Crónicas

Powersolo en Bilbao: Dalí haciendo rock n’ roll

«No me cabe duda de que lo vivido aquella noche fue como si Dalí hubiera resucitado y estuviera haciendo rock n’ roll, intentándose quedar con el personal con cada acción más bizarra que la anterior. Tal vez su versátil menú se asemeje a un contundente desayuno inglés no apto para estómagos delicados, pero lo que nadie puede discutir es el prodigioso dominio de las tablas de Kim. El maestro de Figueres estaría orgulloso.»

14 diciembre 2023

Sala Rocket, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Probablemente el mundo jamás se recuperará de la pérdida de un ser humano tan insólito como Salvador Dalí, que en ocasiones se refería a sí mismo en tercera persona, daba dibujos en lugar de propinas en los restaurantes y hasta una vez apareció acompañado de un rinoceronte de cuero y rehusó sentarse en ningún otro lugar, entre otras excentricidades. Un tipo que era un show constante y que cuando le expulsaron sus camaradas del movimiento surrealista respondió simplemente: “Yo soy el surrealismo”. Ahí os quedáis, majos.

Si hubiera que buscar un equivalente musical para el genio de Figueres estaría sin duda en la figura del vocalista y guitarrista Kim “Kix” Jeppesen, la mente detrás de los veteranos Powersolo, con una trayectoria que ya casi alcanza las tres décadas. Les hemos podido ver en el Azkena Rock Festival y hasta han hecho sus pinitos cinematográficos con aportaciones para series norteamericanas como “True Blood” o “American Horror Story”.

Cualquiera que acuda a un show de Kim y compañía debe estar preparado para lo inesperado y también gozar de una importante amplitud de miras, pues su catálogo de histrionismos no es para todos los públicos y podría llegar a saturar. En un festival, su mensaje tal vez se difumine con la obligada distancia, pero en un recinto modesto como la bilbaína sala Rocket no habría escapatoria. Había que aceptarlo.

El peculiar cóctel de rock n’ roll añejo, garage, psychobilly, bandas sonoras y surrealismo de brocha gorda de Powersolo funcionó a modo de encantamiento desde los primeros instantes. El líder además provocaba a la concurrencia en cuanto tenía ocasión. Preguntó varias veces la hora y cuando le respondían negaba con la cabeza y sentenciaba: “¡Es la hora de la fiesta!”.

A veces uno pensaba que estaba viendo un capítulo de Mr. Bean o Benny Hill, porque momentos cómicos hubo varios, aunque lo mejor era saber que aquello conservaba esa sensación de peligro de la que hablaba Iggy Pop la primera vez que vio a Jim Morrison. Podía pasar cualquier cosa, incluso que Kim se lanzara al respetable y se pusiera a dar vueltas por el recinto un rato largo.

Por lo que recordamos, la anterior vez que les vimos en un Azkena el formato era más minimalista, el aporte de una banda al completo cambiaba por completo la percepción de su propuesta, que sonaba mucho más compacta que antaño. Y lo mejor era que los acompañantes parecían poseer un cuelgue similar a Kim, pero mucho más moderado o contenido, por supuesto.

Había que admitir que su carismático frontman era un showman tremendo, un intérprete brutal con gestos exagerados o caricaturescos que obligaban a prestarle la máxima atención. Como cuando se dio la vuelta a la guitarra, miró fijamente a la peña y a su señal se produjo el desparrame total entre el personal, con alguno incluso haciendo gestos de ardilla. Esto era surrealismo en vena, había que despojarse de toda lógica y pensamiento racional.

Kim preguntando la hora a la concurrencia.

Otro instante cumbre de la velada ocurrió cuando el inquieto vocalista se fue hasta el final de la sala para buscar a Xabi de Señor No para que subiera a las tablas e improvisara un rato con la banda. Todo un gesto de hermanamiento artístico que certificaba los vínculos de Kim con nuestro país. De hecho, su último disco, ‘Jambalaya – Xtra Spicy’, ha vuelto a contar con FOLC Records para una edición especial en la península.

El palo de estos daneses era tan variado que lo mismo podrían intercalar sin problemas entre sus propios temas alguna composición ajena como “Ça Plane Pour Moi” del artista belga Plastic Bertrand, un auténtico clásico del punk y la new wave que encajó cual guante junto al resto del repertorio. Y todo ello aderezado con gestos del líder como simular lavarse los dientes con el dedo, morder la guitarra o utilizar el mástil a modo de bastón mientras apoyaba la pierna en la cabeza del bajista, entre otras chaladuras.

Powersolo con Xabi de Señor No.

Pillar los temas de estos tipos era complicado, sobre todo si tenemos en cuenta que la mayoría del espectáculo parecía improvisado sobre la marcha, aunque diríamos que sonaron varios cortes de su álbum más reciente como el rock n’ roll con actitud punk de “If I Could Fly” o la frenética “See Her”. Otras piezas como “Backstab”, que se antojaba casi spoken word, contaba con largas parrafadas que podrían pillar con el pie cambiado a muchos, pero era uno de los riesgos que había que asumir al acudir a un show de los escandinavos.

“Boom Babba Do Ba Dabba”, seguramente el corte del álbum ‘The Real Sound’ que les dio a conocer, cursó como una melodía televisiva, o incluso de “dibujos animados”, como bien apuntó un espectador habitual de los conciertos. A veces uno no sabía qué era más entretenido, si prestar atención a los delirios escénicos de Kim o entretenerse mirando los peculiares bailecitos que desarrollaba el personal, algunos realmente de otra dimensión, como el de la ardilla que mencionábamos antes.

La estrella de cinco puntas acabó convertida en sombrilla.

La vuelta para los bises no defraudó y resultó tan impactante y entretenida como el resto del bolo, con Kim enarbolando una estrella gigante de cinco puntas, que lanzó al público y posteriormente acabó convertida en sombrilla. “Jurassic Sex Party” siguió desatando bailoteos entre la afición, pero cuando el líder sacó unas maracas la peña protestó. “Sé que os gusta”, afirmó con la cara completamente seria.

“Frantic” era otro de esos cortes acelerados con los que se podía montar pogo y hacer honor a la etiqueta de “Donkey Punk” (ndr: punk burro) utilizada por la propia banda para definir su música. El señor Kim terminó estampado en la batería, tal era el grado de entusiasmo de este tipo. Hasta pidió a la concurrencia hacer unas flexiones, pero al final solo se animó él con ímpetu militar, como si estuviera en el ejército.

“Juanito” mantuvo la cota de surrealismo en un nivel álgido, y ya para epatar con un número final, Kim se lanzó al público y se tiró un rato largo dando vueltas por el recinto, acercándose a las chicas de Moonshakers o abrazándose a fans con los que simulaba tener sexo. Un crack escénico.

No me cabe duda de que lo vivido aquella noche fue como si Dalí hubiera resucitado y estuviera haciendo rock n’ roll, intentándose quedar con el personal con cada acción más bizarra que la anterior. Tal vez su versátil menú se asemeje a un contundente desayuno inglés no apto para estómagos delicados, pero lo que nadie puede discutir es el prodigioso dominio de las tablas de Kim. El maestro de Figueres estaría orgulloso.

Alfredo Villaescusa
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