Entrevistas |Javier Vargas (Vargas Blues Band)

«La gente me preguntaba cuándo iba a volver a hacer fusión de blues y música latina»

Por: Yorgos Goumas

Los que siguen nuestros medios ya saben de sobra de la gran trayectoria artística de uno de nuestros guitarristas con más proyección internacional: más de 25 discos de estudio, muchísimas colaboraciones con estrellas nacionales e internacionales y casi tres décadas de carrera en solitario le avalan. Con su nuevo disco de estudio, ‘Del Sur’ (disponible desde el viernes 29 de mayo), Javier Vargas vuelve a reivindicar sus raíces sureñas… aunque para saber exactamente a qué se refiere con el término “sur” habría que leer esta jugosa entrevista de Yorgos Goumas donde además comparte historias poco o nada conocidas de su vida, tanto artística como personal.

¿Por qué has decidido rehacer el tema “Del Sur”? (Apareció originalmente en el disco ‘Madrid-Memphis’ de 1992).
“Porque es una gran canción que puede dar más de sí además de un tema muy significativo para mi carrera. También es el máximo exponente de lo que quiero expresar acerca de mi concepción de lo que es el sur: la música, la felicidad, la alegría, la creatividad. El norte es para mí la tecnología, la frialdad… Con el término sur no me refiero sólo a Andalucía, sino también a Sudamérica, a los estados sureños de los EE.UU. El tema original era el festejo acerca de la hermandad entre el blues sureño y el flamenco y la de sus respectivas gentes.

Después saqué el disco ‘Blues Latino’ (1994), que amplió este concepto para incluir también a Latinoamérica y su variedad musical. La verdad es que desde hace tiempo la gente me preguntaba cuándo iba a volver a hacer esa fusión entre el blues y la música latina en todas sus expresiones, pero como soy también un poco rebelde, quería explorar otros senderos musicales, tocar con otra gente, retarme a mí mismo, salir de mi zona de confort.

Aunque es todo un placer tocar blues rock, mi esencia, lo que me sale de dentro, es lo latino, y por eso, creo, y sin ánimo de sonar pedante, que tengo mi propia identidad sonora, mi estampa musical única, fruto de esa mezcla. Cada vez que agarro la guitarra para componer, el disco que sale después es un reflejo de mis sentimientos y de lo que me apetece hacer en cada momento, así que ahora, sin quererlo, sin tenerlo planificado, me salió otra vez esa vena latina que tenía latente. Componer música es abrirte a la gente, exponer tu corazón y tus sentimientos, no se me ocurre otro modo de ser músico, y procuro que lo que se oye en un disco sea un fiel reflejo de ello, por eso suelo usar las primeras dos o como mucho tres  tomas de cada tema. Si tú escuchas este disco, somos yo con mi viejo ampli Fender y mi Stratocaster, y Luis Mayol, mi bajista, con un micrófono SM57 y su guitarra española, una base de percusión, y a grabar… e insisto, todos los temas los grabamos en muy pocas tomas. Eso sí, una de las buenas cosas que hice el año pasado fue tocar algunos de estos temas en directo, así que ya les había dado forma antes de grabar. Cuando tocas un tema en directo y sientes la reacción de la gente es mucho más fácil darle forma, y este disco está basado en los sentimientos que surgieron entre nosotros y el público, es por eso que creo que va a llegar muy fácilmente al corazón de la gente”.

Por lo que dices, entiendo que, porque cada uno toca lo que lleva en su ADN, te sale más natural mezclar el elemento latino con el elemento anglosajón que hacer música anglosajona pura simple y llanamente…
“Sí y no. Cuando toco con gente como Bogert, Appice, Devon Allman o Byron Jagger, es un asunto de dar y tomar, ellos me aportan cosas y yo les aporto otras, aparte de compartir el amor por el rock y el blues y el placer de tocar. Pues bien, yo he vivido en cuatro países diferentes: Argentina, Venezuela, EE.UU. y España, aparte de largas estancias en Londres y París. En los dos primeros países, había por entonces, en los años ’70, un fuerte movimiento musical que mezclaba el blues rock con la música de allá, y posteriormente en los EE.UU. me imbuí de la música de allí, del rock, del country, etc.

Lo que soy hoy en día como músico es el resultado de haber absorbido todas esas variopintas influencias. Por eso no creo que no sea un asunto de ADN. Un buen músico, si explora, viaja, tiene la mente abierta, se deja influenciar por otras culturas y su música, y después puede tocar cualquier cosa, por muy alejada que sea de sus orígenes, de su propia cultura. Cuando grabé el ‘Feedback/Bluestrology’ (1998), en mi banda estaban músicos anglosajones que también habían tocado con Joe Walsh, Booker T. Jones o los Blues Brothers, y hay temas como “Para Guarachar” que lo tocan como si fueran cubanos. Veo en las redes sociales vídeos de brasileños que viven en Los Ángeles o cubanos que viven en Canadá y tocan el blues y el rock como si hubiesen nacido allí. Cuando yo vivía en Los Ángeles, un día vi un anuncio en una tienda de música que lo había hecho Bob Hite porque buscaba un sustituto para Harvey Mandel, quien por entonces grababa con los Rolling Stones el disco ‘Black and Blue’ (1976). Acabé tocando con Canned Heat durante unos meses, y me eligieron a mí en vez de a guitarristas tejanos, negros, etc. Yo llevo el blues en la sangre, igual que ellos. Otra cosa es que me sienta más cómodo, que sepa aporto algo muy mío, algo sincero y del corazón, cuando mezclo el blues con mis raíces latinas. En el blues rock tradicional, digamos, hay un montón de músicos buenísimos, y de hecho, muchos músicos fantásticos pasan desapercibidos precisamente por la enorme cantera que hay. A mí me salen las influencias de Eric Clapton, Peter Green, Albert Collins o Freddy King, por ejemplo, pero si alguien mezcla el blues con la música latina, estará haciendo algo que muy pocos músicos han hecho”.

Con Carlos Santana.

El primero en dar a conocer masivamente la fusión del rock con la música latina fue, por supuesto, uno de tus maestros, Carlos Santana. El pasado 14 de mayo nos dejó, por causas naturales, su hermano Jorge. ¿Qué recuerdos tienes de él?
“Antes de conocerle en persona, le conocía por su banda Malo, y sobre todo por su participación en una especie de superbanda de música latina que se llamaba Fania All Stars. Recuerdo que su solo de guitarra en el tema “El Ratón”, me dejó impresionado. Fue él quien me llamó para decirme que Carlos y él iban a incluir una versión de mi tema “Blues Latino” en el disco ‘Santana Brothers’ (1994), ya que él era el jefe de la oficina del management de Carlos. A partir de ahí mantuvimos una relación de cordialidad y de amistad, y por supuesto coincidíamos en los conciertos de Carlos”.

¿Quién toca la guitarra flamenca en el disco y qué otros músicos han participado?
“Es Juan Gómez “Chicuelo”, un guitarrista de Barcelona que ha tocado con Miguel Poveda, Enrique Morente y El Cigala entre muchos otros, pero que también ha colaborado con músicos de jazz y de fusión. Ya había participado en ‘Madrid-Chicago Live’ (1999), ‘Love, Union, Peace’ (2004) y ‘Flamenco Blues Experience’ (2008).

Con Chicuelo, colaborador en 'Del sur'.

En los teclados tengo a Kyke Serrano (Jarabe de Palo), a Byron Jagger haciendo unos coros en “Satisfaction Guarantee” y en la batería a Peter Kunst. La batería y algunos teclados fueron grabados en un estudio en Ibiza, mientras que la guitarra del “Chicuelo” fue registrada en Barna, donde también hicimos las mezclas y algo de masterización. No es un disco de gran sofisticación técnica, es un disco que se basa en el feeling de las primeras tomas, en el feeling de estar rodeado de buenos amigos que a la vez son músicos competentes”.

¿Por quién tocas el blues en “Blues for Jaky”?
Jaky Patruno fue mi mejor amigo y con quien empecé a tocar cuando era un crío en Mar de Plata. Cuando empecé la educación secundaria, iba a una escuela industrial, lo que aquí sería algo así como una escuela de formación profesional. Ya por entonces sabía que no me gustaba estudiar, pero aún no sabía qué iba a hacer con mi vida. Cuando me echaron por, digámoslo así, comportamiento nada ejemplar, mis padres me metieron en una escuela nocturna, y aquella era mi última oportunidad: o salía de allí con un oficio aprendido o acabaría en la calle haciendo vete tú a saber qué.

En aquella escuela precisamente descubrí a los hippies y empecé a relacionarme con gente así. Me acuerdo de un pibe que se llamaba Hugo, su padre tenía una panadería pero en la parte trasera tenía también un cuarto con un amplificador, una guitarra y no sé cuantos vinilos. Allí conocí a Jacky, y un fin de semana me invitó al garaje que su familia tenía al lado de su tienda, donde venían unos amigos a ensayar y a hacer zapadas, que es como en Argentina llaman a las sesiones de improvisaciones, en honor a Frank Zappa. Cuando se tomaban un descanso, yo agarraba una de sus guitarras y empezaba a tocar, aquellas fueron mis primeras experiencias tocando con otros músicos. Después salíamos por la noche a los boliches (discotecas), que por aquella época tenían música en directo. El rock argentino estaba en plena efervescencia, con bandas como Manal o Los Gatos, aparte del hecho que en los ’70 el rock, el blues y el soul estaban aún en su época dorada, así que nos empapábamos de buena música a la vez que forjábamos una buena amistad.

Mientras tanto, a mí me volvieron a correr (echar) de la escuela. Fue entonces cuando decidí hacerme guitarrista y mis padres tuvieron que aceptar mi decisión a regañadientes. Con Jaky ya empezábamos a soñar con ir a EE.UU., montar nuestra banda allí y conocer a todos los grandes del rock y del blues de allí, pero dos años más tarde nos fuimos a Venezuela por razones laborales de mi padre. Me quedé dos años en Caracas y durante ese tiempo mantuvimos correspondencia casi cada semana, me enviaba fotos de su banda y me contaba toda su evolución artística.

Cuando me fui a EE.UU. perdimos el contacto. Pasaron los años y vine a España en el ’78, que es donde me establecí. Un día de 1996, si no me equivoco, estaba paseando por Madrid y me topé con Andrés Calamaro, quien había colaborado conmigo en el disco ‘Blues Latino’ (1994), y entre otras cosas, de repente me dice, “Che, tenés que ponerte en contacto con Jaky”. Hacía años que no oía este nombre, y resulta que había colaborado con Andrés y que eran amigos también. Me dio su número de teléfono y al día siguiente le llamé. Qué bueno haberme reencontrado, aunque sólo fueran dos horas por teléfono, con alguien a quien tenía como un hermano y con el que compartía los mismos sueños.

Justo después me surge la posibilidad de dar un concierto en Buenos Aires que lo organizaba la emisora Rock & Pop. Llevaba sin ir a Argentina desde 1971 y ahora surgían esas cosas juntas, así que aproveché para irme 10 días antes al Mar de Plata y reencontrarme con todos los amigos. Fue un reencuentro increíble e incluso montamos una zapada en un club de allá. Después me fui a Buenos Aires con Jaky y nos quedamos en la casa de Luis Alberto Spinetta, ya que Jaky había tocado con él. Resulta que había conseguido ser un músico respetado dentro de la escena, aunque nunca consiguió el éxito masivo, digamos, y como había vivido la vida del rock ‘n’ roll a tope, pues la verdad es que le noté más flaco. Total, yo volví a España pero seguimos en contacto y el plan era que él viniera a España y que montáramos un proyecto juntos, hasta que un día me llamó su novia  y me dice: “Javi, quiero contarte algo porque Jaky no quiso contártelo: él tiene cáncer terminal y le quedan un par de semanas”. Obviamente, me quedé destrozado, pero aun estando ingresado en el hospital le llamaba y hablábamos mucho… hasta que un día respondió el teléfono una enfermera para decirme que había fallecido. Como este disco tiene como concepto mi vuelta a mis raíces sureñas, quise hacerle un homenaje”.

¿Qué tienen que ver con tus raíces los hipsters? (“Hipster Blues”).
“A los que llaman hoy en día así no tienen nada que ver conmigo, pero hay que saber que este término proviene de los años ’40 y se usaba para describir a los aficionados al jazz de Charlie Parker, Ella Fitzgerald, Dizzie Gillespie o Miles Davies, y se distinguían por su elegancia a la hora de vestir, su manera de vivir algo disoluta y su mente abierta. Eran los bohemios de la época, los precursores de la generación beat, nada que ver con lo de ahora. El título tiene que ver con los gustos musicales de aquella gente”.

¿Es el título del tema “Next to Your Fire” un guiño al “Fire” de Jimi Hendrix?
“Sí, totalmente. Cualquier músico te podría decir que la primera vez que escuchó a Hendrix fue una experiencia religiosa, yo incluido. El otro día, un amigo mío, Tony Tilotta, un promotor italiano que vive en Hamburgo, me pasó un concierto inédito de Hendrix en el Star Club de Hamburgo, si no me equivoco, y había un cierto toque jazzístico debido a la manera de tocar de su teclista (Mike Finnigan), a lo Johnnie Johnson. Estoy seguro que si hubiese seguido vivo, habría optado por la fusión, y estuvo a punto de montar un proyecto con Miles Davies, ya que había una admiración mutua”.

“La escena musical yanqui no tiene nada que ver con la que yo conocí en los ’70. Entonces era prácticamente el paraíso para cualquier rockero, y llegar allí fue el principio de mi propio sueño americano como músico”.

¿“Highway to Paradise” es tu respuesta al “Highway to Hell” de AC/DC?
(Risas) “Para mí, el camino al paraíso se abrió el día que me fui a Nashville, y por eso el tema tiene ese toque de rock sureño a lo Allman Brothers. Ahora mismo, la escena musical yanqui no tiene nada que ver con la que yo conocí en los ’70. Entonces era prácticamente el paraíso para cualquier rockero, y llegar allí fue el principio de mi propio sueño americano como músico.

Aterricé en Miami, subí a un micro (autobús interestatal) de la empresa Greyhound y recorrí el sur en 24 horas hasta llegar a Nashville. Yo quería ir a Nueva York, pero mi padre me envió a Nashville porque allí vivía un amigo suyo que tenía un restaurante español y  que me podría echar una mano en caso de emergencia; te recuerdo que yo tenía sólo 16 años. Pues, bien, me acuerdo llegando a la estación de autobuses en el centro de la ciudad por la noche. Me sentía perdido, y los centros de las ciudades yanquis son la parte más pobre y peligrosa, al contrario que acá. Ni siquiera había reservado una habitación en un hotel, allí me tenías deambulando por Nashville por la noche, más perdido que Bob Dylan en el “We Are the World”, hasta que encontré un hostal de tercera. Había dos chicos negros en la recepción, uno como Screamin’ Jay Hawkins y el otro como el de la película “Mystery Train” (Jim Jarmusch, 1989). No hace falta decirte cómo me miraban, yo, un chico de 16 años, llegando de la nada a su hostal en plena noche con una guitarra al hombro y un saco de viaje. Era un hostal con una moqueta psicodélica, y la habitación sólo tenía, aparte de los muebles de rigor, una biblia, un crucifijo y una guía de teléfonos. Todo aquello tenía un ambiente cutre e incluso tenebroso, pero no me importaba, porque a la vez olía a libertad.

Javier en su adolescencia.

La mañana siguiente descubrí una tienda de música que por casualidad estaba en la esquina, y claro, imagíname salivando con todas aquellas guitarras en el escaparate, que obviamente no me las podía permitir aún.

El plan era encontrar un sitio para vivir y una escuela de idiomas para aprender inglés, que por entonces lo hablaba poco y mal, pero daba igual, porque ya entonces yo era un chico muy lanzado, a la par que simpático, y siempre me las apañaba. Finalmente encontré una academia y allí conocí a una chica colombiana, estudiante también. Fue ella la que me llevó a la Universidad de Vanderbilt, donde les dije que quería estudiar la carrera de música, y así fue como encontré mi primera residencia en el apartamento de una fraternidad, con todo lo que ello conlleva, ya sabes, como en las películas. En la zona de la universidad estaban todos los garitos de música, los estudios de grabación… aquello fue el paraíso para mí.

A partir de ahí empecé a conocer a gente, a tocar en los clubes, etc. Toqué country & western con un artista que se llamaba Wayne McPherson, después llegué a conocer a gente como Alvin Lee (Ten Years After), Waylon Jennings o John Sebastian (The Lovin’ Spoonful). Hice de extra en la película “Nashville” de Robert Altman, ya que la escena donde Keith Carradine canta “I’m Easy” (ndr: canción ganadora del Oscar en 1975) se rodó en el club donde trabajaba por el día como friegaplatos y por la noche como músico. Como anécdota, llegué a conocer a Shelley Duvall, una de las protagonistas (ndr: más conocida por el papel de la sufrida esposa de Jack Nicholson en “El Resplandor”, de Stanley Kubrick), y yo, con todo el desparpajo de un adolescente, le dije que me recordaba a la novia de Popeye, Olivia. No recuerdo cómo se lo tomó ella, pero cinco años después, el mismo director (Altman) le dio el papel de Olivia en la película “Popeye”, donde Robin Williams hace del marinero. Al final no llegué a estudiar ni inglés ni música, pero como comprenderás, mi mejor universidad fueron los clubes y los locales de ensayo, por elección propia y por rebeldía. Te podría contar innumerables historias acerca de mis vivencias en Nashville, aunque muchas de ellas con la grabadora apagada (risas), pero ya te haces una idea de por qué esa ciudad supuso el paraíso para un adolescente apasionado por la música”.

¿Qué es La Fusa? (“Back to La Fusa”).
“Un boliche de mi época en Mar de Plata, pero no para adolescentes, en el sentido que era un club de jazz, de bossa nova. Era un local para mayores y a mí y a mis colegas no nos dejaban entrar. Sin embargo, fue allí donde se grabó uno de los discos insignia de la música brasileña en 1971: ‘Vinicius + Bethania + Toquinho en La Fusa’. Como el tema tiene un aire brasileño, decidí titularlo así”.

Este disco ya lo estabas elaborando cuando os entrevisté a Byron Jagger y a ti a colación del lanzamiento de ‘Move On’. ¿De dónde sacas el tiempo?
“Para mí componer es algo orgánico, natural, forma parte de mi ser. Apenas hay días que no enchufe mi guitarra y componga algo. Tal como dijo una banda argentina, Vox Dei: “Hay tiempo para la guerra, tiempo para la paz / Tiempo para el tiempo, y un rato más”.

Te lo pregunto porque ya estás metido en un nuevo proyecto con una cantante inglesa, Jessy Howe…
“Efectivamente. Ella es una cantante de soul y del rock que, a mí personalmente, a veces me recuerda a Tina Turner. Cuando toqué en Zúrich vino a verme y allí surgió la idea de hacer algo juntos. Vino a Ibiza y ya tenemos seis temas grabados. Actualmente estoy preparando otros seis para un disco que se editará en los próximos meses. Es un disco muy variado, tiene toques desde Led Zeppelin a The Pretenders pasando Pearl Jam (risas). Me es difícil describirlo, es uno de los más diferentes que haya hecho.

La idea es poder salir a la carretera después del verano tanto con la Vargas Blues Band como con la banda que montaré con Jessy. De hecho, las fechas de la gira europea que se cancelaron por culpa del coronavirus ya las tengo confirmadas para octubre y noviembre”.

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