Crónicas

Maika Makovski en Bilbao: Una auténtica superwoman

«Era la tercera vez que veíamos la misma gira de esta auténtica superwoman y acabamos tan maravillados como la primera.»

10 diciembre 2022

Kafe Antzokia, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

En un mundo dominado por el postureo inmisericorde hay que alabar a todos aquellos que no se mueven por lo que está de moda en tal o cual momento y hacen siempre lo que les sale de los mismísimos. Eso es lo que distingue a la gente real de la impostada, a los personajes convincentes de las meras caricaturas. Frente a esa paranoia contemporánea por intentar agradar, la sinceridad como valor supremo. Y al que no le guste algo, a cascarla. Ese debería ser el verdadero pensamiento positivo y no el de los falsos profetas de la autoayuda.

Que Maika Makovski es una artista compuesta de una pasta especial ya nos lo demostró cuando se puso a firmar más de 200 portadas a modo de agradecimiento a los seguidores tras una campaña de micromecenazgo. Y también por la peculiar anécdota que compartió en redes el día en que murió el mítico batería de The Rolling Stones Charlie Watts. Todo el mundo se deshacía en los típicos mensajes de condolencia de una pérdida irremplazable y demás, pero la artista de origen macedonio recordó con mucho desparpajo el momento en el que aquel señor tan serio le miró el culo. Y su narración de los hechos era desternillante, sobra decirlo.

Si aquel detalle políticamente incorrecto ya nos convirtió ipso facto en fan suyo, reforzamos nuestra devoción viéndola en directo y alucinando con una chica que cantaba genial, podía tocar varios instrumentos sin problema y encima tenía un glamour impresionante en escena. ¿A cuántos músicos conocen así? Cada uno normalmente hace lo suyo y fuera, la versatilidad nunca fue un valor al alza.

Tal vez fruto de una trayectoria que abarca ya varias décadas, y seguro que también por su paso por el programa de música de La 2 ‘La hora musa’, el bilbaíno Kafe Antzokia andaba absolutamente a reventar. En este aspecto, no puedo dejar de señalar la pasmosa falta de educación de parte del respetable que entorpeció al extremo la labor de los fotógrafos colocando en las escaleras barricadas casi infranqueables de abrigos, copas y demás pertenencias. Supongo que se trató de una cuestión de mera ignorancia, pues estos sujetos a buen seguro no habrían acudido demasiadas veces a dicho recinto para saber que en esa zona suele currar gente y tal. Hemos visto mucho más respeto en bolos de punk con pogos incluidos.

Al margen de las incomodidades para foteros, Maika Makovski nos puso de entrada el corazón en un puño con la minimalista pieza “Persian Eyes”. Muchos han comparado a esta artista con PJ Harvey, especialmente desde que el productor John Parish grabara su álbum homónimo de 2010, pero un servidor encuentra bastante más parecido con Kate Bush por su carácter camaleónico y ese punto delirante que tienen varias de sus composiciones. “Está muy loca”, decía un tipo que teníamos al lado y no podemos estar más de acuerdo.

“Chinook Wind” siguió la senda intimista y certificó que a Maika no le asusta para nada comenzar un recital de manera sosegada, todo un movimiento arriesgado, no cabe duda. El asunto se animó con la circense “Scared of Dirt”, que bordea el histrionismo al mostrarnos a una frontwoman de mil caras a la que eso de las categorías se le queda corto. Y “No Blood” reincidió todavía más en la idea de que en un concierto suyo debemos estar preparados para ir de un extremo a otro en cuestión de segundos. No se admiten cerrados de mente.

Uno de los colofones de la velada estuvo en el post punk a lo Billy Idol de “Reaching Out to You”, donde la vocalista hasta hizo movimientos robóticos. “Places Where We Used to Sit” casi se antoja una ironía después de la cantidad de bolos sentados que nos tuvimos que tragar durante la pandemia, un aspecto que también destacó la cantante. Ah, y en un país en el que la lengua de Shakespeare se maltrata tanto, habría que destacar la perfecta dicción inglesa de Maika. Qué gustazo era oírla pronunciar en condiciones cada sílaba, debería dar clases.

Mariana, el huracán de Basauri.

“No News” era otro temón que parecía hecho a la medida de la cantante, sobre todo por ese aire glam que tiñe algunas de sus composiciones más recientes. En este aspecto, “Purpose” resultó otro subidón con Maika bajando las escaleras del Antzoki como si fuera Iggy Pop, solo le faltó lanzarse al público en pleno éxtasis. A la próxima.

No nos podemos olvidar de destacar a la genial banda que lleva en esta gira, con Mariana (Sonic Trash) a la batería, “el huracán de Basauri”, como le apodó al presentar al grupo. O Sam, “el espía que llegó del frío”, el ruso que se labró un nombre tocando la batera con el príncipe del power pop Kurt Baker, ojalá vuelva cuanto antes de EE UU.

Sam a la guitarra, el espía que llegó del frío.

En “Sister” se atrevió a presentarla en euskera como “arreba” y preguntó si lo había pronunciado bien. En otras visitas anteriores ya había hecho sus pinitos en la lengua milenaria, por lo que tampoco nos sorprendió. Su inmenso talento sí que es el verdadero idioma universal.

Volvió a evocar a la diosa Kate Bush en “When the Dust Clears”, en este corte la semejanza es asombrosa, pura música de cuento de hadas, pelos de punta. Y “The Posse” permite a Maika lucirse como nunca en el apartado vocal e interpretativo por su aire cabaretero. Sin desperdiciar ni un segundo, se arranca con la versión de Sparks “This Town Ain’t Big Enough for Both of Us”, que le va como anillo al dedo y que además pilla al ruso y al otro guitarra elevando el mástil como si fueran The Hellacopters.

“Nevermore” podría ser su “Dancing With Myself” particular, si no fuera por los ruiditos que mete en el tema de estudio, y para sellar su relación con el público vizcaíno recurrió a “Love You Til I Die”, que tradujo en euskera como “maite zaitut hil arte”. El rollo Bowie puso a muchos a contonearse en un fin de fiesta espectacular.

Los gritos de “beste bat” fueron abrumadores, por lo que no tardaron en regresar todos apiñados como si fueran un grupo vocal para “Tonight”, que bien podría funcionar como una suerte de villancico. Y la guinda definitiva cayó, como no podría ser de otra manera, con “I Live in a Boat”, que podría entonarse tranquilamente en un campo de algodón o en el porche de una casa norteamericana.

Era la tercera vez que veíamos la misma gira de esta auténtica superwoman y acabamos tan maravillados como la primera. Por una parte, da pena pensar que quizás Maika pueda reinventarse y prescindir de los colosales acompañantes que posee en este momento. O igual decide grabar otro disco sin desprenderse de ningún componente. Descolocarnos está en su naturaleza, hay que asumirlo.

Alfredo Villaescusa
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