Crónicas

Yngwie Malmsteen: Dos horas de vértigo inesperado

«Fin a una década sin alucinar con el cavallino rampante de las seis cuerdas»

Sala But, Madrid

Texto: Jorge Bobadilla. Fotos: Sami Auvinen

Después de una década sin tener por aquí al genio de las seis cuerdas, puede que me pierdan las ganas que tenía de verle, o que las expectativas las tenía muy bajas dudando sobre todo del estado físico en el que nos lo podríamos encontrar, pero desde el primer instante todo fueron momentos impresionantes por encima de la consabida técnica y velocidad de Yngwie J. Malmsteen.

Nueve entradas llegaron a taquilla y las nueve se vendieron en pocos minutos, un millar de personas nos agolpamos delante del muro de Marshalls, que no por esperado es menos impresionante. A la izquierda del escenario, todo el set de la banda, tienen claro a quién veníamos a ver. El lugar se empieza a llenar de humo, las luces se apagan y con el estallido del clásico “Rising Force” sale un Yngwie Malmsteen atómico, lanzando patadas y girando la guitarra alrededor de su cuerpo, de lado a lado de las tablas. Alucinando estábamos ya y nos quedaban dos horas de show.

Es cierto, se pasa de frenada más de una y de dos veces en algunos solos, y tiene a su banda como perros de caza atentos a los caprichos del maestro, que en cualquier instante podía querer alargar un tema, acortarlo o mandarles bajar su volumen para lanzarse en el enésimo alarde de digitación sobre el mástil, pero todo eso sabíamos que podía venir en el pack. Nada que objetar.

Tuvimos todas las facetas del genio, también los momentos en que, unas veces más airado y otras luciendo chulería, lanzaba las guitarras a su roadie que, como podía, las cogía al vuelo entre las innumerables veces que tuvo que salir a reponer las decenas de púas que Yngwie fue lanzando, incluso pateándolas en el aire. Por no hablar del final que dio a la segunda vez que se quedaba solo en el escenario, restregándose la guitarra a modo de toalla donde la espalda pierde su nombre y rompiendo las cuerdas de la enésima stratocaster blanco y marfil que lució, todas con algún motivo del “cavallino rampante”.

Otro apartado en el que nos sorprendió fue en los momentos en los que se hacía con el micrófono para cantar alguno de los temas, aunque el peso de ese papel de vocalista (pocos momentos) lo lleva el que es teclista y también director de esta pequeña orquesta, pues lleva todo el control de lo que nos llega a los oídos y de las muchas veces que directamente tocaba disparar una orquestación. Eso sí, el señor Malmsteen también demostró que podría haber venido él solo con sus veintiséis amplificadores, quince pantallas y los pedales con los que, cuando nos damos cuenta de que no hay banda sobre el escenario, se lanza bases para sus solos más espectaculares.

Momento destacado, además de ser uno de los que nos dejaba ver que se sentía sinceramente a gusto esta noche, fue cuando después de mandar hablar a la banda con un gesto mientras se retiraba del escenario, vuelve y juguetea con el archiconocido riff de “Smoke on The Water”, bajo y batería no saben si bromea o no, le siguen, él se emociona y terminan regalándonos los primeros minutos del tema de su adorado Blackmore. La sorpresa me la llevé también cuando escuché esos “arpegios from hell”, que creía se iba a quedar en uno de sus videos, como final de “Overture” si no recuerdo mal, con tanto corte instrumental paladeamos cada letra que pudimos de “Seventh Sign” o “World on Fire”, entre las que logré tomar este apunte.

Está claro que la labor del guitarrista como introductor al público del heavy metal en la obra de Nicolo Paganini y J.S. Bach está más que lograda, cuando se lanza a regalarnos sus obras el clamor del público es palpable, pero me seguiré quedando con el regreso a mi infancia haciendo air-guitar con “Trilogy Suite Op 5”, unos temas antes de ese momento de locura que os comentaba, que terminó con el guitarrista de rodillas lanzando su ya malograda guitarra a ciegas hacia el fondo del escenario, donde ese roadie, que se tiene el sueldo bien ganado, la estaba esperando. El siguiente solo de batería siguió demostrando que no viene rodeado de mancos precisamente.

A partir de aquí solo quedaban bombazos, desde el regreso al escenario de Yngwie con “You Don’t Remember, I’ll Never Forget” hasta que dan comienzo los bises con la guitarra acústica como protagonista. Sonido limpio que todavía demuestra más la envidiable técnica de esos dedos, sin la red de seguridad que es siempre la distorsión. El precioso “Acoustic Paraphrase” se unió a “Black Star” para regocijo de todos los asistentes que seguíamos casi sin pestañear dos horas después.

Quedó “I’ll See The Light Tonight” como despedida para una noche que recordar y ese último momento de genio y figura, en el que sonriente manda a la banda abandonar el escenario para poder despedirse a su aire él solo: “We love you. The World is on fire!”

Nosotros también te queremos hombre, vuelve pronto.

Setlist Yngwie Malmsteen en Madrid:

Rising Force
Spellbound
Into Valhalla
Soldier
Like an Angel (For April)
Badinerie (Johann Sebastian Bach)
Adagio (Niccolò Paganini)
Far Beyond the Sun
Seventh Sign
Overture
World on Fire
Smoke on the Water (incompleta)
Devil in Disguise
Evil Eye
Cadenza #2
Trilogy Suite Op: 5
Blue
Fugue
Cadenza #3
You Don't Remember, I'll Never Forget
Acoustic Paraphrase
Black Star
I'll See the Light Tonight

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Esta entrada fue escrita por Redacción

5 comentarios

  • Juandie dice:

    Con estos 22 temazos es imposible que le saliese en Madrid al sueco un mal concierto en esas dos horas. A dia de hoy y más de 30 años después sigue siendo uno de los mejores y más grandes guitarristas de la historia.

  • javon dice:

    no toco Devil in Disguise,toco now your ships are burned

  • Mauro dice:

    EL tipo compone absolutamente todo, lo cual lo hace 100 veces mas meritorio, podria estar solo en el escenario y a nadie le molestaria, es el mejor, con un gusto exquisito que no lo logra ninguno!!

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