Crónicas

Robe: “El que no esté colocado, que se coloque”

«Ya barruntamos en su momento que ‘Mayéutica’ iba a suponer un punto de inflexión en la carrera de Robe como solista. Este llenazo, con 11.000 duendes en el parque, confirma que el placentino ha logrado reenganchar a la mayoría de quienes le llevaron a la cumbre del rock estatal.»

11 junio 2022

Auditorio del parque Enrique Tierno Galván, Madrid

Texto: Juan Destroyer. Fotos: Sandro Santos

Normalmente, cuando un grupo repite provincia durante el ciclo de un mismo disco, se desinflan los resultados. Un empate le sabría a victoria a muchos. Lo raro es ir a más, pero sucede a veces, y es precisamente lo que ha ocurrido en este caso: después de Rivas y WiZink, Robe sale aún más reforzado de este concierto, enmarcado dentro del tramo de su gira llamado “Ahora es cuando” y, paralelamente, programado en el ciclo Madrid Escena.

No fue fácil la victoria, le ha llevado seis años, los transcurridos entre ‘Lo que aletea en nuestra cabezas’ y su último álbum, y también resignarse a conceder –sólo su círculo más cercano sabrá con qué grado de entusiasmo- una generosa dosis de Extremoduro.

Ya barruntamos en su momento que ‘Mayéutica’ iba a suponer un punto de inflexión en la carrera de Robe como solista. Este llenazo, con 11.000 duendes en el parque, confirma que el placentino ha logrado reenganchar a la mayoría de quienes le llevaron a la cumbre del rock estatal.

Más allá del placer de ir de concierto al aire libre y a cuerpo (sí, soporto mejor el calor que el frío), me gusta el auditorio de Arganzuela: está bien comunicado, tiene una acústica por encima de la media de Madrid, y la grada a modo de terrazas escalonadas -poco inclusiva para quienes quisieran ver la actuación sentados- es estupenda para disfrutar de pie y que hasta los más bajitos encuentren un recoveco desde el que tener una buena perspectiva del escenario.

Con un cuarto de hora de retraso sobre el horario previsto, empezaba a sonar el violín de Carlitos Perez, acompañada por la locución de Manolo Chinato recitando. El resto de músicos, siete en total, se van sumando gradualmente a esta intro sin nombre pero con entidad propia. Aparece en último lugar el maestro de ceremonias, que antes de mover una ceja ya está siendo ovacionado por el público.

“Del tiempo perdido” es la canción que abre a ritmo lento con el que ir entonándonos. Robe achaca que hayan tenido que comenzar el concierto siendo aún de día a una “normativa municipal de mierda”, pues hay que desalojar a medianoche y el espectáculo, descanso incluido, dura tres horas.

Nos anima a disfrutar del momento, leyendo entre líneas que guardemos el móvil en el bolsillo. También con languidez arranca “Por encima del bien y del mal”, aunque va creciendo su intensidad hasta meternos en modo concierto de rock. Tengo ganas de marcha, pero suena todo tan en su sitio y tan bonito el saxo de David Lerman, que me dejo llevar con “Por ser un pervertido” y me uno a la multitud cuando, improvisadamente, ondea los brazos de lado a lado en “Nana cruel”.

“Si te vas” no es tampoco la alegría de la huerta, pero la primera incursión en el repertorio de Extremo provoca el efecto imaginado, y el público reacciona con fervor cuando canta “Y esperando por ver si saliera la luna” y señala a nuestras espaldas exclamando “¡Ahí está!”.

Se le ve a gusto sobre el escenario, con la voz respondiéndole con holgura y dirigiéndose a su gente con simpatía. Afirma que no hay nada como la primera vez de todo en esta vida para presentar una canción que aún no tiene título.

“Rockeros, el que no esté colocado, que se coloque”, bromea recordando el famoso discurso del alcalde Enrique Tierno Galván. Genial preludio para “Tu corazón”, una sorpresita más que bien recibida por el público madrileño.

Se pone a recitar sobre el sinsentido de una rutina insulsa, contestándole sus compañeros con arrebatos musicales que derivan en un ritmo de colorido albiceleste y falsetes a lo castrato de Lorenzo González. “Tango suicida” también enciende al público, que en un porcentaje muy alto secunda verso a verso “Segundo movimiento: lo de fuera”.

Tras lanzar inesperadamente “Ininteligible”, era esperable que formara parte del repertorio de la gira, y es lo último en sonar antes de anunciar el descanso, sugiriendo que hagamos lo que queramos “pero que no os vean” y preguntándose si hoy en día no acabaría exiliado en Bélgica alguien que profiera el discurso de Tierno Galván.

A su regreso, tocan de cabo a rabo ‘Mayéutica’, y el seguimiento del público es similar al que tuvo en su día el primer episodio de ‘La ley innata’.

Me deleito en la parte de “Después de la catarsis” en la que Woody Amores emula con el potenciómetro de volumen el sonido de un violín, armonizándose con Carlitos. Es un guitarrista de altura que se desfoga a gusto y a la antigua usanza al final de “Mierda de filosofía”, pero que le pone una nota de humor a sus tremendas aptitudes cuando, con un taladro y una pastilla muteada, nos sumerge por unos instantes en sonidos discotequeros.

No había querido leer ni ver nada del espectáculo para que me sorprendiera todo aquello que me tuviera que sorprender, y sin duda lo hizo el escuchar a Lorenzo colar el celebérrimo aria “Nessun dorma” durante la interpretación de “Un instante de luz”.

Opino que “Yo no soy el dueño de mis emociones” es la mejor composición de Robe como solista, y parece que no soy el único, llegando a la conclusión, con “Coda feliz”, de que muy probablemente la segunda parte de ‘La ley innata’ será el disco que más canciones aporte a los repertorios futuros más allá de aquel que estén presentando.

“A fuego” es introducido con una cuenta atrás que nos pone a mil, y el auditorio luce incandescente en la parte final de “La vereda de la puerta de atrás”. La gente enloquece y los minis/katxis/macetas vuelan. Qué ganas de joder al prójimo me pareció siempre, esos cafres podrían dejarse imbuir un poquito por la filantropía de “Ama, ama, ama y ensancha el alma”.

El Robe de los comienzos se abrazaba a la poesía, siendo las canciones su vehículo. Después empezó a prestarle dedicación a la ejecución y desde entonces defiende con ahínco el oficio de músico. Por último, su ansia de conocimiento le empujó a picotear por diversas ramas del saber. Los hay quienes nunca dejarán de ver en él a un “tirao” que tuvo la suerte de caer en gracia para todos los públicos, pero entre su vasto rebaño, es una especie de gurú con el que reflexionar y aprender sobre el sentido de la vida. Se montó una gorda con la frustrada gira de Extremoduro, mas a la vista está que para muchos de sus seguidores ese mal trago es ya agua pasada.

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Esta entrada fue escrita por Juan Destroyer

1 comentario

  • Juandie dice:

    Extenso resumen hacia el gran concierto que se marcó ROBE y sus buenos músicos presentando en la rockera Madrid su último álbum de estudio el cual ha calao tan bien como sus dos álbumes anteriores. El Viernes 1 de Julio en la rockera Úbeda de la cual espero asistir.

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