Crónicas

Muse + Royal Blood + One Ok Rock en Santander: Una elaborada danza de la lluvia

«Muchos miraron al cielo durante el show, temerosos de que los nubarrones típicos del norte descargaran toda su furia en algún momento, pero por una especie de justicia divina aguantó hasta pocos minutos después de que terminaran los británicos. Entonces ya sí que cayó la del pulpo. Los cielos se vaciaron por voluntad abrumadora. Una elaborada danza de la lluvia.»

4 julio 2023

El Sardinero, Santander

Texto: Alfredo Villaescusa. Fotos: Dara Chriss.

Hay veces en las que uno pierde la fe. Pasa con personas, ideales, e incluso con grupos musicales. A un servidor le suele suceder en este último aspecto cuando una banda encadena varios lanzamientos flojos o mediocres y eso provoca que el siguiente trabajo se reciba con la misma indiferencia con la que las vacas miran pasar al tren. Es entonces cuando solo un revulsivo lo suficientemente potente consigue sacarnos del ensimismamiento y recuperar aquella ilusión pérdida.

Muse

Con Muse nos sucedió un poco esto último, pues era un combo que descubrimos a inicios del nuevo milenio allá por su segundo disco ‘Origin of Symmetry’, lo flipamos con el siguiente ‘Absolution’, y nos elevamos hasta la estratosfera con ‘Black Holes and Revelations’ o ‘The Resistance’. Después ya perdimos cierto interés, en contraposición con el público mayoritario, que por aquel entonces empezaba a beber los vientos por el trío de Devon (Inglaterra).

El álbum ‘Will of the People’ provocó que les volviéramos a tomar en serio, pese a que el tema homónimo pareciera un plagio de “The Beautiful People” de Marilyn Manson. Ese fue en parte el motivo por el que decidimos acercarnos hasta Santander, además de unos teloneros tan rotundos como Royal Blood, una de esas formaciones que destierran el tópico de que el rock es cosa del pasado.

Se dijo que el 75% de los asistentes procedían de fuera de Cantabria, lo más normal del mundo teniendo en cuenta que era la única fecha en nuestro país en 2023, e incluso hubo gente de Francia, Alemania o Reino Unido, según informó la promotora. Lo que queda claro es que 23.000 personas vibraron aquella noche al incesante ritmo que imprimió el que probablemente sea el grupo de rock alternativo más grande del mundo. A la vuelta, un taxista nos decía que tenían un aire a Coldplay. Ni de lejos.

One Ok Rock

A los japoneses One Ok Rock poco los catamos, pues las conexiones de bus con El Sardinero no estaban todo lo reforzadas que un evento de semejantes dimensiones requeriría. En cualquier caso, las dos o tres piezas que escuchamos tampoco nos cambiaron la vida, pues se asemejaban a un pop rock a lo Tokio Hotel con un leve toque exótico. Para ir acomodándose, ni tan mal.

Royal Blood

Mucho más serio se tornó el dúo Royal Blood, pese a que ya no comiencen sus shows tras el inconmensurable “Down in Mexico” de The Coasters. Gracias a su trabajo ‘Typhoons’ han ampliado el catálogo de temazos que rompen la pana en directo, caso de “Trouble’s Coming” o la homónima “Typhoons”. Suma a ello cortes consolidados como “Lights o “Figure It Out” y el resultado solo podría ser mayúsculo. Es impresionante cómo dos tipos consiguen crear semejante muro de sonido. Nunca defraudan. Su tiempo en escena fue casi un visto y no visto.

Muse

Cualquiera que haya asistido a algún concierto de Muse sabe que hablamos de un evento espectacular como mínimo. Lejos quedaron los tiempos en los que nos topábamos con los diferentes componentes tocando en columnas tras salir de una especie de cafeteras, pero se han reinventado de una manera muy digna. Eran frecuentes las explosiones, así como las llamas disparadas que contribuían a engrandecer un show ya mayestático solo en el aspecto musical. Si encima te lo aderezan con detalles que engrandecen la experiencia de vivir un recital, pues únicamente cabe quitarse el sombrero.

El rostro de Matt Bellamy cubierto con una máscara y un círculo de fuego al fondo dieron la bienvenida mientras sonaba “Will of the People”, un comienzo inapelable para entrar en materia. Subieron un peldaño más mirando hacia atrás en “Hysteria”, que sigue sonando impresionante aunque tenga ya dos décadas. Y lo mismo podríamos aplicar a la voz de su líder, tan cristalina como si la hubieran hecho de fábrica, pero no se trata de un engendro de la inteligencia artificial, sino de algo muy real.

Tanto como el tono autoritario que da paso a “Psycho”, con la que El Sardinero se desmelenó por completo. No nos encontramos con mucha gente cantando, en su lugar vimos todo tipo de bailes, desde los que agitaban la cabellera como si aquello fuera thrash metal a los que se movían como si estuvieran en una discoteca de Ibiza. Se podría incluso hacer todo un estudio sociológico al respecto. Capítulo aparte merecerían los pantalones de colorines de Bellamy, con esos podías pasar heroína en los ochenta.

Con la soberbia “Bliss” evocaron de nuevo los tiempos en los que todavía eran un grupo modesto, mientras que la épica desbordada de “Resistance” puso de relieve la magnífica puesta en escena de la velada. No esperábamos que la reciente “Compliance” fuera uno de los momentos álgidos de la noche, por la recepción del respetable y también por la estampa de Bellamy bajando la pasarela del escenario a la vez que brotaban tiras de confeti a un lado y otro. Un desfile digno de un monarca.

Se tornaron dramáticos con “Thought Contagion” y Matt pidió iluminar el recinto con móviles en “Verona”, que ganó bastante en las distancias cortas gracias a la sentida interpretación del vocalista y guitarrista. Un breve interludio nos conduciría a uno de sus grandes éxitos, “Time Is Running Out”, otra pieza que cumple veinte años con una vigencia asombrosa.

Muse

Fue un repertorio muy equilibrado en el que no había lugar para el aburrimiento, el rock y la electrónica se fundían con una competencia semejante a los New Order de ‘Get Ready’. Un ejemplo claro en este sentido estuvo en “Undisclosed Desires”, donde se acercaron a Depeche Mode, aunque en este rollo el corte “Map of the Problematique” le daba miles de vueltas. Venga, no era cuestión de quejarse.

“You Make Me Feel Like It’s Halloween” debería perdurar en el cancionero de directo, al igual que “We Are Fucking Fucked”, sin duda el momento más trallero del concierto, además con fuego a cascoporro. Y la manera en que una nota sostenida desembocaba en “Supermassive Black Hole” quizás tendría que estudiarse en escuelas de música.

Otro inicio claramente reconocible era el de “Plug In Baby”, un himno del rock alternativo que nos acercaba hacia el final del bolo. “Uprising” aportó todavía mayor majestuosidad a la noche, por si fuera poco la chaqueta de luces que gastaba Bellamy o esa especie de bloques que se podían contemplar al fondo moviéndose en el aire.

“Starlight” provocó más bailes curiosos entre la afición, como el de alguna que parecía que planeaba y así se despidieron por un espacio breve de tiempo. No tardaron en regresar con “Kill or Be Killed”, que rompió el rollo por su aproximación al nu metal. Un recital de envergadura tenía que acabar con grandilocuencia y eso únicamente podía conseguirse con “Knights of Cydonia”, que llegó a nosotros después de la intro de “Man With a Harmonica” del maestro Morricone. Colofón impepinable.

Muchos miraron al cielo durante el show, temerosos de que los nubarrones típicos del norte descargaran toda su furia en algún momento, pero por una especie de justicia divina aguantó hasta pocos minutos después de que terminaran los británicos. Entonces ya sí que cayó la del pulpo. Los cielos se vaciaron por voluntad abrumadora. Una elaborada danza de la lluvia.

Alfredo Villaescusa
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