Crónicas

Miles Kane + Ten Tonnes en Bilbao: El rock siempre mejor en directo

«Sus canciones incendiaron el recinto y al artista se le notó sobrado de actitud dándolo todo, pero no entendimos el por qué de su comparecencia en solitario, con lo que habría ganado con un grupo de verdad a su lado.»

6 marzo 2024

Kafe Antzokia, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Hoy en día llenar cualquier recinto haciendo rock debería ser una hazaña digna de quitarse el sombrero, pero en ocasiones el universo musical gira tan rápido que a veces no nos damos ni cuenta del cambio de paradigma. Nos miramos tanto los zapatos que apenas reparamos en tendencias que si se extienden se habrá acabado con uno de los escasos refugios con alma que perviven en la época moderna.

Miles Kane

Vale que el título ‘One Man Band’ del último disco del británico Miles Kane podría hacer suponer que se trataba de un espectáculo compuesto únicamente por un tipo, pero a buen seguro muchos de los que acudieron a su bolo en el bilbaíno Kafe Antzokia ni siquiera sospechaban que lo que veríamos sería a un señor armado solo con guitarra y demás sonidos disparados. ¿Una treta para ahorrar costes o un mero proyecto artístico en un mundo en el que se abre cada vez más paso la música enlatada?

Pues quizás un poco de ambas cosas, aunque lo del aspecto monetario cuesta entender en un glorioso periplo peninsular que ha agotado entradas en sus cuatro fechas. Para que luego digan que el rock está muerto, oiga. Sin embargo, había un importante peaje que deberíamos pagar esa noche y que acabaría desluciendo la impresión general del bolo.

Ten Tonnes

Ante una sala a reventar de peña se batió el cobre, en primer lugar, el también británico Ten Tonnes, otro solitario en el escenario, pero con sonidos puramente reales, nada disparado. Había que reconocer el mérito para plantarse allí con la guitarra sin más ayuda que unos tonos vocales verdaderamente reseñables y unas composiciones que fusionaban el indie rock con retazos garajeros o rollo noctívago a lo Edwyn Collins. Fue un entremés muy decente. Cualquiera no valdría para llenar tantos espacios con tan pocos elementos.

Era la primera vez que veíamos a Miles Kane, pero nos contaron que en otras ocasiones había venido acompañado de banda y la cosa había molado. Aquella noche brilló la actitud de comerse el mundo de este colega de Alex Turner, con el que compartió el proyecto The Last Shadow Puppets, al igual que la mayoría de sus temas, con vocación clara de convertirse en auténticos subidones en directo. Pero fallaba lo principal, un grupo en condiciones en vez de un aparato reproduciendo pregrabados.

Miles Kane

A pesar del importante hándicap de la velada, el show estuvo entretenido desde que abrió con un cañonazo de la potencia de “Troubled Son”, puro rock con el que tiemblan las canillas. “Better Than That”, con esas melodías escuela The Beatles, podría apelar a cualquier entusiasta de la música de los sesenta o setenta, mientras que “The Wonder” era otra delicia para aficionados a los Arctic Monkeys de la época de ‘AM’.

Y su aproximación al legado de Marc Bolan llegó con la soberbia “Cry On My Guitar”, glam rock británico en vena. Con grupo habría sido increíble. El personal estaba además muy entregado. Bastó que el de Birkenhead se acercara a las escaleras del Antzoki para que la muchedumbre rompiera a cantar el inicio de “Rearrange”, otro de los mejores momentos de la velada.

Miles Kane

Este llanero solitario recordó su infancia en “Baggio” y su compi Alex Turner casi podría demandarle por plagio al cantar “Inhaler”. Desde luego, el tipo se movía fenomenal en ese registro que evocaba a los Arctic Monkeys más rockeros, una de sus principales bazas.

Se enfundó la clásica camiseta de tirantes blanca de currante para “Dealer”, la pieza que escribió en su día para la diva etérea Lana del Rey, y poco después enlazó con “Standing Next To Me”, otra canción con historia, pues formaba parte del primer disco de The Last Shadow Puppets, su proyecto con Alex Turner.

Miles Kane

“Come Closer” mantuvo con dignidad la tendencia hacia un repertorio con brío acercándose al rock contemporáneo de sus paisanos Royal Blood, y cuando nos quisimos dar cuenta, ya estaba dando la estocada final con otra pieza de altura como “Don’t Forget Who You Are”, donde volvió a aproximarse a las escaleras para que la afición se desgañitara cantando su pegadizo estribillo. A modo de contundente guinda funcionó sin fisuras.

Eso sí, una hora clavada de actuación, algo que nos sigue pareciendo raquítico en cualquier otro contexto que no sea el del punk. Sus canciones incendiaron el recinto y al artista se le notó sobrado de actitud dándolo todo, pero no entendimos el por qué de su comparecencia en solitario, con lo que habría ganado con un grupo de verdad a su lado.

En un momento dado del bolo tuvimos una especie de revelación cuando pasó un tipo delante de nosotros pronunciando las siguientes palabras: “El rock siempre mejor en directo, ¿no?”. Y no pudimos estar más de acuerdo porque todo eso condensaba de un plumazo lo que había dado de sí aquel concierto lleno entre semana. ¿El principio de los shows low cost?

Alfredo Villaescusa
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