SEPULTURA: Control Mental

No te pierdas en nuestra sección de Cara A Cara la entrevista exclusiva con Sepultura, que nos presentan su nuevo disco 'A-Lex' para todo el planeta.

Los mecanismos del sistema son inescrutables. La novela de Anthony Burgess ‘La Naranja Mecánica’ (1962) y la homónima película de Stanley Kubrick (1971) solo nos dan una idea de la manipulación de masas, aunque también encontramos reflexiones sobre la violencia en la naturaleza humana.

Sepultura se sienten fascinados por los asuntos tratados en la novela y basan en ella su nuevo disco ‘A-Lex’ (sin ley). El vocalista DERRICK GREEN y YORGOS GOUMAS conversan sobre las múltiples lecturas del libro.

¿Cómo surgió la idea de hacer otro disco conceptual?
“Fue algo que Andreas (Kisser) tenía en mente desde la época de ‘Dande XXI’. Andreas sabía que basarse en el libro y no en la novela daría más juego, ya que el libro tiene un capítulo extra no incluido en el guión de la película y que nos da una visión más esclarecedora del mensaje que quiso transmitir Burgess. Admito que no había leído el libro antes y tengo que decir que los fans de la película tienen que leer el libro. Por ejemplo, si lees los diálogos entre Alex y los de su banda, con su jerga (llamada Nadsat) y el glosario al final del libro, la experiencia de la lectura obtiene otra dimensión, más dinámica y esclarecedora. Por cierto, en el libro son unos quinceañeros y no adultos como en la película, algo que hace más aterradora aún la naturaleza violenta y disipada de sus actos”.

¿Sabías que se especula que Burgess trabajó para los servicios secretos británicos y americanos en los años 50 y que los métodos de lavado de cerebro descritos en el libro puede que hayan sido usados de verdad?
“¿De verdad? Lo que sí sabía es que cuando le diagnosticaron un tumor cerebral quiso escribir la novela antes de morir (le daban un mes, nada más) pero sobrevivió unos 20 años más. Y también sé que su mujer había sido atacada por un grupo de soldados americanos al estilo descrito en la novela, pero de lo que acabas de decir no tenía ni idea”.

Las letras del disco siguen el orden cronológico de los acontecimientos en la novela, ¿verdad?
“Claro. Dividimos el disco en cuatro partes, igual que en el libro. En la primera parte me enfoqué en el poder arrollador e irresponsable de Alex y su bandilla y el caos que siembran sus acciones. En la segunda parte me enfoqué en el proceso de rehabilitación de Alex en prisión y como la gente en la misma situación tiene la libertad de elegir entre reincidir una vez liberados o cambiar de actitud y reinsertarse en la sociedad. La tercera parte refleja el concepto de justicia poética en el sentido que ahora Alex siente el desprecio de la sociedad, se ríen en su cara porque ahora es él quien está jodido y perdido, es un ser desnudado de su poder. En la cuarta parte hablamos de la realización de Alex sobre lo que ha hecho, quién es y a donde va”.

¿Crees que el final del libro, donde Alex rechaza la violencia, dado el “tratamiento especial” del gobierno (la técnica de Ludovico), podría mantener un mensaje subliminal a favor de la manipulación mental por parte de las autoridades?
“Más bien creo que es un mensaje a favor de la concienciación holística. Es decir, Alex se da cuenta que para bien o para mal todos somos parte de un conjunto más grande, sea sociedad o sea el mismísimo universo y dependemos el uno del otro. Esta interdependencia hace que las acciones de uno afecten inevitablemente a la vida de otro, así que cada uno tiene que ser responsable de sus actos porque afectan directamente o indirectamente el conjunto, es decir los demás. En este sentido sí que podría abogar hacia cierto conformismo y cómo tenemos que amoldarnos a las necesidades del conjunto para el bien colectivo. Sin embargo, también habla de la manipulación del Estado y más en concreto de cómo usa a Alex como modelo para un estado de sociedad totalitario, más bien al estilo de la China comunista donde el individuo sucumbe a la voluntad del Estado para el bien común. Hay múltiples lecturas en este libro y esta es precisamente la razón por la que es un libro fascinante. Tendré que investigar sobre su papel de espía como me dijiste, ya que eso daría otro punto de vista a los ya existentes”.

¿Este interés por el libro cómo refleja tu propia ideología?
“Pues siempre he mantenido la opinión de que el sistema occidental actual consiste en mantener a sus ciudadanos como robots, sin opinión ni voluntad propia para que pueda manipularles a su antojo. Los disidentes ideológicos, que suponen un peligro para la cohesión de la sociedad (tal como la concibe el sistema, claro) reciben el trato más inhumano que se puede imaginar y si ven que esta gente no vuelve al cauce, les tratan como animales. Sin embargo, esta intolerancia a la diferencia no es exclusiva del sistema. Cuando vivía en Nueva York y pertenecía al movimiento Straight Edge, me acuerdo de mi pandilla de amigos que acosaban a los que bebían y fumaban y admito que pertenecer a una banda me daba también esa sensación de poder, pero pronto me di cuenta de que básicamente reproducíamos los modelos de estado pero en una escala diferente. Éramos intolerantes con los “disidentes” y les tratábamos con desprecio por decir algo”.

¿Has participado en el proceso de composición?
“Tengo mi guitarra en el estudio y compongo algún que otro riff, pero nada del otro mundo; no soy un buen guitarrista así que no me ofende que Andreas rechace mis riffs (risas), pero las cosas que le gustan, claro que se incluyen”.

¿De qué va tu proyecto en paralelo, Musica Diablo?
“Es una banda de thrash crudo compuesta por músicos de São Paulo. Fueron ellos lo que se acercaron a mí con una maqueta. Me gustó su propuesta musical y decidí unirme a ellos. No es nada profundo o complejo, es solo para pasarlo bien y expresar así nuestro amor al thrash de la vieja escuela. Además lo músicos que tocan metal lo tienen difícil a la hora de llevar adelante sus proyectos en Brasil por falta de apoyo y medios y eso que la escena rockera underground es mucho más grande de lo que se imagina la gente. Me encantaría que hiciéramos algunos bolos y tener otras bandas como teloneros”.

Llevas unos ocho años viviendo en Brasil. Supongo que ya te habrás adaptado al estilo de vida local, ¿verdad?
“Bastante. Incluso he hecho anuncios en la televisión local y he cantado Bossa Nova en entregas de premios (risas). También sé hacer una buena caipirinha (más risas) y te podría llevar a ver paisajes tropicales maravillosos que solo unos pocos conocen. La gente es muy efusiva y agradable pero son un poco cotillas y eso es precisamente lo que echo de menos de los EE.UU. Allí a nadie le importa lo que hacen los demás”.

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Ñako Martinez

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