Crónica de VV (Ville Valo) y Kaelan Mikla en Madrid: Huyendo del sol

3 marzo, 2023 8:16 pm Publicado por  Deja tus comentarios

Las cuentas son fáciles: HIM llenaba La Riviera. VV -o lo que es lo mismo, Ville Valo- también. A partir de ahí, es evidente que el cantante no necesita a su exbanda, sobre todo porque ha sido muy inteligente anunciando de antemano que la mitad del repertorio de sus conciertos serían canciones del grupo que le dio la gloria y del que, cabe decirlo, era el líder indiscutible.

Abrió la velada Kaelan Mikla, un trío femenino islandés catalogado como post-punk que, sinceramente, no logró engancharme. Durante su actuación en la penumbra, cuando el bajo de Margrét Rósa predominaba sobre los sintetizadores de Sólveig Matthildur, había momentos interesantes, acercándose al sonido de The Cure (más tarde me enteré que Robert Smith las ha apadrinado), pero en general sonaron demasiado sintéticas para mi gusto.

Tampoco ayuda el hecho de que buena parte del tiempo, Laufey Soffía, más que cantar, declame, a mi juicio se carga el siniestro encanto de una base consistente como la de “Kalt”. Los gritos de “Sólstöður” directamente suscitaron caras de circunstancias. Entre tema y tema los aplausos fueron tenues, pero cuando se despidieron la ovación subió de tono, lo que me hace preguntarme si lo que hacía una parte del público no era en realidad festejar que terminaban.

La puesta en escena de Ville Valo es concisa pero vistosa, con un buen juego de luces que empezó a funcionar iluminándose en el fondo la VV característica mientras sonaba enlatada la instrumental “Zener Solitaire”. Instantes después, se encendían más focos dando forma a un heartagram.

Salen primero los guitarristas Mikko Virta y Sampo Sundström, el bajista Juho Vehmanen y el batería Risto Rikala, y cuando ya están posicionados en el escenario, salta Valo bajo un griterío en el que –inusual en un concierto de rock- los timbres femeninos tienen más presencia que los masculinos.

El arranque es con “Echocolate Your Love”, y ya desde el principio tenemos la tónica de lo que va a ser el concierto. A favor, un sonido muy nítido que permitió que se distinguiera claramente la voz de Ville, quien además cantó realmente bien, ostensiblemente mejor que cuando en el pasado, en vez de sorbos de agua, lo que se metía entre tema y tema eran lingotazos de vino.

En contra, que el frontman ejerció poco ese rol: su movilidad fue escasa, apenas sin aspavientos, y la interacción con el público prácticamente se limitó a los momentos en que inclinaba el tronco hacia delante, gesto quizás suficiente para que las primeras filas sintieran énfasis en la interpretación, pero insuficiente para transmitir pasión al resto de la sala. Tampoco ayudó el que no se dirigiera al público hasta el tramo final del concierto.

Si no fuera el espigado Ville Valo de ojos claros y rasgos agraciados que sigue rompiendo corazones, sino el cantante de una banda que se está dando a conocer, tendría que currárselo mucho más para convencer al público. Creo que es un dato objetivo, no tengo nada en contra del artista, todo lo contrario, yo fui uno de los 500 asistentes del primer concierto de HIM en Madrid, en el lejano año 2000.

Otro aspecto que no me gusta del show, dado que los teclados es una parte importante de su propuesta musical, es la ausencia de teclista; quizás soy un “viejuno”, pero a mí un detalle así hace que el espectáculo se me haga más frío.

Entre la sobriedad del líder –se me antojaba uno de esos personajes quebradizos de película de vampiros a quienes les están chupando la sangre por la noche- y la de la producción escénica, a ratos aquello acabó siendo una sucesión de canciones en la que el mayor punto de emoción lo ponía el comprobar cuál era el grado de aceptación de cada tema.

Dicho todo esto, vuelvo a lo positivo. Yo diría que nunca antes escuché a Valo cantar tan matizadamente “The Funeral of Hearts”, y el tema que da título a su disco en solitario, “Neon Noir”, empezó a constatar que las nuevas canciones se han ganado un hueco en los corazones de sus seguidores españoles. No puede medirse por el mismo rasero que “Right Here In My Arms”, pero si has seguido la trayectoria de Valo, es muy probable que conectes con “Loveletting” o “In Trenodia”. Igual se ha pasado con las cucharadas de azúcar en algunos temas, aunque en verdad su música siempre fue como los caramelos Drácula, de envoltorio lúgubre pero caramelo después de todo, ¡si hasta el potente “Buried Alive By Love” tiene sus partes tiernas!

El tan reconocible riff de “Wings of a Butterfly” caló hondo y el público se vino arriba, de modo que “Heartful of Ghosts” fue un poco cortapuntos al principio, aunque va cobrando intensidad en ese contraste entre la caricia melódica y la tenebrosidad.

En “Join Me In Death”, el hit que le abrió a Valo puertas hasta en las radiofórmulas, hubo casi tanta gente viéndolo tras la pantalla de su teléfono como la que prefirió vivir el momento directamente a través de sus retinas.

 

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El ritmo vivo y el grosor de las guitarras de “The Foreverlost” fue bien recibido, y continuado en progresión ascendente por “The Kiss of Dawn”, donde Mikko se lució con el solo.

“Run Away from the Sun” se ha convertido en el mayor éxito de ‘Neon Noir’, y se ganó un puesto de privilegio en el repertorio, antes del adiós provisional con “When Love and Death Embrace” y su emotivo ocaso.

En el regreso a las tablas, el poderío de “Soul on Fire” y su liberador estribillo enardecen al gentío. A Ville se le fue un poco la voz cuando se dejó llevar en el final con algún falsete de más, pero no empañó el que fue uno de los puntos álgidos del concierto. La verdad es que, encajonado entre ese y “Poison Girl”, “Salute the Sanguine” palideció un poco.

Valo muestra al público una bandera española que le lanzaron a la que le han pintado el heartagram en el escudo, y es el momento en que habla para sus seguidores, lanzando un generoso discurso de agradecimiento que comprendió también la presentación de los músicos.

El adiós definitivo acaece con “Saturnine Saturnalia”, para mí el mejor tema de su aún reciente disco. Valo se despide antes de que termine, dejándole el protagonismo final a sus músicos, enfrascados en la tarea de golpearnos con ese riff tan Sabbath.

Le faltó dinamismo al espectáculo, no tanto en lo musical como en lo visual, aunque no quiero despedirme quisquilloso, qué porras, en el fondo renové mis votos hacia el Love Metal.

Por último, me permito apuntar que mi compañero Hernán Osuna entrevistó a Ville.

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