Crónicas

Mägo de Oz en Miami Beach

«A los ojos de este cronista, expuesto a su música en directo por primera vez, estos 9 chicos simplemente ofrecieron mi concierto favorito del año»

6 noviembre 2021

The Fillmore Miami Beach

Texto y fotos: Joel Barrios

Patri y Zeta

Si eres un metalero que vive en Miami, estás jodido a menos de que estés dispuesto a manejar un mínimo de 40 minutos para el show más cercano. La principal ciudad portuaria de la costa atlántica del sur de Florida es conocida por ser un centro importante y líder en finanzas, cultura, medios de comunicación, entretenimiento, artes y comercio internacional, pero no se incluye ninguna variante de metal dentro de las mencionadas categorías. He estado viviendo aquí por los últimos 14 años, y podría contar con menos de diez dedos el total de espectáculos de rock y metal que han adornado la "capital mundial de los cruceros".

En consecuencia, si te tropiezas con un anuncio de que los madrileños Mägo de Oz van a presentarse por primera vez en la ciudad, con un espectáculo en el corazón de Miami Beach, no haces planes para esa noche, y comienzas a enviar correos electrónicos para cubrir el evento como prensa acreditada. No recordaba con exactitud la última vez que había escrito una crónica periodística en mi lengua materna, así que hacerlo de nuevo representaría otro desafío atrayente.

La historia de The Fillmore Miami Beach comenzó en 1950, cuando leyendas de la era dorada del fisiculturismo adornaban el escenario del entonces llamado Miami Beach Municipal Auditorium. Los invitados venían de todo el mundo para ver programas como actuaciones de canciones y bailes, comedia o incluso algún que otro combate de boxeo. A veces, las presentaciones eran espectáculos musicales: Frank Sinatra, Bob Hope y Jack Benny eran visitantes habituales del auditorio y, a menudo, causaban un gran revuelo. Renacido como teatro en 2007 después de una transformación multimillonaria, el hermoso teatro fue testigo de una noche rock con tintes celtas y folk este pasado fin de semana, cortesía de la ilustre formación española, actualmente terminando los últimos shows de su gira por los Estados Unidos.

Manuel Ramil

Antes de continuar con esta reseña, dejemos algo claro: no soy un seguidor, ni mucho menos un fanático acérrimo de Mägo de Oz. Durante los años de mi adolescencia y juventud viviendo en Cuba, era extraordinariamente difícil encontrar cintas de música rock, y una aún mucho más ardua tarea si estas eran de agrupaciones españolas. Por lo tanto, el nombre de la banda me resulta conocido y he leído al respecto de su popularidad, atracción musical y éxitos discográficos, así como de sus tropiezos con la fanaticada más mordaz; pero no puedo considerarme un “experto” en lo que a su música respecta. Por otro lado – y obviamente dejando a un lado todos los meses de pandemia, durante los cuales los espectáculos musicales estuvieron totalmente suspendidos– usualmente cubro de 100 a 150 conciertos y festivales en un plazo de 12 meses, así que “se pudiera decir” que he tenido la oportunidad de ver cientos de shows.

Josema, Seoane, Víctor y Moha pasándoselo en grande

Dos horas es un tiempo considerablemente largo para que toque cualquier banda, pero Mägo de Oz se tomaron el reto en serio, haciendo que los 120 minutos volaran en un abrir y cerrar de ojos. Con una lista de 21 canciones, inteligentemente distribuidas entre temas de su más reciente álbum ‘Bandera Negra’ y acostumbrados éxitos atemporales como “La danza del fuego” y “Molinos de viento” (por mencionar solamente un par de ellas), cada tema fue coreado a voz en cuello por una audiencia eufórica, que no cesó de vitorear a la agrupación, gritando “Mago!,” “Mago!” desde que aparecieran en el escenario por primera vez.  La destreza técnica de cada miembro de la banda contribuyó a redondear una presentación estelar, amplificada por un sonido balanceado y cuidadoso, con los cantantes Javier Domínguez "Zeta" y Patricia Tapia liderando el show, cambiando sin esfuerzo entre registros más altos o más graves e interactuando con la multitud con una sonrisa pintada en su rostro en todo momento.

Sería muy difícil resaltar específicos momentos de la noche como los más importantes, pero si me viera obligado a hacerlo, definitivamente tres de ellos fueron concluyentemente especiales. El primero aconteció un poco más allá de la mitad del set, cuando la banda desapareció del escenario en casi su totalidad, solo quedando Patricia Tapia, el baterista y fundador Txus di Fellatio y el sonriente guitarrista Manuel Seoane, para interpretar “Opera mortis”, donde la voz lírica de Tapia retumbó en los más recónditos lugares del teatro, resonando poderosamente en los corazones de los presentes y arrancando más de una lágrima de los ojos de aquellos a mi alrededor. Unos minutos encantadores de fusion de “Omio caro” y “Nessun dorma” que realmente cimentaron la renombrada capacidad de la agrupación de recrear emotivas composiciones cargadas de pura inspiración.

Txus

Como contrapunto, otras dos interpretaciones que podían ser usadas como muestra para definir el espíritu de la velada. El primer corte del encore, “La cantinga de las brujas”, es un tema que por momentos coquetea con la vertiente más pesada de la banda en las voces guturales (en directo a cargo de Manuel), mientras mantiene el núcleo folclórico y las influencias celtas que han pavimentado la obra de Mägo de Oz. Desde que los primeros acordes salieron de la guitarra de Víctor de Andrés, el teatro se convirtió en una completa apoteosis, con la audiencia envuelta en una especie de frenesí musical incontrolable, saltando y cantando con todas sus fuerzas. Finalmente, y para cerrar por todo lo alto, el tema cierre de la noche llegó a cargo “Fiesta pagana”, esa canción que mostró la cara más mainstream de Mägo cuando editaran ‘Finisterra’, arropada en flautas y guitarras acústicas que suavemente van en crescendo hacia el mismísimo climax. Definitivamente una de las composiciones más emblemáticas del extenso repertorio de los españoles, ni bien comenzó a sonar, la multitud dejó de cumplir con las reglas de seguridad del teatro y se abalanzó hacia el frente del escenario, para entonar las letras y filmar con sus teléfonos, mientras la banda – sonriendo de oreja a oreja y definitivamente sorprendida por la cálida respuesta del público – procedía a ofrecer una versión extendida del tema, costando discernir si las voces dominando el éter provenían de los micrófonos o de los pulmones de los cerca de 900 fans envueltos en una especie de trance final.

Fusionando rock y heavy metal con música celta y folk, Mägo de Oz descubrió hace muchos años la receta ideal para labrarse un sello de identidad propio, que es inseparable de su vasto legado musical. A los ojos de este cronista, expuesto a su música en directo por primera vez, estos 9 chicos simplemente ofrecieron mi concierto favorito del año, porque en mi modesta opinion, para que un espectáculo en vivo sea completamente disfrutable, no solo se trata de cuán capaces sean los instrumentistas de desempeñarse en el escenario, o cuán sólida sea la calidad de sus canciones; sino en gran medida de cuánto disfruten ellos mismo de tocar, sin importar el tamaño de la audiencia que los recibe, porque dicho entusiasmo se trasmitirá de manera simbiótica hacia la multitud que los presencia. Y en ese sentido, Mägo de Oz fue simplemente insuperable. Muchísimas gracias por abordar las tierras más sureñas de la Florida y por diseminar hechizos, magia negra, danzas piratas y buen rollo en nuestros lares. Que se repita una y otra vez, y cada vez que suceda, ahí estaremos.

La banda al completo tras el concierto. Foto: Joel Barrios

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