aceite, en la sala Iroquai. Allí, nada más pisar el escenario, corrió directo al órgano para interpretar la primera mitad de “Lo Venidero”, aquella canción que presentaba en exclusiva en el ‘Extremúsica 2008’ como adelanto de su “Amasijo de Porrazos”. Esos mismos acordes pero traspasados a piano daban una cálida bienvenida a los allí presentes y constituían una declaración de intenciones de que este iba a ser un concierto íntimo y emotivo. Tras estos tranquilos compases y el cambio a la guitarra, el pulso pasaba de 0 a 100 con “Alegría”, mascarón de proa de su último trabajo desbordante de energía, energía que le llevó a romper una cuerda de su guitarra en el éxtasis del tema.

Tras saludar al público, llegó el turno de un tema que desveló autobiográfico, “Tiene que Haber de Tó”. Entonces comenzó una charla con su público, donde la conexión ‘capitán-tripulación’ se hizo digna de juramento, con alusiones al Viñarock, al alcalde de Jaén… Contando lo que es para él la naturaleza del ser humano, unos tímidos acordes introducen a “La Gravedad de la Teoría”, eterna reivindicación a despertar los sueños del hombre que parecen morir tras la niñez. La “Vida sin Reloj”, por su parte, hizo que el público saltase y corease a pleno pulmón.

Poco después, el cálido silbar de la armónica se unía a las seis cuerdas para hablarnos de aquella gata que ladra a los perros, que derrite la nieve a su pasar. “La Gata” demostró que la tripulación navega con Albertucho desde antes de que fuese Capitán. Un Albertucho cercano, que comentaba sus inquietudes sobre la corona y su crítica a la política con el humor intrínseco de su gentilicio. Y despacio, poco a poco, se nos introducía un himno a la libertad en toda regla. “Somos Pájaros” era coreada a todo pulmón por el público, que no dejaba de vibrar. Fue seguida de una canción dedicada a las personas que más amamos, a las que debemos la vida; un tema que dedicó a todas las madres de los allí presentes, “Purita Dinamita”. Resultó corta pero emotiva.

Surgieron de pronto unos acordes conocidos que el público no tardó en aplaudir. Era una canción especial, “El pisito”, uno de los temas más recordados de su primigenio ‘Que se Callen los Profetas’. Aquel tema lo encumbró al estrellato del rock y el público lo aplaudió y lo cantó como hace diez años.

Después de una pequeña pausa para coger fuerzas en el camerino, Alberto regresó con una de las sorpresas de la noche en sus cuerdas, unos compases que esbozan sonrisas y una letra para recordar que el mundo es maravilloso. Se atrevió con “What a Wonderful World”, aquel tema sesentero con el que Louis Armstrong cantaba lo bello que es vivir. Sonó con optimismo en la voz del sevillano, quien imprimiéndole su característico sello personal contagió optimismo a sus “andaluces de Jaén”. Y así llegaba otro clásico, “Mi estrella”, otra canción de sus inicios que los incondicionales no olvidan y que puso en movimiento  toda la sala. Seguidamente, con mimo y cautela se nos servía uno de los platos fuertes de la noche, “Descuida”, vela mayor de aquel primer trabajo que, sin perder su esencia, era aliñada con el deje de los últimos aires que guían al Capitán. Y del primer álbum, al último, “Muertecito Estoy de Ganas” comenzó a sonar con fuerza. Se trata del primer single de su último trabajo y es toda unaoda a la verdad.

El público ya la había pedido y Alberto no defraudó. “Me Gustan Más los Perros que los Hombres”, aquella canción que cerraba “Amasijo de Porrazos” y en la que Fernando Madina (Reincidentes) y Gerardo González (Vantroi) prestaban la voz, parecía volver a un estado más natural sonando tan solo acompañada por la guitarra y la voz del sevillano. No olvidó las raíces de su música y al grito de “Viva Silvio” comentó las cosas que hay por encima del bien y del mal mientras un nuevo elemento saltaba al escenario, la última adquisición de su colección. La guitarra daba el relevo al banjo para dotar de nuevos aires antiguas canciones y llegaba “La primavera” a la sala. Una primavera cálida, con solecito, describiendo el brillo de Andalucía tras el otoño, abrumando suavemente a los presentes sin perder el tono de crítica social. Silbando todos juntos se introdujeron posteriormente los primeros compases de “Deja de Mandar”. “Corazón extraño deja de mandar” coreaba seguidamente la sala entera durante una canción que gana mucha fuerza en directo y a la que, a modo de hombre orquesta, Albertucho imprimía ritmo con el pie a golpe de pandereta. La guitarra volvía después cargada de nostalgia con “Mi ángel de la Guarda”, otro de los primeros temas que compuso el sevillano y que parece ganar fuerza con el paso de los años.

De repente, un ritmo sureño, pero más del sur de EEUU, daba paso a otra de las sorpresas de la noche, una versión de “Flowers in Your Head” de The Lumineers. Ritmo country con acento sevillano que sorprendió y gustó. Acto seguido, y sin dejar de lado la calidez de esos acordes, se nos contó una historia de un amigo cuando necesita, de un compadre con sed de corazón. “Mi Compadre” vibró con fuerza en todas las cuerdas vocales que llenaban la sala para terminar con deje sevillano, deje que enfatizó ritmos  que coqueteaban con las sevillanas para narrar esa vuelta a la barra, ese “salvavidas” que es el alcohol cuando el corazón está roto. “Volví a la barra” trajo de nuevo Sevilla al corazón del aceite con unos ritmos que hicieron temblar los tabiques de la sala.

“Iba la aurora “vestía” con rayos de sol…”. Así, con aires de pura poesía, comenzaba una de las canciones más íntimas de lo que fue su segundo trabajo ‘Lunas de Mala Lengua’, “La persiana”. Y tras esta, otro tema inédito. Sentado al teclado, interpretó “Tiempo”, emotiva súplica al impasible pasar de las horas que inevitablemente se lleva lo que más queremos.

Dejando a un lado sentimentalismos, hasta el mismísimo Paco Gandía fue nombrado para introducir “Él No Murió”, historia del un toro que escapa de su particular corredor de la muerte y tema que terminó con una curiosa anécdota de Johnny Cash. El mismo estilo de acordes pero con un toque quizá más americano (pero de la América del salvaje oeste) galopó seguidamente en “Vengo a Registrarte el Corazón”, bonus track de su último trabajo que dejaba constancia de que Albertucho había venido para registrarnos el corazón con esta mezcla de estilos. Sin tregua de por medio, una luciérnaga dorada camuflada en las notas que soplaba la armónica daba entrada justo después a “Mi Pequeño Frankestein”, otra historia inédita, un tanto tierna y muy bien recibida que nos habla del pequeño monstruito valiente que todos llevamos dentro y que a veces dejamos escapar.

Para finalizar, unos acordes familiares, un tarareo que todos cantaban. Eran los que abrían “Capitán Cobarde”, acordes con los que Albertucho se consagró como Capitán hace un unos años. Ese título volvió a otorgárselo su tripulación jienense en forma de aplausos como colofón de una noche mágica en la que el sevillano entregó su alma y poesía a los capitanes del aceite.

 Texto y foto: Justo Fernández

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