Crónicas
Rhapsody of Fire + Thornbdrige + Aquelarre: Mejor solo y bien acompañado
«El desenlace, puerta abierta de par en par hacia otra aventura, lo comportan los actuales Rhapsody of Fire, en los que Staropoli ha sabido rodearse extraordinariamente de músicos de primerísima línea»
22 febrero 2019
Sala Caracol, Madrid
Texto: Jason Cenador. Fotos: Antonio Vázquez
Todos conocemos historias que evolucionan con hacia un final feliz aun manteniendo la nostalgia por capítulos anteriores, y la de Rhapsody of Fire es, sin duda, una de ellas. Casi dos décadas se mantuvo unido por un mismo fin el caudaloso talento compositivo del guitarrista Luca Turilli y el teclista Alex Staropoli, pero la saga épica avanzó por otros derroteros cuando decidieron separar sus caminos, girando el guion por completo cuando el vocalista Fabio Lione abandonó después la banda para unirse a Turilli en una última gira que finalmente no fue tal.
El desenlace, puerta abierta de par en par hacia otra aventura, lo comportan los actuales Rhapsody of Fire, en los que Staropoli ha sabido rodearse extraordinariamente de músicos de primerísima línea capaces de hacer nimia la discusión de si estamos ante un tributo impresionante o ante unos Rhapsody evolucionados. Los que opinen una y otra cosa confluirán en un mismo punto de encuentro: son buenísimos.
Abrió la velada uno de los conjuntos más prometedores de la escena de metal melódico estatal. Ya habíamos disfrutado de lo lindo de Aquelarre cuando presentaron en su ciudad, Vigo, su formidable nuevo trabajo de estudio, ‘Suevia’, y en el escenario madrileño no hicieron sino ratificar las buenas sensaciones. Genuinos en lo musical y volcados en encandilar a una audiencia que en buena medida ignoraba sus virtudes, arremetieron con “Galicia 19”, tema que a su vez inaugura su tercera obra, dedicada a las leyendas e historias de su amada tierra. El ancho registro vocal de Icko Viqueira, su cantante, empezó ya a hacer de las suyas, y a más de uno le congelaron la sangre las variaciones entre limpias voces agudas y atormentados guturales.
Con un excelso estribillo y pasajes de muy alto voltaje, continuaron con “Jakobsland”, tras la que Icko se dirigió con énfasis al público más tempranero poniendo de relieve los más de dos mil kilómetros que ya llevaban recorridos, pues la jornada anterior se habían coronado en la muy republicana Barcelona. Proclamaron después el power metal con “Arcilla y Mármol”, que sonó portentosa, aunque para el final se dejaron los platos más contundentes y degustables. Uno de ellos fue “Romasanta”, el hímnico tema de nuevo cuño sobre el único caso de licantropía diagnosticado clínicamente – el del gallego Manuel Blanco Romasanta en el siglo XIX –, sucedido por el infalible y emocionante “Guardián”, cuya irresistible melodía hicieron corear al respetable mientras era esbozada por el guitarrista Ramón Viqueira “Nyxel”, que tocó sobre un taburete debido a un esguince de tobillo. No se iba a borrar de una gira así ni de broma.
El colofón a un show cuyo sonido fue de peor a mejor lo puso “Suevia”, tema cumbre de un álbum con el que su carrera ha de dar un salto de gigante. Los méritos tanto en estudio como en directo son irrebatibles, y así lo dictaminó la unánime ovación del creciente jurado popular que dictó con ella una muy favorable sentencia.
Tomaron el relevo en escena los alemanes Thornbridge, que acudían a la ciudad del oso y el madroño con su recentísimo nuevo álbum, ‘Theatrical Masterpiece’, bajo el brazo. Lo hacía además con una actitud digna de elogiar máxime cuando en su escala en Barcelona habían sufrido el robo de seis portátiles y más equipo de su furgoneta. El metal todo lo compensa, y el suyo tiene la pulidez de los grandes escultores del power metal teutón. Tanto es así que cualquiera que escuche un tema suyo sin ni tan siquiera saber de dónde han salido podría adivinar su origen, a poco que haya mamado bandas como Primal Fear, Gamma Ray o Helloween. Tienen mucho que decir en la escena europea, y la profesionalidad y buen hacer con la que se desenvolvieron así lo refleja.
Muy bien plantados y con un sonido límpido y poderoso, nos sumieron en trepidantes guitarras y coreables melodías cuya pegada fue una estupenda puesta a punto para lo que vendría a continuación. Temas del nuevo plástico como la propia “Theatrical Masterpiece” o la muy convincente “Demon in Your Heart” coexistieron con piezas más antiguas como la sensacional “What Will Prevail”, homónima de su anterior álbum, con el que debutaron en 2016. Antes de esa última, el vocalista y también ágil guitarrista Patrick Rogalski aludió al público español diciendo que somos “grandes metaleros”, para después elogiar sin cortapisas la cerveza Mahou. Y ojo, que eso viniendo de un alemán no es cosa menor. Dicho de otra forma, es cosa mayor. Perdonad, es el clima preelectoral.
De la escuela alemana a la más pura escuela italiana del power metal pasamos cuando los esperados Rhapsody of Fire aparcaron el dragón en la puerta y se mostraron ante una sala, ahora sí, casi llena - vimos entre el público a Alberto Rionda, guitarrista de Avalanch, que acaban de salir a Europa de gira con los italianos -, síntoma no solo de aquello de que quien tuvo, retuvo, sino también de que hay muchas y muchos que conocen muy bien las bondades de la presente etapa. Justo ese mismo día salía oficialmente a la venta ‘The Eighth Mountain’, una obra que viene a consagrar lo dicho y que es la primera con la presente formación. Ni cortos ni perezosos, incluyeron hasta seis de sus canciones, si bien tuvieron a bien abrir con “Distant Sky”, del álbum de transición ‘Into the Legend’ (2016). Y como de leyendas iba la cosa, “The Legend Goes On”, precisamente una de las mejores canciones del nuevo álbum, hizo de aquello un hervidero justo después. Poco importaba que la gente no se la supiese: es un himno sin paliativos.
El teclado de Staropoli era menos nítido de lo que debía en estos primeros compases de concierto, aunque todos los oídos estaban ya sobradamente gratificados con los estratosféricos movimientos de guitarra del maestro Roberto De Michelli, uno de los mayores genios de las seis cuerdas que uno puede observar y degustar sobre un escenario. Quienes piensen que exagero, que prueben a verlo tocar en vivo. Seguro que ya hay conspiranoicos pensando que los alienígenas ya están aquí y que el guitarrista supuestamente transalpino forma parte de la avanzadilla. ¡Qué nivel!
Y si el guitarrista, que llegó a compartir vestuario con Luca Turilli en Rhapsody, parece de otro planeta, debe de tener como vecino en él al soberbio vocalista Giacomo Voli, objeto de fascinación para otorrinolaringólogos de medio mundo. Sus agudos, su timbre, su impresionante solvencia en el rango ideal para el power metal es también difícil de catalogar. De verdad, quienes no me crean, que lo vivan en directo. Fue el propio cantante quien introdujo el primer clásico de la velada, “Dargor, Shadowlord of the Black Mountain”, de la que dijo que “es demasiado buena para dejar de ser tocada”. Y tanto.
Prosiguieron con “The Courage to Forgive”, muy bien acompañada por el público pese a ser de nuevo cuño, “March Against the Tyrant” e “Into the Legend”, antes de volver a abrir el tarro de los Rhapsody clásicos con dos joyas imprescindibles como son “The March of the Swordmaster” y, cómo no, “Dawn of Victory”, coreadas hasta la saciedad por una audiencia entregada en cuerpo y alma. La fiesta del power metal estaba montada por todo lo alto y el ágape estaba sazonado con la épica más grandilocuente y una calidad interpretativa irreprochable. ¿Qué no suena cien por cien Rhapsody? Pues no, porque la personalidad de los músicos pesa mucho, y más la de un cantante como Fabio Lione. Pero suena.
Decidieron bajar las revoluciones sin disminuir ni un ápice el entusiasmo del personal, y para ello se marcaron una conmovedora balada, “The Wind, the Rain and the Moon”… ¡íntegramente en castellano! De hecho, la rebautizaron a “Sin un adiós”, y les quedó sublime, con una letra muy inteligible y grandes dosis de sentimiento por parte de Giacomo Voli, que no solo canta como los ángeles, sino que transmite como ellos.
El sosiego pronto lo quebraría la iracunda tormenta de “Rain of Fury”, sucedida por un elogio del cantante al “jefe” Staropoli, cuyo oficio bien podría cristalizar en el título de “Warrior Heart”, la siguiente en liza. Sin embargo, pocas consiguen poner al público en pie de guerra como “Holy Thunderforce”, un himno sin parangón y a todas luces una de las canciones más celebradas de la noche. Fue defendida, por cierto, con sumo garbo y fidelidad.
Los oés que el público profería antes de los bises eran bien merecidos, y los llevaron en volandas hacia “Reign of Terror”, sorprendente elección de un disco, ‘The Frozen Tears of Angels’ (2010) que tal vez merece más abolengo. En ella, Voli exhibió agrestes y efectivos guturales, y Staropoli se lució a las teclas como haría después también en el final alargado de “Flames of Revenge”, en el que soleó acompañado tan solo por bajo y batería.
Preguntó el frontman por la palabra para brindar en castellano antes de acometer, con un nivel extremo por parte de la banda, “Master of Peace”, sucedida por “Land of Immortals”, en terreno ya de las glorias pretéritas, pues pertenece a su primer trabajo, ‘Legendary Tales’ (1997). Con elogios a todos los protagonistas de la noche y una estupenda química entre banda y público, arribaron al cierre del show con la ineludible “Emerald Sword”, dejando a todos los presentes más que saciados. En efecto, la leyenda continúa. O comienza una leyenda nueva. En este punto, es lo de menos.
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2 comentarios
Muy buenas actuaciones por parte de estas tres buenas bandas las cuales a su manera y estilo lo dieron todo en esa noche en una de las mejores salas madrileñas. De todas formas los clásicos y cojonudos RHAPSODY hace años que murieron.
No no no
Ya dejen de decir q los Rhapsody of Fire murieron hace tiempo!
La banda Rhapsody of Fire sigue en pie sacando discos del más alto nivel musical en el heavy metal e interpretando sus temas de la manera más fiel y profesional con músicos de muy alto perfil (no son Turilli, Lione, Leurquin, Guers y Holzwarth... Y q?)
Rhapsody of Fire es más q una banda, es un estilo de vida, una forma d hacer música, una institución, es escuela...