Parabellum
El grito del hambre
El Dromedario Records (2022)
Por: Alfredo Villaescusa
9
Lo bueno de no haber formado nunca parte de los más aguerridos del lugar es que no te pueden exigir cuentas. Dentro del punk, los barakaldeses Parabellum en realidad estaban bastante lejos del rollo nihilista de Eskorbuto, pese a que hicieran sus pinitos en temas como “Johnny el guapo” o “Anoche dije adiós”. Su marcado componente social sí que apareció más frecuentemente con “Imaginas”, una denuncia contra los malos tratos cuando todavía no se hablaba del tema, o con alegatos a favor de la libertad de expresión como “Dime tú” o “Las paredes”, entre otros ejemplos.
En este versátil contexto no sorprende que en su primer disco en casi un cuarto de siglo concentren las energías en retratar los diferentes gritos presentes en el ser humano, los de ira, desesperación, miedo, pero también placer o amor, pues sus proyectiles en ningún momento fueron en una sola dirección. Si mencionamos además el hecho de que el productor de este soberbio trabajo es Iñaki Antón “Uoho” con todo lo que ello conlleva, pues ya podíamos incluirlo entre los mejores lanzamientos del año de cabeza. Muchos también han debido pensar lo mismo, no en vano este redondo alcanzó el top 5 en la lista de ventas.
“Demonios en el jardín” ejemplifica la espectacular evolución del grupo desde sus inicios, una lección maestra de nadar y guardar la ropa, es decir, de no limitarse a hacer lo mismo de siempre, pero tampoco pisar líneas rojas que puedan descolocar a alguno. Si les hubieran dicho hace unos años que acabarían marcándose una pieza en este plan de más de seis minutos, probablemente habrían alucinado. Y no hablemos ya de incluir un coro infantil al final. La historia pertenece a los valientes.
“Arráncame el bozal”, por el contrario, sí que está más cerca de lo que podríamos esperar de Josu Korkostegi y compañía, un grito de rabia contra manadas y otras subespecies infectas. Esto en los conciertos tiene que atronar. ¡Arriba las legiones!
“¿Quién fue el culpable?” inclina la balanza hacia el terreno melódico y hasta podría decirse que posee cierto aire de vodevil en el inicio, aunque en torno a la mitad el rollo cambia por completo. “Somos un tren vivo” es una maravilla que combina contundencia y emoción gracias a una letra de esas con estrofas para enmarcar. No exagero al subrayar que este aspecto sigue siendo uno de los más atractivos de la banda.
Los nostálgicos de los arrebatos punk quedarán más que saciados con “Marionetas”, toda una explosión contra los que controlan los resortes del poder. El espíritu de lucha que no se pierda nunca. Y “El grito del hambre” pone el dedo en la llaga en el problema de los que cruzan el estrecho huyendo de la miseria. Ojalá sirva para que dejemos de escuchar gilipolleces como que los inmigrantes vienen a quitarnos ayudas sociales, como cada cierto tiempo parecen querer recordarnos algunos medios generalistas de corte racista.
“Ya nada es igual” reincide en su faceta más accesible, pero de una manera tan brillante que sería una profunda injusticia considerar a este corte un mero medio tiempo. “Rojo sobre negro” aborda del mismo modo el tema del desamor, otra canción que en las distancias cortas debería epatar a cualquiera con sangre en las venas. De nuestras preferidas. Y ponen el broche con “En este agujero”, un descenso a los infiernos de los que sufren alguna enfermedad mental, asunto tabú hasta hace dos días, vaya.
En resumen, una obra maestra valiente de un grupo sencillo pero grande a la vez. Unos tipos a los que no se les caen los anillos si hay que arremangarse y cruzar fronteras antaño inexpugnables. Frente a los que exigen certificados de autenticidad, discazos como este en la cabeza. Talento mayúsculo.
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1 comentario
Siempre es un puto placer escuchar y ver ambos temas y videoclips los cuales son la ostia para lo nuevo de los históricos PARABELLUM.