Crónicas
One Fest: El ser más revolucionario
«El acto más antisistema es sonreír, por eso One era el ser más revolucionario que he conocido nunca»
Kafe Antzokia, Bilbao
Textos y fotos: Alfredo Villaescusa
En cada lugar siempre hay unos tipos míticos que si no andan por las inmediaciones es que algún cataclismo se cierne sobre el mundo. Esas presencias inexcusables que esperas encontrar sí o sí en bolos o garitos y forman por derecho propio parte del mobiliario, sin que esto suponga nada despectivo, sino más bien un honor, al igual que esas fotos con famosos que pueblan ciertos bares. Si en todas las religiones es necesario vindicar a los profetas, este sería el equivalente profano para los laicos que vamos a conciertos.
One Herrera seguro que era uno de esos. No le conocimos personalmente, pero nos lo encontramos varias veces en el Kafe Antzoki. Tenía la misma cara de buena persona que su hermano Luis. El ilustre y veterano rockero Aitor Bakaikoa dijo en una ocasión que si fuera tía “le comería los morros”, una demostración de afecto digna de un chulazo tipo Johnny de Burning, que prueba el descomunal cariño que suscitaba entre los suyos este antiguo representante de una importante discográfica en el País Vasco. Un mito de la escena, en definitiva.
Para recordar su figura tras su fallecimiento el año pasado se montó en su casa, el Antzoki, un variopinto festival con grupos ochenteros de culto, como los mallorquines La Granja o los catalanes BB Sin Sed, testigos de que allá por la época de los cardados y las hombreras hubo otros nombres más discretos alejados del éxito masivo que también contribuyeron a la transformación de un panorama nacional anquilosado. Supervivientes de La Movida, en cierta manera sí, pero con la vocación de no quedarse estancados ahí y seguir mirando hacia el futuro. Que lo consiguieran con mayor o menor fortuna ya es otro cantar.
A esta señalada fiesta también se sumaron artistas con tirón patrio, caso de Rulo, Kutxi Romero, de los reactivados Marea, o el mismísimo Mikel Erentxun, ex-Duncan Dhu, otro de esos que desata pasiones allá donde va. Cancelaron por baja de última hora una leyenda como Silvino Díaz, de Aerolíneas Federales, y el cantautor meloso Álex Ubago, la verdad es que no lamentamos demasiado que se cayera el último del cartel. Cuestión de gustos.
Abrieron tan sentida velada los bilbaínos Zea Mays en formato acústico, al igual que el resto de oficiantes de la primera tanda de bandas, pero incluso en tales circunstancias sobresalió la prodigiosa voz de Aiora Renteria. Y el relevo generacional se notó sobremanera cuando salió Rulo acompañado a la acústica por Fito, el fiel escudero que le acompaña desde que inició su trayectoria en solitario al dejar ambos La Fuga. Bastó “La cabecita loca” y “Heridas del rock & roll” para emocionar a las chavalas que prácticamente copaban las primeras filas.
Y no hablemos ya del momento en el que irrumpió Kutxi Romero para hacerse junto a Rulo “Divididos”. Una oportunidad que aprovechó el primero para seguir en las tablas ya con su propio repertorio y legarnos alguna frase memorable respecto al homenajeado como la siguiente: “El acto más antisistema es sonreír, por eso One era el ser más revolucionario que he conocido nunca”. Obviando por completo a su banda madre, se centró en su faceta más intimista, con piezas de su disco en solitario como “Vengo del mercado” o “No me beses en la boca” antes de finiquitar su actuación con el enorme “¡Qué desilusión!” de Leño. De lo mejor de la velada.
Reyes Torío (Dinamita Pa’ Los Pollos) fue una de las grandes amigas de One y eso lo compartió con la concurrencia recordando las juergas en su mítica casa de la calle Ledesma, que al parecer también debió funcionar de vez en cuando a modo de oficina. A su vera le acompañaba otro grande de la escena bilbaína, Jerry Corral, actual responsable del ya longevo ciclo Izar & Star en el que grupos vascos versionan a nombres internacionales, que rememoró lo bien que se lo pasó cuando salió una Nochebuena por iniciativa de One. Y es que a un tipo así no había forma de decirle que no, como dijo Reyes, “solo se le podía querer, era un ser puro de luz, superpositivo”.
Nunca aguanté a Mikel Erentxun ni a Duncan Dhu, y hasta me parece lo más normal del mundo que en la época de La Movida algunos conocieran a los combos de su rollo con el apelativo “los babosos”, por lo que pasaré muy de puntillas por su recital. Mencionar solamente que no faltaron viejos éxitos tan archiconocidos como pastelosos del calibre de “Cien gaviotas” o “Jardín de rosas”. Para forofos.
Los mallorquines La Granja también hacen pop, bueno, en realidad se trata de power pop, pero sus canciones son tan buenas que incluso provocarían que se le cayeran los pantalones a cualquier reticente que abomine del género.
Basta escuchar temazos como “La mala traición” o “Isabel”, con guitarreo moderado y estribillos inmortales de esos que se meten de inmediato en la cabeza y jamás te sueltan. Da igual que haya desaparecido hoy en día la antaño frondosa melena del vocalista, porque los tonos los sigue clavando en directo como si todavía fuera un chaval. Y los coros además redondean el producto final.
La única lástima es que solo pudieran tocar 40 minutos, un tiempo a todas luces insuficiente para demostrar todo su potencial, que en la actualidad es bastante. Seguramente estos ajustes de horario fastidiarían también a los emocionados fans de las primeras filas, que con el histórico Titi comandando a las huestes, gritaron a pulmón letras enteras y hasta montaron pogos recatados, si no se invadió el escenario, poco faltó. La rebeldía de la juventud no se ha esfumado.
Mucha expectación había con los vallesanos malditos BB sin Sed, porque, según explicaron ellos mismos, la última vez que tocaron por estos lares fue junto a MCD en Barakaldo y reconocieron que “es una putada que estemos aquí porque se ha muerto alguien”. No tardaron en rememorar su época gloriosa con “Sed de sed” y “Tesoro de palabras”, a pesar de que dieron asimismo sobrada cancha a su reciente álbum, ‘La dirección que no tomo’, con el corte homónimo, “Estatua de sal” o “El perro negro”, entre otras. Y algunas de estas piezas escoradas hacia el rock urbano no estaban mal, pero poca relación guardaban con aquel sonido de ínfulas americanas que tenían los catalanes a finales de los ochenta. Parecía otro grupo completamente diferente.
Esta disociación entre lo que uno escuchaba en directo y en estudio provocó que no pocos fans sintieran cierto chasco. Pero ellos no escondieron su intención de seguir hacia adelante, no en vano el vocalista recalcó que no estaban “por la nostalgia”, sino por “el presente”. Por lo menos tuvieron el detalle de contentar a los seguidores con más joyas suyas de su primera etapa como “Botella rota”, “Saltos del tiempo”, uno de sus mayores hits, que el personal cantó a pulmón, o el inevitable “Ases de pic”, que provocó conatos de invasión del escenario. Bien, pero pudo estar mejor.
Y así fue el colofón al homenaje a One Herrera, una noche versátil e intergeneracional con ambiente cambiante en función del artista que tocara en ese momento. Porque a veces lo realmente rompedor es proclamarse abierto de mente en una sociedad que siempre tiende al blanco o negro, al conmigo o contra mí. Afrontar la vida con una sonrisa, como hacía One, el ser más revolucionario.
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1 comentario
Buen concierto por parte de ambas bandas cada cual a su manera y en este aspecto lo bordaron tanto Rulo como Kutxi en su colaboración de ambos músicos.