Crónicas

Ars Amandi: O el arte de amar el rock

«No te rindas, lucha con pasión, para todo siempre hay solución»

Sala Changó, Madrid

Texto: Ismael Molero. Fotos: Marta G. Paniego

La banda de raíces abulenses y corazón carabanchelero reventó una Changó abarrotada de fieles dispuestos a seguir hasta el final a Dani Aller, erigido en el flautista de Hamelín del folk metal.

Desde el 28 de octubre de 2017 cuando grabaron su ‘Directo al corazón’ en la Sala Cool Stage, Ars Amandi no se dejaban caer por el foro, y debe ser que las gélidas noches madrileñas les motivan, porque para calentar una Changó que poco necesitaba para venirse arriba –casi no había arrancado el concierto y ya andaban desde la platea gritando el mítico “al pilón”- la banda anunciaba que aprovecharía la velada para rodar tomas de su nuevo videoclip, adelanto de su próximo trabajo que llegará con la primavera.

Tampoco hubo que esperar hasta el deshielo para disfrutar de varios cortes del que será el sexto largo de la formación, que fue ofreciendo a lo largo de la noche algunos de los nuevos temas al público capitalino, que se encajaron a la perfección en ese sonido tan característico del conjunto, ancestral y pagano, que conecta con las raíces de la tradición popular castellana.

Prueba de ello es que no habían transcurrido tres canciones, y el encantador de serpientes que es Dani Aller había transportado con su dulzaina a los presentes al reino heavy-medieval de Ars Amandi, que abría sus murallas al ritmo del clásico “Desterrado de tu cuerpo”.

Con las huestes reunidas era hora de rendir pleitesía a la hermandad del rock, y los decanos Asfalto fueron los primeros en ser homenajeados con “Molinos de viento”, tema que el grupo interpreta en ‘Seres urbanos’, disco tributo a los madrileños. El sentimiento de fraternidad crecía según avanzaba el repertorio, y “Rubia de bote (oda a la cerveza)” llegaba en el momento justo para certificarlo, cuando en plena canción el público ofreció un “mini” de cerveza al frontman, que, emulando a Hamlet, sostuvo el cáliz frente a su rostro, para dotar de mayor credibilidad a su interpretación.

Pero si hubo una interpretación que no necesitó de elementos externos para resultar creíble fue la de “El cantar de la luna oscura”, de Mägo de Oz, banda con la que los abulenses comparten esencia y objetivo común: mantener viva la magia y el misterio del rock.

Hechos los honores –aunque aún quedaría cerrar la primera tanda con el “Abre la puerta” de los sevillanos Triana- llegaba la hora de entonar los himnos, y “Escuchando al corazón” abrió el fuego haciendo rugir la garganta de la Changó. Antes del gran final las tropas se retiraron para la pactada tregua de los bises, solo para volver pocos minutos después atendiendo a la llamada del general Aller, que uno por uno fue convocando bajo los focos a las guitarras de Alejandro Ménez y Miguel Ángel Torres, la batería de Óscar Pérez, el violín de Dani Rodríguez y –last but no least al más puro estilo Clarence Clemons- el bajo de David Noisel.

El concierto enfilaba su recta final como se había desarrollado: en medio de un ambiente familiar, de confianza, de estar entre amigos, y en la despedida hubo espacio para agradecer a todos los que lo habían hecho posible, saludar al colega que había venido desde Italia para ver el bolo, e incluso para subir al escenario al “futuro”, a Álvaro, un chaval de cinco años que se sabía entera “No abandones”, una de las más recientes adiciones al repertorio de Ars Amandi (‘El arte de amar’, 2015).

Viviendo escenas y noches como esta, parece difícil no creerse lo que dice el estribillo del tema: “no te rindas, lucha con pasión, para todo siempre hay solución”. Incluido para el futuro rock.

Redacción
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