Crónicas

Los Zigarros en Bilbao: Intensos aullidos desde los acantilados

«Jorge Martínez de Ilegales decía que en el fondo el rock n’ roll es un ejercicio de arrogancia. Admitámoslo, hay que ser un poco chulo para darle a ese género cuando todos los demás te dicen que si estás muerto, que ya no se lleva y demás sandeces. Menos mal que a los fans eso nos importa un bledo. Lo de aquella noche sí que estuvo vivo y coleando a tope.»

30 diciembre 2023

Sala Santana 27, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Ya lo hemos mencionado en alguna ocasión, pero volvemos a subrayar el milagro que supone en este país abarrotar salas haciendo rock n’ roll. Frente a los profetas del caos que llevan décadas matando dicho estilo, pruebas contundentes como panes para certificar el tirón que sigue teniendo la música con alma alejada de las ponzoñas urbanas que nos dicen que están tan en boga de un tiempo a esta parte.

Todavía recordamos aquella impagable ocasión en la que Los Zigarros se presentaron en un festival de corte indie como Sonorama y algunos  impresentables no dudaron en pirarse. Junto con Lemmy de Motörhead o Burning serán de los pocos grupos que avisan al personal de que van a hacer un poco de rock n’ roll, o lo que es lo mismo, montar bulla no apta para ofendiditos y otras subespecies postmodernas.

Detalles como este último engrandecen a una banda que se merece reventar tantos recintos como sea posible. Si en su anterior visita a la capital vizcaína, agotaron dos noches en el Kafe Antzokia, llenar de una tacada la sala Santana 27, con mayor capacidad, era un claro triunfo en progresión ascendente. No sería raro que a la próxima intenten pabellones como el BEC, donde se baten el cobre grupos multitudinarios como Marea.

Mira que les he visto ya unas cuantas veces, pero que me aspen si el último bolo de Los Zigarros en Bilbao no fue de los mejores. Tanto por la intensidad alcanzada como por un repertorio colosal donde no sobraba nada o por la espectacular recepción de un entusiasmado respetable. “Rock rápido” marcó de un plumazo los parámetros de la velada antes de tornarse más clásicos con ese genial “No Pain No Gain” que recuerda a Diamond Dogs o a los Rolling Stones de “Honky Town Women”. Casi nada.

No tardaron en evocar el enamoramiento rockero de su reciente ‘Acantilados’ con “Aullando en el desierto”, que suena a Tom Petty por los cuatro costados. Otra referencia con clase. Y “Hablar, hablar, hablar…” pegó de alguna manera el pistoletazo de salida para que la peña se desmadrara y hasta acabara cantando a capela. Brutal. Por temazos de este calibre son sin duda los herederos totales de Tequila, Pereza y demás apóstoles que llevaron el rock n’ roll a las masas. ¿Quién dijo que eso no vendía?

Ovidi derrochó una vez más actitud de dios del rock, cascándose punteos tremendos y poses de estrella, mientras que Álvaro volvió a demostrar que en el combo es una pieza tan fundamental como lo era Malcolm Young en AC/DC, con una labor discreta necesaria para que el engranaje funcione a la perfección. El sonido rotundo que han conseguido en directo no está al alcance de muchas bandas.

Su locomotora de rock n’ roll no daba síntomas de desfallecer con trallazos como “Cayendo por el agujero” o “Resaca”, con ese par se levantaría hasta un muerto. Y como en los conciertos bonitos de verdad, no hubo cháchara inútil, sino que apostaron por enlazar canciones en una rueda que parecía no tener fin. Este principio lo aplicaron con notables resultados en “Voy a bailar encima de ti”, una de las indiscutibles cimas de la velada. Aún no se nos ha olvidado aquella madrugada en el Wurlitzer madrileño en la que atronó esta bomba y la peña se volvió loca.

Que nadie piense que fue un recital de sota, caballo y rey porque tampoco fue así. Rompieron la dinámica acelerada del bolo cuando Ovidi se sentó al piano para “Barcelona”, pero la calma duró poco, pues recuperaron fuelle en “Por fin”, otro corte en el que vuelvo a acordarme de The Faces, Diamond Dogs y otros discípulos stonianos.

Ganó bastante en directo la exótica “100.000 bolas de cristal”, que me parece de lo más destacado de ‘Acantilados’. Muchos lo debieron entender así, pues se desataron palmas espontáneas entre la concurrencia. Y también alargaron “No sé lo que me pasa”, donde el bajo aprovechó para explayarse ligeramente. Esa fue la única licencia que se tomaron en un bolo dinámico como pocos, pero bueno, era comprensible, había que recuperar aliento de vez en cuando.

Por el tramo que enfilaron con “Dispárame”, con esos riffs rotundos herederos de AC/DC, y “A todo que sí” cualquier fan del rock andaría satisfecho de por vida. Ya lo hemos dicho anteriormente, pero la grandeza del repertorio residía del mismo modo en la versatilidad que introducían, por ejemplo, piezas tipo “Cómo quisiera”, con su rollo en plan Los Rodríguez, o “Desde que ya no eres mía”, en una onda reposada similar. Si Tarque es la voz del rock n’ roll patrio, Ovidi tendría que ser la actitud, el Keith Richards, que con solo su carisma y poses rockeras consigue que el público coma de su mano.

Para el final, había más tralla con el enérgico “Acantilados”, que dejó los ánimos en lo más alto antes de que Ovidi regresara recuperando el piano para la emocionante balada “El monstruo”, toda una lección maestra de componer una sentida balada sin ponerse pasteloso ni abusar del almíbar. Piel de gallina, aunque el cotorreo deslució un poco el tema.

Ojalá se pudiera desenchufar tantas cosas de la época contemporánea, por lo que acogimos cual mantra el manifiesto contra el postureo de “Apaga la radio”, antes de que el frontman se acercara para pedir calor en “Malas decisiones”, más electricidad a degüello. Y en “Dentro de la ley” Álvaro se emocionó tanto que se acercó a las primeras filas para agitar la cabellera como poseído mientras algunos le gritaban: “¡Rock n’ roll!”. Ovidi rubricó una interpretación deslumbrante intentando emular a Jerry Lee Lewis al piano. Enorme.

Solo “¿Qué demonios hago yo aquí?” podría poner la guinda a una sesión magistral sin apenas minutos de descanso. O por lo menos así de entretenido se nos pasó el concierto. Deseando volver a verles desde ya.

En definitiva, se escucharon con nitidez sus intensos aullidos desde los acantilados. Jorge Martínez de Ilegales decía que en el fondo el rock n’ roll es un ejercicio de arrogancia. Admitámoslo, hay que ser un poco chulo para darle a ese género cuando todos los demás te dicen que si estás muerto, que ya no se lleva y demás sandeces. Menos mal que a los fans eso nos importa un bledo. Lo de aquella noche sí que estuvo vivo y coleando a tope.

Alfredo Villaescusa
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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

1 comentario

  • Juandie dice:

    Pedazo de resumen hacia otro gran concierto por parte de una de nuestras mejores bandas rockeras como son los valencianos LOS ZIGARROS en la Santana bilbaina presentando su nuevo álbum el cual caló de puta madre.

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