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Crítica de Modermain: Perturbeitor

Ante estrechos de mente y gente que quiere que retrocedamos a nivel de sociedad como unos cincuenta años nada mejor que lanzarles a la cara mensajes tan integradores como los que proponen estos malagueños capaces de pasar del hard rock al ska en tiempo récord que ya nos legaron otras obras reseñables como el debut ‘The Beautiful Love’, el EP ‘Uanmortaim’ o el directo ‘Laif’. La banda del portadista de Extremoduro o Marea Ramone nos presenta diez nuevas canciones repletas del mestizaje que les caracteriza y letras afiladas con punta no menos supurantes.

De esta forma, “Todo” abre fuego dirigiendo los dardos hacia esa tendencia de la sociedad contemporánea enfocada hacia al consumo exacerbado, esa rueda de hámster que pretende hacernos gastar continuamente y que identifica el valor de una persona en base a sus posesiones. Y no puedo pasar por alto esa genial frase que dice que “después de muerta, la gente va una rave”. Ojalá fuera así. Ese cielo sería bastante superior al que propusiera cualquier religión.

“No me puedo relajar” comienza con unos vientos que aportan el condimento perfecto a la canción, incluso cuando acelera, al tiempo que sigue denunciando la vorágine existencial en la que vivimos sin segundos ni para descansar a tomar aire. “El dios del volcán” certifica el talento compositivo de estos andaluces, contagiándose de ritmo ska y de una actitud combativa, sobre todo en las letras, que quizás no brillaba tanto en lanzamientos anteriores.

“Brujería” adopta un leve aire funky mientras Ramone nos va relatando con cierta ironía aquello en lo que cree, todo un manifiesto artístico que denuncia lo engañados que viven algunas personas incapaces de mirar más allá de sus narices. Y “Oigo una voz” pega un leve acelerón en el apartado rockero y diría que constituye de las piezas más conseguidas del redondo. Las estrofas, al igual que en ocasiones anteriores, a un nivel superior.

“Me gusta pensar” supone quizás el corte más arriesgado de este trabajo en el apartado musical, bordeando lo que ahora se llama “sonido urbano” en una magnífica crítica, antes de que vuelva la voz de la razón en el estribillo proclamando la superioridad del amor y preguntándose cosas como: “¿Quién es más libre? ¿El que más gana o el que más se la pela?”. Pura filosofía de garito.

“Disidente” relaja ánimos con otra certera reflexión sobre el aborregamiento general, actitud ante la que solo cabe la disidencia, como propone Ramone. Y “Acelerar” tal vez recuerde a Fito & Fitipaldis por su pegadiza melodía, pero si a uno le da por escuchar, algo que cada vez se estila menos hoy en día, observará que los sitios a los que llegan estos artistas en sus textos son bastante diferentes a los del bilbaíno.

“Como suelo ser” posee atmósfera de swing por ese piano del comienzo, aunque el enfoque bailongo no abandona el resto de la composición. Ponen el broche con “Ojos de fuego”, que en un principio apuesta por una suerte de reggae para pegarse la fumada después del trabajo bien hecho antes de insuflar cierto poso rockero al conjunto. No olvidemos máximas tan básicas en la cultura popular como la de no apalancar demasiado tiempo el porro.

En definitiva, con este soberbio disco los malagueños han pegado un salto considerable en cuestión de letras, o tal vez es que en esta obra cobran un mayor realce que antes. Lo que sí que es cierto es que su mestizaje de estilos funciona a un nivel encomiable en esta ocasión y debería situarles en una cima creativa si existiera justicia en el mundo. Bendita disidencia la de los que se apartan del rebaño.

Alfredo Villaescusa

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