Crónicas

Rufus T. Firefly en Bilbao: De los porros a los gin-tonics

«Han pasado de los porros a los gin-tonics, de la música de cuelgue psicodélico a la emoción descarnada del soul primigenio. Ambos pertenecen a un estado sublime en cualquier caso, de ese en el que sale de los ojos polvo de diamante. La antesala de la gloria eterna.»

30 octubre 2021

Sala BBK, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

En un mundo en el que lo que más se lleva es el postureo inmisericorde habrá que ir guardando en una vitrina todas aquellas cosas con alma que consiguen emocionarnos. Echemos un vistazo a nuestro alrededor y metamos de la misma lo primero las obras inmortales de la música, el cine y literatura, los soportes físicos (da igual que sean CDs o vinilos), los garitos en los que te sientes como en casa, esas miradas que te desarman de un plumazo o los pocos sentimientos puros que aún queden a salvo de tentaciones mercantilistas.

Incluyamos del mismo modo entre aquellas cosas que nos dan la vida los grupos que no obedecen a las leyes de la industria y se rigen por principios creativos elevados. Esos que no necesitan esperar a que salga un disco para presentarlo, sino que se lo ofrecen al público de una tacada, como hicieron  Rufus T. Firefly hace pocos días en la bilbaína sala BBK. Todo un regalazo, teniendo en cuenta que el lanzamiento oficial de ‘El largo mañana’ no se espera hasta el 26 de noviembre.

En medio de la vorágine de las redes sociales, a veces mola afrontar un espectáculo sin haber leído ni una crónica ni opinión al respecto, algo tampoco muy complicado cuando se lleva una ajetreada existencia sin demasiados remansos de paz. Desconocemos si tales pensamientos serían compartidos por el resto de asistentes que poblaron el recinto hasta el punto de que apenas se vislumbraban localidades libres.

A modo de declaración de intenciones, “Un amico” de Ennio Morricone ejerció de introducción mientras los diferentes miembros de Rufus T. Firefly ocupaban sus respectivos lugares. Cuentan ahora con un percusionista y una teclista adicional para recrear los grandilocuentes ambientes soul de su próximo álbum, un cambio que en realidad tampoco es tan radical si se observa su trayectoria en su conjunto. Y si valoras a Marvin Gaye y otros pioneros, entonces te enamorará su actual rumbo.

Con una cuidada puesta en escena que fue un auténtico suplicio para fotógrafos, hay que decirlo, nos dejaron ya anonadados desde el comienzo por su absoluta competencia instrumental, es pasote lo bien que suenan en las distancias cortas. La batería de Julia se convirtió en protagonista una vez más con sus redobles, sus subidas y bajadas, dudo que hayamos visto a alguien transmitir tanto a las baquetas como hace esta chica que también se ocupa de las portadas y todo el lado artístico de la banda. Diosa total, normal que hasta le gritaran “¡Máquina!” desde el público.

Sin prisa ninguna y con mucha clase fueron desgranando diversos cortes de ‘El largo mañana’ como “Torre de marfil”, “Esta persona no existe” o “Me has conocido en un momento extraño de mi vida”. Hemos de afirmar que en dicho momento no pillamos los títulos, sino que los descubrimos después cuando escuchamos el disco en casa. Porque de ahí solo se podía salir extasiado y con un álbum bajo el brazo, a pesar de que la cola fuera kilométrica al final del bolo.

El adelanto “Polvo de diamantes” nos desarma por completo con ese inicio a lo The Doors y esa impagable letra que parece resumir las sensaciones que te embriagan al contemplar algo que te gusta de verdad. O eso interpretamos nosotros, vaya. Cualquier otro punto de vista al respecto es bienvenido.

Reivindicaron a Marvin Gaye o Curtis Mayfield, “gente que cambió la historia de la música”, en sus propias palabras. En ese punto reparamos en el colosal sonido envolvente que han logrado en el que son piezas claves sus nuevas incorporaciones a la percusión y al teclado. Siguen antojándose criaturas de otra dimensión. Por mucho que hayan girado el timón, el poso psicodélico continúa presente.

Por la escueta iluminación a veces parecía que estaban tocando más bien en un garito que en una sala en el centro de la ciudad. “Selene” en este aspecto les quedó impresionante, con un interludio de poner pelos de punta y algún punteo reminiscente a Pink Floyd. Y no menos especial se torna la atmósfera en “Lafayette”, otra pieza que ya conocíamos previamente en la que colaboraba en estudio la siempre etérea Anni B Sweet.

Abandonaron las tablas sin dar demasiada importancia al hecho y al regresar agradecieron al personal por haber hecho el esfuerzo de escuchar canciones desconocidas. No era necesario, fue un gustazo que nos hicieran elevarnos tanto sin drogas ni ninguna otra sustancia de por medio. Mantuvieron el subidón con la imprescindible en sus recitales “Nebulosa Jade”, aunque la tocaron a la manera soul de ‘El largo mañana’ y el resultado fue para subir hasta la estratosfera.

Con cierto aire al sonido disco primigenio de los setenta “Sé dónde van los patos cuando se congela el parque” evoca en el mismo título a ‘El guardián entre el centeno’ de Salinger, un traje de gala para recibir “Un breve e insignificante momento en la breve e insignificante historia de la humanidad”, el único corte que rescataron de ‘Loto’, lástima, porque un “Final Fantasy” nos habría hecho alcanzar el cielo.

Y “Río Wolf” legó un sabor inmejorable en uno de los mejores bolos que hemos visto en los últimos meses. Tal vez nos faltaran más canciones de ‘Magnolia’, aunque esto igual se debe a lo poco acostumbrados que estábamos al repertorio actual. Han pasado de los porros a los gin-tonics, de la música de cuelgue psicodélico a la emoción descarnada del soul primigenio. Ambos pertenecen a un estado sublime en cualquier caso, de ese en el que sale de los ojos polvo de diamante. La antesala de la gloria eterna.

Alfredo Villaescusa
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