Crónicas

Mad Cool Festival 2019: Tardía redención

«Las condiciones hicieron que el público se empezara a sentir como seres humanos en lugar de ganado»

13 julio 2019

Espacio Mad Cool, Valdebebas IFEMA, Madrid

Texto: Yorgos Goumas. Fotos: Alfonso Dávila y Alejandro Rico

La última jornada del festival fue la ocasión perfecta para que el festival consiguiera redimirse de sus “pecados musicales” del viernes, y vaya si lo consiguió. A falta de un cartel que proponga una primera línea más acorde al precio de las entradas, finalmente se dieron las condiciones para que los asistentes disfrutaran plenamente de lo que ofrece este evento. Abajo os contamos el porqué.

Los elementos del tiempo nos daban algo de tregua en la última jornada, ya que con el cielo medio nublado, el Lorenzo no pegaba al respetable con la ferocidad de otros días. Esto, en combinación con el hecho de que el pistoletazo de salida lo daba toda una leyenda del pop rock como lo es Johnny Marr, nos llevó a ver una congregación de público bastante respetable a eso de las seis de la tarde delante del escenario principal.

Para los más despistados, Marr es el artífice del sonido de una de las bandas más influyentes de los 80, The Smiths, ya que, junto con The Beatles, son los responsables del surgimiento del britpop, del indie y de generaciones de adolescentes existencialistas desencantados. Si Morrisey ponía la imagen y la letra, Marr ponía riffs novedosos e ingeniosos, aunque suenen simples la primera vez. Mantiene intacta la capacidad de confeccionar melodías que lo mismo evocan a lo mejor del new wave y del post punk como te invitan a menear el cuerpo de manera inconsciente e incontrolada, cosa que quedó patente con temas como “The Tracers”, “Armatopia” o “Easy Money” (este último no desencajaría en un disco de ABBA, si existiera aún; simplemente irresistible).

Johnny Marr. Foto: Alfonso Dávila

También nos otorgó dos temas de Electronic (“Getting Away With It” y “Get the Message”), aquel proyecto de electrónica alternativa (sí, este término también existe) que montó en los 90 con el frontman de New Order, Bernard Sumner, y en el que también colaboraron en su momento miembros de los Pet Shop Boys y Kraftwerk; más razones para bailar mientras nos aspersaban con la manguera. Obviamente, la locura se desataba cuando sonaban temas de los Smiths como “Bigmouth Strikes Again”, “How Soon Is Now” o “There Is A Light That Never Goes Out”. Mucha clase y buen hacer por parte de señor Marr y compañía. Por cierto, no entiendo cómo un personaje con tan poco talento (y peores modales aún) como lo es el peñazo de Noel Gallagher, consigue colarse en horarios más avanzados (tocó el jueves por la noche) ante más gente aún. Marr colaboró con Oasis en su momento pero aparentemente Gallagher no aprendió nada del maestro y sigue viviendo a base de actualizar el sonido de los Beatles y vivir de glorias pasadas. C’est la vie mon ami!

Si acudís a una actuación de Les Butcherettes sin saber nada de antemano, el impacto de ver a este animal sobre las tablas que es Teri Gender Bender (nombre artístico de Teri Suárez, una chica con raíces españolas y mexicanas, y artífice de la banda) es considerable. Su rollo, por decirlo de alguna manera, podría ser denominado como una "riot grrrl", que es como se denomina este movimiento feminista y punk que tiene como sus representantes más visibles a bandas como Bikini Kill y Le Tigre.

The Butcherettes. Foto: Alejandro Rico.

Aparentemente ha sido comparada con Karen O de Yeah Yeah Yeahs, pero a mí me recuerda a otras artistas como Juliette Lewis por su presencia escénica, Siouxsie Sioux por el tono de voz, Nina Hagen por su capacidad de inquietar, Lene Lovitch por su manera de cantar y Patti Smith por su capacidad de incitar (de hecho entre tema y tema suele recitar breves pasajes tal como lo hacía la del Chicago). El propio Henry Rollins la ha comparado con Iggy Pop, y ya es decir, ¿verdad? Desde luego, si tenéis oportunidad de verles en directo, no os la perdáis. Dicho sea de paso, al final del concierto tiró sus teclados a las primeras filas, aunque ignoro las consecuencias de dicha acción y ahí lo dejo…

No sé qué pensar acerca de Prophets of Rage: no sé si anoche vi a una simple reencarnación de Rage Against the Machine con dos vocalistas diferentes, no sé si fue otra vacua manifestación de intenciones políticas que desaparecen una vez que se desenchufan los instrumentos… mi mente intenta aún procesar el significado y la raison d’etre de esta joint venture de miembros de tres, otrora, bandas rompedoras. Aunque siempre es un placer ver sobre las tablas a Chuck D, el frontman de una de las bandas más importantes del hip hop, Public Enemy (aún recuerdo su concierto en el Festimad 2003 como uno de los mejores de mi vida), a B-Real (el concierto de Cypress Hill en La Riviera en 2012 es otro de mis favoritos y tenéis mi crónica en el buscador de la web) y ver las virguerías que Tom Morello comete con su guitarra (hasta llegó a tocar con los dientes durante el tema “Bullet In the Head”), no puedo evitar pensar que todo esto se trata de simples arengas revolucionarias (que tampoco las hubo en este concierto) para la generación de los Millenials y vivir de glorias añejas.

Prophets of Rage. Foto: Alfonso Dávila

Aunque tienen un disco con temas propios, sólo cuatro sonaron anoche: “Unfuck the World”, “Living on the 110”, “Hail to the Chief” y “Heart Afire” y un tema nuevo, “Made With Hate”. Temas que, por otra parte, suenan como rap metal genérico que también podrían haber hecho unos… (ejem) Limp Bizkit. A partir de ahí sonaron ocho temas de RATM (los que todos conocemos), una versión metalizada de Public Enemy (“Prophets of Rage”), una de Cypress Hill (“How I Could Just Kill A Man?”) y un medley de temas de Cypress Hill, Public Enemy y House of Pain (momento de locura con “Jump Around”). Fue el concierto que más circle pits causó en todo el festival, pero no puedo evitar pensar que, mientras se compra su merchandising (¿en precios revolucionarios?) en festivales para gente de clase media alta y se proyectan en la pantalla grande lemas como “Make España Rage Again” o la portada del disco con el puño en alto (imagen trilladísima de tiempos revolucionarios pasados), el capitalismo sigue campando a sus anchas debido a su manera de adaptarse a las circunstancias y el objeto de odio de la banda, el presidente actual de Estados Unidos, volverá a ser elegido el año que viene (salvo un cataclismo universal) por razones que no entran en el ámbito de este articulo. Qué bonito todo y qué confuso…

Tocaba ir al otro escenario principal para ver a los legendarios The Cure, banda que se hizo querer con unos 10 minutos de retraso (y un cielo que amenazaba con descargar una tormenta veraniega, muy acorde, por otra parte, con los ambientes lúgubres de la banda) para arrancar con dos temas de su acaso mejor disco (junto al ‘Pornography’, que desgraciadamente se ignoró por completo en este bolo), ‘Disintegration’ (1989). A Robert Smith y compañía se les notaba el buen estado anímico (la gente también comentaba sobre su pérdida de peso) y, aparentemente, están en pleno proceso de componer un nuevo disco (el último salió en 2008), así que, 40 años después de la edición de su debut (‘Three Imaginary Boys’), aparentemente vamos a tener Cure para rato. La otra cosa que se hizo notar en seguida fue el sonido espectacular; de hecho, nuestro Juan Destroyer se quedó tan impactado por la calidad del mismo que me envió un WhatsApp diciéndome que aquello sonaba como un disco en directo.

The Cure. Foto: Alfonso Dávila

Arropado por su fiel (y más rockero aún) Simon Gallup al bajo, los demás músicos y un show de luces e imágenes muy efectivo, nos otorgó más de dos horas de hits (“Lovesong”, “Burn”, “Fascination Street”, “In Between Days”, “Just Like Heaven”, “A Forest”, “Primary”…) combinados con otros menos conocidos como “Last Dance”, “From the Edge of the Deep Green Sea”, “39” o “Just One Kiss”. Durante estos últimos, se notaba que el respetable se quedaba más bien frío y se dedicaba a charlar a pleno pulmón cuando no alzaba el móvil para grabar durante los hits. Es lo que hay en los festivales (y demás eventos sociales de envergadura), y hay que aceptarlo, nos guste o no. Y es que, cuando tocan los grandes, todo youtuber, influencer y demás "gilipollecer" tiene que presumir de haber estado allí y no se pueden poner puertas al campo.

Para los bises, Smith y compañía nos bombardearon con otra batería de clásicos imperecederos como son “Lullaby”, “The Caterpillar” (el primer videoclip de The Cure que vi, con 10 años), “The Walk”, “Friday I'm in Love” (el tema que todos esperaban para grabar con sus móviles), “Close to Me”, “Why Can't I Be You?” y “Boys Don't Cry” (Juan Destroyer, esta vez no conseguí verte coreando el tema). Una ocasión más en la que demostraron por qué sigue siendo una banda amada por varias generaciones y de diferentes trasfondos sociales… el innegable e inevitable atractivo de la desintegración.

Greta Van Fleet. Foto: Alfonso Dávila

Tocaba, por una última vez, peregrinar del escenario principal hasta la otra punta del recinto para ver a Greta Van Fleet y, dado el ligero retraso de los Cure y el hecho de que hay que moverse con miles de personas más hacia la misma dirección, llegamos unos 20 minutos después del inicio del bolo. Verles en directo es como un viaje en el tiempo, ya que los tres hermanos Kiszka (más el batería) aparentemente han visto a todos los vídeos de todas las bandas de hard rock de los setenta: desde las posturas y los amaneramientos hasta el uso de largas improvisaciones y, cómo no, la vestimenta. Sobre esto último, el vocalista, con su pelo frondoso, parece clavado a Bob Dylan en la portada del disco ‘Blonde On Blonde’ (1966).

¿Que si su voz es similar a la de Robert Plant? Lo es. ¿Que si el estilo del guitarrista es similar a la de Jimmy Page? Sí. ¿Que si la batería tiene este sonido cavernoso y potente a lo John Bonham? También. ¿Que si, fuera del ámbito de Uriah Heep, Vanilla Fudge o Free/Bad Company, parece que poco o nada saben acerca del resto de música? Seguramente que sí. ¿Están haciendo mal lo que están haciendo? Para nada. ¿Son los salvadores del rock? Esto depende de ellos y su voluntad a la hora de salir de este pequeño zulo que se llama “adoraré a Led Zeppelin por encima de todas las cosas”, y empezar a explorar otras posibilidades sonoras. Son muy jóvenes (no sobrepasan los veintitrés) y tienen toda una vida por delante, así que queda por ver cómo piensan desarrollar su carrera. De momento, ya tienen su trofeo del Rockferendum, entregado por Juan Destroyer.

Sam y Jake Kiszka (Greta Van Fleet), recogiendo el trofeo del Rockferendum. Foto de Alfonso Dávila

Y con los de Míchigan, un servidor terminó su paseo por la tercera edición del festival. Espero que los organizadores hayan aprendido la lección de que menos es más, ya que con treinta mil personas menos las cosas funcionaron como un reloj y las condiciones hicieron que el público se sintiera como personas humanas y no como ganado confinado en un establo hasta los topes. Lo único que falta ahora es intentar encontrar a más artistas que puedan generar interés entre el público para no volver a ver a tanta gente tumbada al suelo pasando totalmente (y justamente) de algunos de los cabezas del cartel. La siguiente edición ya ha sido confirmada, así que ya lo comprobaremos.

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Esta entrada fue escrita por Redacción

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