El ambiente oscuro y acogedor de The Irish Theatre en Salamanca, arropado por las cortinas de terciopelo rojo del escenario y el olor a cerveza que se respiraba en el aire, fue el escenario perfecto del concierto de Zålomon Grass.
Este grupo de Vigo mezcla el blues con el sonido clásico del rock y le añade un toque de psicodelic blues, mezcla a la que el grupo denomina "cosmic blues". Desde el momento en el que subieron al escenario, el público, expectante, aguardaba descubrir un grupo que, para muchos, era desconocido, pero que tras esa noche dejaría una impresión imborrable.
El talento del grupo, al que conocimos mejor a través de esta entrevista, unido a la cercanía ofrecida por los pequeños escenarios, no comparable a la que pueden aportar los grandes estadios, creó una atmósfera inigualable.
Cuando sonó la primera nota de “Back Were I'm From”, del álbum 'The four track EP' (2021), se rompió la tensión y el público hizo sentir su entusiasmo.
Con el tema "Don't Let Me Go Down", además de los ya presentes bailes y saltos del entregado público, empezaron a oírse los primeros coros que llegaban de boca de los asistentes.
La fuerza y energía del grupo eran contagiosas. La increíble y apasionada ejecución de David Rodd, al bajo, y Gabriel McKenzie, a la guitarra, y la potencia tampoco exenta de pasión de Mauro Comesaña, batería, con los tres ejerciendo como vocalistas en distintos momentos, hicieron que no solo el escenario, sino toda la sala se les quedase pequeña.
Sonaron temas de su último álbum hasta la fecha, 'Space Opera', a cuya etapa de presentación se estaba echando el cierre en estos conciertos que terminarán el 8 de junio en Vigo, como “Heard It On the News”, “Cosmic Relief”, “Too Late Now” y “Grove to Prove”, otro de los favoritos del público. Interpretaron también temas de otros trabajos como “Moon Glasses”, de 'Three Hundred Years' o “Once Again” del previamente citado 'The Four Track EP'.
En las últimas canciones, Gabriel se mezcló con el público tocando de rodillas en el suelo, no sin antes luchar con el cable de su guitarra, que casi se enreda en una barandilla.
Nadie quería que aquel concierto acabara, tanto fue así que no fueron una ni dos las veces que el público pidió otra canción más.
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