50 años de 'The Velvet Underground & Nico: Drogas, sadomasoquismo y subversión sonora

10 marzo, 2017 2:15 pm Publicado por  Deja tus comentarios

7. Heroin

Un deseo intenso que no se puede explicar. Esa es la premisa principal de este himno que supera los siete minutos y reproduce con fidelidad periodística las sensaciones al chutarse heroína. Sobra decir que en su época causó controversia hasta lo inimaginable, pese a que John Cale la definiera como una búsqueda hacia “la perfección de Jesucristo”. El realismo llega a tal punto que muchos fans y críticos creyeron que Reed estaba ensalzando la droga y algunos no dudaron en animarse a probar la sustancia creyendo que Lou la consumía sin darse cuenta de que el personaje de la canción no tenía por qué ser él mismo.

Hay estrofas empero que no dejan lugar a dudas, al afirmar: “Cuando me pongo la aguja en la vena / te aseguro que las cosas son muy distintas. / Cuando me largo bien lejos / y me siento el hijo de Jesús, / y me parece que ya no sé nada, / y me parece que ya no sé nada”. Precisamente esta última frase fue una concesión, ya que Cale pretendía añadir al inicio de la canción “Sé exactamente hacia donde voy” y así regodearse en la autodestrucción. La chirriante viola de John es una de las protagonistas indiscutibles en este relato sobre un colocón de caballo.

8. There She Goes Again

Hoy en día desde luego no se hubiera permitido que alguien cantara con tanta alegría sobre el castigo físico a féminas facilonas, cualquier musicóloga habría alzado la voz de inmediato. Más madera, si cabe, a ese pozo de incorrección política que estaba ya a punto de desbordarse. Quién iba a decir que debajo de este envoltorio amable inspirado en el “Hitch Hike” de Marvin Gaye, se escondía una temática tan áspera; hay que señalar que por aquel entonces, en 1967, los Beatles andaban con “All You Need Is Love” y el “Sympathy For The Devil” de The Rolling Stones ya era considerado todo un alarde de provocación. Un golpe certero en la frente al buenrollismo hippie.

9. I’ll Be Your Mirror

Ya hemos visto que la sola presencia de Nico en el estudio provocaba no pocas tiranteces con el resto de la banda. Pero al igual que en esas pelis en las que los protagonistas casi se besan y justo pasa una mosca por el medio o cualquier otra cosa, aquí cualquiera diría que Lou se enamora de la rubia germánica y le dedica toda una declaración de amor con versos tan sentidos como estos: “Seré tu espejo, reflejaré lo que eres / Por si no lo sabes / Seré el viento, la lluvia y el crepúsculo / La luz en tu puerta / Que te indica que has llegado a casa / Cuando creas que la noche ha caído sobre tu mente / Que en tu interior eres retorcido y desagradable / Déjame que te enseñe que estás ciego / … Me cuesta creer que desconozcas / La belleza que hay en ti…”.

Lou obligó a Nico a repetir infinidad de tomas hasta que esta acabó en ocasiones llorando o con ganas de tirarse por un puente, por ello, un tanto sospechosos se tornan algunos coros en los que parece burlarse de los tonos graves de Reed. Otro inconveniente derivado de la participación de la modelo era el de no saber qué hacer con ella en directo cuando no cantaba, para esos casos ahí estaba la pandereta. Y que guapa era un rato, vaya, un espejo que uno se podría quedar mirando durante horas.

10. The Black Angel’s Death Son

Esta letanía fúnebre solía provocar muy mal rollito cuando la interpretaban en el sórdido Café Bizarre de Greenwich Village hasta el punto de que lograban vaciar el garito. Los dueños, obviamente, no estaban muy contentos, y por eso les prohibieron tocarla, una orden que ellos por supuesto desoyeron y así acabaron de patitas en la calle. Ya tenían la excusa perfecta para irle con el cuento al mecenas Warhol, alquilar por 1.500 dólares un estudio en obras en el centro de Manhattan y dejar que Andy se ocupara de la producción, una curiosa experiencia que, como Reed recordaría posteriormente, se limitaba a sentarse en el lugar de grabación y decir: “Oh, es fantástico”. El glamour que no falte.

11. European Son

Las clases de literatura de Delmore Schwartz influyeron de tal manera en Lou Reed que le dedicó esta vanguardista pieza de apenas texto, ya que su mentor odiaba las letras de rock n’ roll. Una marcianada ruidista que encajaba como un guante para finalizar sus shows, con una sensación de estruendo acrecentada en estudio al arrastrar una silla metálica y tirar al suelo platos de aluminio. Otra de esas chaladuras de Cale, empeñado en romper cualquier norma que se topara en su camino. En años posteriores recogerían este testigo del desvarío los músicos de la incipiente escena industrial al emplear taladros, botes de pintura y otros materiales de construcción para crear canciones. Pues bien, aquí empezó todo.

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Esta entrada fue escrita por Redacción

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