Crónicas
Road to Rio Babel con Green Day, The Hives, The Interrupters o Lagwagon
«Road to Rio Babel, más allá de ofrecer horas y horas de guitarrazos ante un recinto lleno hasta la bandera, arrojó lecciones comunes e intercambiables. Píldoras, tópicos y momentos que suponen toda una reafirmación de los pilares del mundo del punk rock/pop»
1 junio 2024
Caja Mágica (Madrid)
Texto: Sergio Julián (@sergio42). Fotos: Alfonso Dávila
Madresita de mi vida y de mi corazón. Mi yo teenager acabó extasiado, mientras que mi versión young adult (me niego a reconocer que voy sumando décadas) vio con cierta nostalgia y esperanza que el relevo existe. Road to Rio Babel, más allá de ofrecer horas y horas de guitarrazos ante un recinto lleno hasta la bandera, arrojó lecciones comunes e intercambiables. Píldoras, tópicos y momentos que suponen toda una reafirmación de los pilares del mundo del punk rock/pop.
La cola no se movía a las 16:10. La fauna se impacientaba. Era como volver a la Plaza de España de Madrid de los comienzos de los 2000s. Como periodista, me acerqué a ver si había un acceso para prensa, vi el cartel, y me salté toda la fila (perdón, perdón, perdón…) para pasar tres controles de mochilas para evitar problemitas. A mi derecha, personas corrían para ocupar las primeras filas del enorme front stage (debate aparte), y que habían pagado, entendemos, por acceso anticipado; a mi izquierda, me fijé mejor y descubrí que el cartel de “prensa e invitaciones” era del festival Tomavistas de la semana pasada. De verdad, lo siento chiques.
Para vuestra tranquilidad, no fui corriendo a ocupar mi lugar en el escenario principal, sino que fui al secundario tranquilamente e identifiqué la ubicación de los baños y de las fuentes de agua, gratuitas y fresquitas. Igual que no tiene sentido cobrar tres euros por una botella de agua, un nuevo estándar de precio en los festivales masivos, chapó por dejar a la gente refrescarse gratuitamente.
Al tiempo que me preguntaba si los fans de Green Day de las primeras filas aplicarían la técnica de los pañales de las swifties, estaba tan agustito delante del escenario secundario para ver a Maid of Ace junto a otras 30 personas. “¡Valientes!”, gritó un alma caritativa a las pocas canciones ante la escasa afluencia. Suerte que, con el paso de los temas, los más curiosos acabaron acercándose para disfrutar de este cuarteto británico, que desplegó una mezcla de punk y hardcore con toda la actitud del mundo.
Abby se salió a la batería: ¡No había prácticamente ritmos que se mantuvieran más de cuatro compases! Eran todos riffings y fills agotadores, apoyados por el bajo de su hermana Abby que, con parches en sus índices y corazón, recordó que el fingerpicking también es posible al tocar a más de 140 bpm. Rompieron con “Stay Away” y siguieron tocando entre introducciones gritadas (ininteligibles) y sonido estático temazos como “Monster”, la divertida “Let’s Go” o posiblemente la cumbre del concierto: “Nostalgia”, que conectó a la perfección, posiblemente por su rollo melódico, e invitó al respetable a sumarse. Ni cambios de guitarras ni tonterías. Actitud desbordada y a darlo todo.
Es el momento de recorrer los 100 metros lisos porque tocan, desde California, The Interrupters. Gente lista, ¿eh? Lo tienen todo planeado. Apuntad, porque jamás en mi vida de primate he visto un concierto tan medido para darse a conocer y seguir consolidando su imparable crecimiento. Los hermanísimos Jessee, Justin y Kevin Bivona se pusieron su mejor traje y, tras una pequeña introducción, saltó al escenario la frontwoman Aimee Allen para despertar expectación y buen rollo. Del headbanging del cuarteto británico pasamos a mover el cuerpo con “Gave You Everything” o “Title Holder”. Igual que te tocan un ska puro y duro apoyado por el trombón de su también teclista Billy Kottage, que Kevin se lanza a hacer un solo de tapping a lo “Eruption” antes de pedir circle pits: hay show en cada tema que busca la implicación del público, lo que hace que, sin darte cuenta, te veas cantando los coros de “Raised by Wolves”.
¿Todavía no te convencen? Pues se marcan la mejor versión ska posible de “Bad Guy” de Billie Eilish y ya estás comiendo de su mano. Después, todo fluye: estás saltando con el punk estilo Titus Andronicus de “Take Back the Power”, coreas “A Friend Like Me” con otros 20.000 asistentes, te terminan de ganar chapurreando “Esta es mi familia” y cierran con “She’s Crazy”. Aimee no es la persona con mejor voz de la escena, ni la banda tiene un setlist repleto de temazos imborrables, pero les sobra carisma. Se veían cientos de sus camisetas entre el respetable, lo que solo puede indicar que se vienen cositas.
¿Os imagináis ser tener tanta seguridad en vosotros mismos como para presentaros en un escenario con un half pipe y contar con un skater para patinar, taggear y grafitear el set? No es nuevo, pero que lo haga un artista de aquí para dejar huella es la hostia. Así se las gasta Emlan, y la verdad es que es de agradecer. Visuales en cada tema, un sonido contundente y un buen desempeño vocal arroparon a composiciones nostálgicas (de la buena, no de la del fascismo). Venga, otra pregunta. ¿Os acordáis cuando las radiofórmulas como Los 40 pinchaban canciones de punk rock estilo El Canto del Loco, Despitaos o Pignoise? Imaginad que no hubieran desaparecido a favor del latineo y del pop electrónico, sino que se hubieran actualizado con guitarras más agresivas y letras chicle-teen en la línea de La La Love You. ¿El resultado? Pues muy divertido.
“Héroe” suena con alusiones a “ser una rockstar” y se desarrolla con los músicos esquivando el skate para no morir atropellados; “Tu tejado” es ñoña, pero entrañable; “Barcelona” suena a los mejores El canto del loco”, y “En tu vaso” nos deja frases tremendas como “Y colé mi pelota de ping-pong en tu vaso / Me dijiste: “Yo por aquí no paso””. Las descargas prosiguieron con actitud, contundencia, colaboraciones como la de Shad Demn o temazos como “Autocine”. El imaginario pop punk californiano de película de instituto americano puede llegar a saturar, sí. Pero si aceptas el envite y te metes en su rollo, lo gozas.
Por cierto, hablando de meterse en el papel. ¿Vosotros de qué lado estáis? ¿Sois equipo The Hives o equipo The Turras? Con estos suecos no hay término medio. A mí me flipan. Me supera ver al vocalista Howlin' Pelle Almqvist, con su pinta de príncipe heredero del reino sueco, chapurrear el español para meterse al público en el bolsillo, gritar “Aplausen” o definirse desvergonzadamente como “la mejor banda de rock del mundo”. Pero es que no es el único notas: los espasmos constantes de su hermano Niklas son desternillantes, y junto con el resto de integrantes compiten en escupitajos por minuto con la escena de los futbolistas profesionales.
Anyway, todo esto no se sostendría si solo tiraran de habilidades comunicativas, trajes a juego y entradas al escenario con la marcha fúnebre para rendir homenaje al queridísimo, carismático y ficticio Randy Fitzsimmons. ¡Cómo suenan! “Bogus Operandi” agita el avispero (¿lo pilláis, je?), en “Main Offender” el micrófono ya está volando y en “Rigor Mortis Radio” casi tira al cámara en el primero de sus paseos por el foso. Con los técnicos de escenario vestidos como ninjas y tocando panderetas o maracas según sea necesario, no puedes retirar tu mirada del escenario. Siempre hay algo sucediendo, y siempre es divertido. The Clash reviven con “Stick Up”, aunque suene a herejía, y antes de tocar “Try it Again”, Pelle comienza a tirar también de su inglés al ser consciente de que su español chapurreado quizá se asemeje demasiado al “catalán”. Siguieron cortes como “Hate to Say I Told You So”, la velocísima “Trapdoor Solution” o “Come On!”, antes de concluir con una versión extendida de “Tick Tick Boom” con divertidísimas introducciones (en inglés). Un señoro a mis espaldas le grita “pesado”. Yo qué sé, apúntate a Duolingo, que es gratis.
SOLO QUEDA UNA HORA PARA GREEN DAY AHHHHHHH. Ay, qué nervios. La gente está expectante y yo, para satisfacer mi curiosidad, me acerco junto a unas 300 personas más a ver el fin de gira de 30s40s50s. La unión de la cantante Bely Basarte, el ex El Canto del Loco David Otero y el productor y multiinstrumentista Tato Latorre suena de lujo, pero es desconcertante. El trío, que se presenta sobre las tablas acompañado de batería, teclista y bajista, interpreta una selección de canciones que son cada una de su padre y de su madre.
“(Demo)” es pop rock noventero en el que Basarte demuestra que está sobrada de voz, mientras que “(Loquenoestáescrito)” (sic) se cuelan unas guitarras muy muy potentes en el estribillo. Pero venga, vamos a variar el rollo: les sale de lujo la mezcla de agresividad con estribillo melódico y suave de “(incontrolable)”, muy al estilo de “Doomsday Blue” de Bambie Thug, así como el rollo Soundgarden de “(tanagrio)” o, sí, el thrash de “(conmigoestásmejor)”, que, en álbum, por cierto, suena con toques industriales. Cierran con “(S.XX)”, introducida con la frase más mítica de South Park y de regreso a terrenos del pop punk. Por cierto: jornada de conciertos de punk e integrantes femeninas en 3 de las 7 bandas. ¿A ver si sí va a ser posible?
Cuando llegamos a ver al cabeza de cartel de la jornada, nos tenemos que conformar con hacerlo bajo el primer refuerzo sonoro y bajo una pantalla de grandísimas dimensiones. Algunos tenemos el culo pelado y nos sabemos de qué va la cosa: sopla bastante viento lateral, así que intentar acercarse por delante de esta posición acabaría por arrojar un sonido regulero por las condiciones climatológicas (como han manifestado varios de los asistentes en redes sociales). ¿Sobreaforo? Lo dudo mucho, pero la estrechez del recinto de la Caja Mágica no favorece conciertos masivos de estas características. Madrid sigue huérfana de un recinto de grandes shows fuera de alternativas con accesos terribles (Rock In Rio de Arganda o Miguel Ríos de Rivas) o estadios, pero no seré yo quien pida otro pelotazo urbanístico in this economy.
En cualquier caso, tanto los miles de personas tras las pantallas como yo, sabemos de qué va la cosa. Igual que hemos aprendido a controlar nuestras patadas contra las cotorras que hablan del tiempo en los conciertos, ahora tenemos la habilidad de ignorar estas condiciones y centrarnos en disfrutar sea cual sea el condicionante. Fuerza de voluntad. Fortaleza. Burpees.
Pero al lío. Green Day. Clarines y timbales en forma del ya clásico karaoke de “Bohemian Rhapsody”. Gallina de piel, amamos. Después, el conejo borracho la lía a ritmo de “Blietzkrieg Bop”, se lo llevan para que no cause más estragos, y suena la tercera y última intro, que alterna la “Marcha Imperial” con el “We Will Rock You”. Y llegó el momento. Billie grita “Viva España” y suena “The American Dream Is Killing Me” ante la euforia del respetable. Ensordecedor, catarsis, lo que queráis. Sobre el escenario, Billie Joe Armstrong, que ni de coña tiene 52 años; Mike Dirnt y Tré Cool, más humanos y que rindieron de lujo en toda la velada, y sus músicos de apoyo Jason White (bastante protagonista con sus solos), el también guitarrista Kevin Preston, y el multiinstrumentista Coley O’Toole, recién llegado.
Por supuesto, abren con un tema de su nuevo y notable álbum ‘Saviors’; todo un trámit,e porque aquí la gente había venido para lo que había venido: la celebración de dos de los álbumes más definitorios e influentes de la historia del punk rock contemporáneo (ale, casi nada). Primero, turno para el ‘Dookie’ en orden: “Burnout”, “Having a Blast”, “Chump”… Todo suena inmejorable y cada tema se acompaña de un juego de luces y un grafismo personalizado. En las pantallas laterales, una realización que muestra, sobre todo, al trío protagonista; en la central, animaciones e incluso letras como el “So” de, confieso, mi favorita del disco: “In the End”. Momentazos, uno tras otro: el movimiento de pelvis de Billie Joe en “Longview”; la pirotecnia de “Welcome to Paradise”; la esperada euforia de “Basket Case”; el punteo de espaldas durante “When I Come Around”, seguido de un “Viva Madrid”, o el hinchable de un avión que nadie sabe de dónde apareció durante “Coming Clean”, corte que se acompañó de, sí, la animación de un aeroplano. Por cierto, lo diré una vez y dejo el debate sobre la mesa: ¿los “Let’s go Crazy”, “eos” y “Viva (inserte país)” del vocalista son una marca de la casa entrañable o es realmente necesario que los suelte en casi todas las canciones? Me hago mayor, yo qué sé.
Volvemos: el capítulo ‘Dookie’ se cierra con la interpretación de la versión orquestal de “All by Myself” interpretada por su compositor, Tré Cool, vestido con capita y collar de perlas. Después, un pequeño interludio antes de pasar a su ópera rock. Irresistible “Know Your Enemy”, con la celebrada invitación de una fan que cantó el estribillo y después fue invitada a marcharse amablemente por Billie Joe lanzándose al público. Siguieron “Look Ma, No Brains” y “Dilemma”, también del ‘Saviors’ y que fueron muy bien recibidas por los asistentes, y “Brain Stew” del ‘Insomniac’, precedida por el riff de “Iron Man”. Y después, petardazo para introducir posiblemente el principal evento de la jornada, agotada desde hace seis meses: la interpretación en su totalidad de ‘American Idiot’.
Qué absoluta pasada. El hinchable de la mano y la granada de la portada mola de por sí, pero es que escuchar “American Idiot” para después tener la interpretación sin descanso de “Jesus of Suburbia”, y de “Holiday”, y de “Boulevard of Broken Dreams”… Histórico es poco: no llegó al nivel de sensaciones que me provocó escuchar de principio a fin ‘Mayéutica’ (aquí, mezclando churras con merinas), pero casi. La gente celebró cada uno de estos cortes como si fuera el último; karaoke masivo, saltos coordinados, entrega máxima. “Ay, wiwiar (Are We the Waiting)” llevó la emoción al siguiente nivel con el momentazo de la bola de discoteca iluminada, y la explosión de la granada de la portada en forma de confeti rojo antes de “St. Jimmy” fue un puntazo. Mientras suena “Give Me Novacaine”, un señor se sube a hombros para enseñar la camiseta de Valverde a los asistentes. Que sepas que me caes fatal: quería ver el partido al llegar a casa.
“She’s a Rebel”, “Extraordinary Girl”, “Letterbomb” y “Wake Me Up When September Ends” se sucedieron entre gritos y lagrimones. Billie Joe Armstrong, con el moquillo colgando, no sé si tuvo su mejor noche, pero lo que sí me dio la sensación es que dejaba de tocar la guitarra cuando le daba la gana. En esos momentos, sus escuderos asumían sus líneas para que todo siguiera sonando como se debía. ¿Esos parones estaban pactados o no? En cualquier caso, todo funcionaba a la perfección. Cerraron “Homecoming” y “Whatsername”, con Dirnt tomando el protagonismo en la primera, y con una entrega total de los 35.000 asistentes en la segunda antes de un final completamente épico. No hubo bises, pero sí un par de regalitos para poner el broche de oro a la velada: la divertida “Minority”, en la que Armstrong (que tocó la armónica, por cierto), Dirnt y Cool se permitieron el lujo de relajarse, y la bonita despedida en forma de “Good Riddance (Time of Your Life)”, que acabó de forma mamarracha con Joe gritando “¡Flamenco!”, secundado por sus compañeros de vida, tras la finalización del último y emotivo acorde a la acústica. Posiblemente fueron menos dinámicos sobre las tablas que The Interrupters, y por supuesto mucho menos dicharacheros que The Hives; y, claro, menos contundentes que Lagwagon (spoiler), pero, aunque se nos olvide de vez en cuando, lo que verdaderamente sobrevive a las eras y marca un legado son las canciones. Green Day está sobrado de himnos atemporales que le sobrevivirán, como los objetos que rodeaban a Rafael Berrio.
Lo suyo habría sido poner a Lagwagon antes de Green Day, y que todos nos fuéramos a nuestras casas prontito. Pero la logística, y el desalojo ordenado del recinto, tienen estas cosas. Unos cuantos valientes nos quedamos a su concierto. En mi caso, el frío fue creciendo con el paso de las canciones. Le sucedió lo contrario a Joey Cape, que comenzó con una chaqueta, y acabó quitándose hasta la camisa. En lo musical, nada que reprochar. Da igual que el sonido fuera regular al inicio o que la voz se le note cascada por los cigars; la actitud lo vale todo.
Vaya hostia el comenzar con “Island of Shame”, “Dis’Chords” y “Violins” seguidas. “Supongo que todas estas canciones son viejas”, comentó entre bromas, pero nos importó poco: “Angry Days” del ‘Duh’ del 92 nos sonó maravillosa, al igual que “Obsolete Absolute”, precedida con el sonido de la máquina de escribir. El show, en crescendo y con un juego de luces que mejoraba con el paso de las canciones, nos trajo otros regalos como sus bailecitos de su versión del “Brown Eyed Girl” de Van Morrison, y castigos como duchas constantes de vasos y cervezas. La próxima vez, chubasqueros en los pogos. Conozco muchas lecciones y ayer me apunté unas cuantas más, pero aun aprendo, como reza el capricho.