Crónicas
Graspop Metal Meeting 2023 (jueves): Del triunfo de Ghost, Alter Bridge y Papa Roach al fracaso de Guns N’ Roses
«El festival empezaba con una jornada fuerte, muy fuerte. No van con Graspop las fiestas de bienvenida ni los días de calentamiento»
15 junio 2023
Dessel, Bélgica
Texto: Jason Cenador y Matias Lipasti. Fotos: Hughes Vanhoucke
La ilusión de cada año, el lugar perfecto en el momento perfecto para cualquier amante del metal en cualquiera de sus formas, el paraíso de la música contundente en vivo. Todo pasa, todo llega, y el Graspop Metal Meeting regresó un año más, y van veintiséis (pandemia mediante) a la pequeña localidad de Dessel, sita en la parte de la región de Amberes fronteriza con Países Bajos. (Lee aquí la crónica de la segunda jornada, aquí de la tercera y aquí de la cuarta y última)
El emplazamiento, a las afueras del pueblo, es un lugar que podría ser uno cualquiera en el corazón del viejo continente, pero que se ha convertido en un sitio especial, de peregrinaje para decenas de miles de personas que cada año vivimos uno de los momentos más felices de nuestras vidas. Hay quien espera la Navidad, ¡nosotros esperamos, por encima de todo, el Graspop Metal Meeting!
El festival empezaba con una jornada fuerte, muy fuerte. No van con Graspop las fiestas de bienvenida ni los días de calentamiento. En el evento belga, se pasa de cero a cien más rápido que alguno de los Jaguar que contemplábamos con sorpresa aparcados a pocos metros de los escenarios principales. Nosotros íbamos en el Volkswagen de nuestro querido fotógrafo Hughes Vanhoucke, célebre ilustrador de crónicas y trotamundos al volante con quien la logística está más que asegurada.
Los primeros del primer día fueron los finlandeses Beast In Black, una garantía de solidez y poderío bajo el aura sempiterna de la modernidad en esa suerte de hard rock y heavy metal aliñado con dejes de power que practican desde que se originaron como una escisión de Battle Beast.
Con el griego de oro, Yannis Papadopoulos, demostrando desde el minuto uno que es uno de los cantantes más solventes y con uno de los rangos de agudos más alucinantes del panorama, al frente, los de Helsinki dibujaron las primeras sonrisas en el rostro de los presentes con himnos como “Sweet True Lies”, que bien podría sonar bajo las coloridas luces de una discoteca, “Hardcore””, “One Night in Tokyo” o “End of the World”, sonando impolutos y consistentes. Eso sí, en bandas con tanto peso de los synths, resulta inexplicable que los teclados estén disparados y no defendidos por alguien de carne y hueso.
Mammoth WVH fueron los siguientes en pisar las tablas de uno de los escenarios principales, para que Wolfgang Van Halen, junto a sus cualificados acompañantes, dejara bien patente que, para él, haber crecido rodeado de música rock ha sido un valor añadido para manufacturar grandes canciones y defenderlas con exquisitez sobre un escenario. “Mammoth”, “Mr. Ed” o “Don’t Back Down” coexistieron con los dos adelantos hasta ahora conocidos de su próximo disco, “Like a Pastime” y “Another Celebration at the End of the World”. Me da a mí que pronto cambiará las mañanas de los festivales por las tardes, por lo menos.
Las coincidencias de grandes bandas en un festival de este calado son constantes, por lo que radiografiarlo entero en esta crónica sería poco menos que quimérico. Sí que estuvimos presentes, al tiempo que el hijo de Eddie Van Halen hacia magia en la zona principal del evento, en la Metal Dome, segunda carpa en orden de importancia, donde los británicos Haken desplegaban un metal progresivo de altos vuelos de la mano de temas densos, complejos y muy finamente interpretados como “Taurus”, “Sempiternal Beings”, “Prosthetic” o “The Architect”.
Son excepcionales en directo, y lograron embelesarnos con esos giros de guion inesperados y esos ritmos indescifrables que, sin embargo, resultan cautivadores tanto para los avezados del pentagrama como para quienes no pasan del do-re-mi-fa-sol-la-sí.
De vuelta en los escenarios principales, el metalcore regado de post-metal por parte de los canadienses Spiritbox, que sonaron robustos y atinados como si un metrónomo los hubiera engendrado al principio de los tiempos, dio paso a una celebridad de esas que de haber venido junto a su banda habría ocupado uno de los escalafones más golosos del cartel. Hablamos de Tom Morello, insigne guitarrista de Rage Against the Machine, que con sus sonoridades peculiares e intransferibles adhirió al público a su propuesta de manera rotunda e irremisible.
Siempre reivindicativo, desde su atuendo repleto de referencias revolucionarias hasta la canción que empleó como intro, “Manifiesto” de Víctor Jara, Morello se empleó a fondo en temas como “One Man Revolution”, versión de The Nightwatchman, o “Let’s Get the Party Started”, grabada originalmente junto a Bring Me the Horizon.
A Eddie Van Halen le dedicó “Secretariat”, sucedida de un largo popurrí de temazos de RATM como “Bombtrack”, “Know your Enemy”, “Bulls On Parade” o “Guerrilla Radio”, antes de acordarse de su época con Audioslave al ritmo de “Like a Stone” y de lanzar un guiño a Jimi Hendrix parafraseando “Voodoo Child”.
Tras “Lightning Over Mexico” y “Vigilante Nocturno”, llegó la traca final que hizo del de Tom Morello uno de los shows más especiales de la primera jornada, pues para “Interstate 80” contó nada menos que con Slash, quien se lució a la guitarra en un duelo sideral con Morello horas antes del concierto de Guns N’ Roses que cerraría la jornada.
Después vino “Killing in the Name”, clásico de RATM cuya voz le cedió a un público entusiasta, y una estupenda versión de “Power to the People” (John Lennon) con el sello inconfundible de un guitarrista que quizá no sea un académico de primera, pero que tiene un porte y un carácter propio que lo hacen único.
Seguíamos para bingo y cambiábamos el escenario derecho por el izquierdo para sumergirnos en la magia sinfónica de Epica, cuyo pueblo de origen, por cierto, no dista mucho de Dessel. Los neerlandeses resultaron tan maravillosos como acostumbran desde que, a la sombra de una escenografía vistosa con una especie de dragones que escupían fuego, abrieron la lata con “Abyss of Time – Countdown to Singularity”, para continuar luego con “The Essence of Silence”, “Unchain Utopia” y una “Martyr of the Free World” alucinante que nos recordaron que hacía tiempo que no tocaban.
Más prescindibles, teniendo en cuenta la duración del show, se nos antojaron “The Final Lullaby” y “Code of Life”, en cuyo lugar seguro que podrían haber incrustado piezas de mayor alcurnia, si bien “Beyond the Matrix” hizo saltar a todo el mundo con una Simone Simons entregadísima, con las cervicales en plena forma para unos headbangins que ni el bajista de Napalm Death.
El pirotécnico espectáculo, en el que también concurrieron bailarinas con números de fuego, llegó a su fin con la inmensa, insuperable, increíble “Consign to Oblivion”, en la que las voces guturales de Mark Jansen nos abrasaron más que la forja de Hefesto. Concierto sobresaliente, sí, pero con un repertorio discutible.
Si existe el elixir de la eterna juventud, Jacoby Shaddix, el alma máter de Papa Roach, se tuvo que colar en la bodega secreta donde lo fabrican hace algunos años y beberse tres o cuatro barriles enteros, porque parece increíble que preserve esa vitalidad, ese tremendo estado de forma y una no menos anonadante condición vocal tras cerca de tres décadas en la trinchera. Vale, tiene 47 años, no es tan mayor, pero es que aparenta quince menos en todos los sentidos.
No por esperado es menos reseñable que el de Papa Roach fue un conciertazo en toda regla. Intensos, emocionantes y con una ejecución que rozó la perfección, arrancaron con “Kill the Noise” y “Getting Away with Murder”, para ponernos los pelos de punta con la conmovedora y penetrante “Help”, uno de los puntos álgidos de su actuación. Una semblanza entre “Blood Brothers” y “Dead Call” nos retrotrajo a su época más nu-metalera, con más versos rapeados, terrenos que particularmente nos convencen menos que cuando se adentran triunfantes por el rock alternativo más melódico.
Un sentido homenaje a Keith Flint, fallecido vocalista de The Prodigy, llegó con una fenomenal cover de “Firestarter”, sucedida por “…To Be Loved”, con alusiones al “Blizkrieg Bop” de Ramones, tal vez el tema más versionado de todo el festival. “Scars”, “No apologies”, “Between Angels and Insects” o “Born for Greatness” fueron otros hitos que nos hicieron vibrar antes de culminar en la cumbre con la imprescindible “Last Resort”, cantada a coro por las miles de personas congregadas.
Parcialmente solapado con el show de Papa Roach se llevaba a cabo la actuación de los suecos Evergrey, uno de esos grupos que siempre parece que merecen más y que tienen una buena cantidad de acólitos, sí, pero sin llegar, tal vez, a la masividad que su acreditadísima calidad merecen. En el Metal Dome, hicieron volar al personal con grandes piezas de metal melódico escorado al progresivo como “Save Us”, “Where August Mourn”, “A touch of Blessing” o “King of Errors”, que sonaron de auténtico lujo, con ese halo de punzante emocionalidad que acostumbran a proyectar.
La gran representación extrema del día en los escenarios principales fue obra y gracia de los maestros suecos del death metal melódico Arch Enemy, que parecen no conocer techo y que, al contrario de lo que no pocos temías tras la salida de Angela Gossow hace aproximadamente una década, han seguido creciendo más y más con Alissa White-Gluz al frente.
La canadiense tal vez no sea tan enfática con la audiencia como lo era su predecesora, pero es, con todo el mérito del mundo, una de las cantantes más rotundas e infalibles de la escena. Por no hablar de la consabida genialidad de los músicos que la flanquean, en particular la de ese fulminante dúo de guitarristas Michael Amott, el peleón y siempre firme miembro fundador (único restante junto con el batería Daniel Erlandsson), y el norteamericano Jeff Loomis, un virtuoso superlativo que tras dejar atrás Nevermore sigue alucinándonos con su habilidad a las seis cuerdas.
El repertorio de Arch Enemy estuvo muy orientado, tal vez en exceso para un festival, a su aclamado último álbum, ‘Deceivers’, del que cayeron cinco cortes: la inaugural “Deceiver, Deceiver”, una muy agresiva “Handshake With Hell”, las monumentales “Handshake of Mirrors” y “Sunset Over the Empire”, y “The Watcher”. No faltaron, eso sí, ineludibles como “War Eternal” o la profunda “The Eagle Flies Alone”, en la que Alissa nos demostró que cada vez canta mejor en tonos limpios, y los fans de la vieja escuela pudimos también deleitarnos con “My Apocalypse” o “Nemesis”, esta última como broche de oro a una actuación impecable en lo musical, robusta como un mazo de hierro y, eso sí, tal vez algo mecánica.
Otros que parecen estar en un estado de gracia permanente son Alter Bridge, más profetas en el continente europeo que en el americano, de donde son oriundos, al contrario, paradójicamente, que su banda precursora, Creed, cuyo regreso parece estar más cerca que nunca.
El cuarteto comandado por Myles Kennedy y Mark Tremonti se plantó ante decenas de miles de personas con la confianza y la certidumbre de saber que sus engranajes están engrasados a la perfección y que sus shows en vivo funcionan con la precisión de un reloj suizo.
“Silver Tongue” empezó a hacernos levitar antes de que “Addicted to Pain” sembrara una catarsis que ya no decaería en todo el show, proseguido con “Ghost of Days Gone By”, la exuberante “Cry of Achiles”, “Come to Life” o esa “Sin After Sin” cuyos movimientos de guitarra atrapan a cualquiera, y es que menudos son Tremonti y Kennedy a las seis cuerdas.
Su nivel es apabullante, excepcional siempre, y el segundo sigue conservando unas cualidades vocales al alcance de muy pocos privilegiados. Es verdad, no es el frontman más efusivo, aunque sí estuvo agradecido y mencionó con cariño a algunas de las bandas concurrentes aquel día, pero da gusto escucharlo cantar llegando a todos los tonos con pasmosa facilidad en la exigente y profunda “Blackbird”. “Isolation”, la señaladísima “Metalingus” y “Rise today” pusieron la traca final a un magnífico concierto.
La amplísima zona de los escenarios principales, flanqueada por innumerables barras a las que se accedía con gran facilidad (gran comodidad siempre la de Graspop, pese a algunas dificultades iniciales con el recién estrenado sistema cashless) y puestos de comida a precios, digamos, superiores a los del Mercadona, lucía un aspecto espléndido en los albores del concierto de los esperadísimos Ghost.
Lo maravilloso del festival belga es que, por mucha afluencia que reúna un concierto, se puede ver y escuchar más que razonablemente bien y sin agobios. Lo dicho, un festival cómodo, agradable a más no poder, tal vez el que más entre los que reúnen concurrencias parecidas. Las cosas bien hechas, con sus peros a veces ineludibles, bien hechas están.
La emoción emergía de cada poro de nuestra piel cuando sobre la absorbente escenografía catedralicia de la siempre misteriosa banda liderada por el ya no tan misterioso Tobias Forge caía a plomo la intro “Imperium”, sucedida por la vibrante “Kaisarion”, arranque estelar de su glorioso último elepé, el venerado ‘Impera’ que ha terminado por situar al combo sueco en la cúspide absoluta del panorama del rock internacional.
Acompañado por un buen puñado de músicos y músicas enmascarados que ejecutaron con perfeccionismo cada una de las canciones (qué incómodo tiene que ser ese atuendo para tocar), incluidos dos teclistas, coristas y guitarristas de gran nivel, Forge desplegó su infranqueable carisma y su inconfundible tono de voz en “Rats”, “Faith” y la irresistible “Spillways”, temazos de hard rock con una inspiración melódica y un atractivo infinitos.
Muy pronto cayó un clásico como “Cirice”, seguida de otro himno que, aunque más reciente, ya se puede considerar ilustre como es “Hunter’s Moon”, delicia absoluta que es todo un privilegio paladear en directo. “Watcher in the Sky” es uno de los cortes de ‘Impera’ que se quedó fuera del repertorio en la primera tanda de shows, y sonó potente y convincente antes de que la atmosférica y tétrica “Year Zero” nos sumiese en la satánica oscuridad de una banda que ha sabido jugar con el claroscuro a las mil maravillas, denunciando con sarcasmo la hipocresía de la Iglesia y atravesando la oscuridad para cautivar con temas de lo más luminoso y accesible.
Uno de los puntos álgidos del show llegó con la excepcional instrumental “Miasma”, en la que de una especie de ataúd transportado por colaboradores de la banda salió el inquietante Papa Nihil que, tras agarrar del cuello al pobre sujeto que abrió la caja, se marcó un maravilloso solo de saxofón.
Acto seguido, casi lloramos de la emoción que desbordaba “Mary on a Cross”, que ya es su canción más popular y que con ese aire a Abba resulta del todo irresistible, para después dejarnos la garganta en “Mummy Dust”, en la que la voz de Forge se tornó agreste y gutural con gran solvencia, en contraste con la ducha de confeti blanco que recibimos; la divertida “Kiss the Go-Goat” y esa “Dance Macabre” que constituye una pieza de hard rock más redonda que el sol.
El final, demasiado pronto y sin ninguna alusión a su último EP, ‘Phantomime’ (¡se dejaron fuera “Jesus He Knows Me” de Genesis y aún lloramos por ello!), llegó con la irrenunciable “Square Hammer”, poniendo la guinda a otro concierto a la altura de una de las mayores estrellas del rock de nuestros días.
Todas las incógnitas estaban abiertas antes del concierto de Guns N’ Roses, cuya duración iba a ser de tres horas. Soy de la opinión de que un show así a última hora de un largo día de festival es capaz de aplatanar hasta al más entusiasta, y además el listón estaba muy alto tras un show de Ghost que, con su hora y cuarto, se hizo excesivamente corto para lo ofertado en escena.
¿Tendríamos al menos un conciertazo a la altura del legado, la estrella, la indudable relevancia como una de las bandas más ilustres y que más huella han dejado en la música contemporánea en general y en la historia del hard rock en particular? Os haremos el spoiling: no.
Y es un no rotundo con un único señalado, sintiéndolo en el alma: Axl Rose. Entendemos que un concierto de más de tres horas cada tres días es exigente para cualquiera, pero si ese ritmo deteriora tanto las cualidades vocales de un cantante con el pedigrí de Axl, ¿cuál es el motivo por el que seguirlo? ¿Es por dinero acaso? A estas alturas, no parece verosímil. Y no le encontramos una explicación.
Venían de actuar en Madrid el 9 de junio y en Vigo el 12 de junio, y eran cerca de las diez de la noche del 15 de junio cuando saltaron a escena con “It’s So Easy”, en la que la garganta de Axl se asemejaba más a la de un cantante de punk que a la que todos tenemos en la memoria de aquel irremplazable ‘Appetite for Destruction’ que encumbró al conjunto californiano al Olimpo del rock.
Con altibajos, prosiguieron con “Bad Obsession”, “Chinese Democracy” “Slither”, original de Velvet Revolver; y “Reckless Life”, todas con un Axl muy forzado, con algún destello de lo que se esperaba de él pero con muchos momentos en los que su voz iba para todos los lados menos para el que tenía que ir. Salvo cuando cantaba muy grave o exprimía sus agudos, sonaba vulnerable, fallida, a veces hasta desagradable.
Ni que decir tiene que el resto de la banda estaba en otra liga totalmente distinta, en la Champions, si se me permite el símil futbolístico, de la interpretación, con un Slash al que es una gozada escucharlo tocar cada punteo, cada solo; un Duff McKagan cuyo bajo se distinguía de maravilla y que blande una solidez acorde con su leyenda y un Richard Fortus que tampoco es precisamente manco a las seis cuerdas. Era como si el delantero de mi bien amada Cultural y Deportiva Leonesa jugase junto a la plana mayor del Real Madrid una final de la Liga de Campeones.
Es verdad, nos emocionamos mucho cuando hicieron sonar una versión de “Walk All Over You” de AC/DC a nuestro juicio muy acertada, himno de los australianos que nos devolvió a la época en la que Axl Rose sustituyó a Brian Johnson. Y tal vez por preservar aquel grato recuerdo, el rubio vocalista la defendió con aceptable dignidad en tonos muy agudos, dignidad que, a nuestro humilde juicio, se desvaneció como una nube de tormenta en “Welcome to the Jungle”, himno apetecible donde los haya pero muy deficientemente defendido por el vocalista nacido en Indiana en 1962, quien se dirigía a la audiencia de cuando en cuando en un tono tan solemne que a veces se antojaba inaudible.
“Estranged”, “Double Talkin’ Jive’, la más novedosa y bastante áspera “Hard Skool” y “Pretty Tied Up” dieron paso a una retahíla de versiones compuesta por “Live and Let Die” (Wings), “Down on the Farm” (UK Subs) y “T.V. Eye” (The Stooges), esta última con Duff McKagan dejando huella a las voces principales, entre las que se coló “You Could Be Mine”.
El kilométrico repertorio siguió su curso con “Anything Goes”, “Absurd”, “Rocket Queen”, “This I Love” y una “Civil War” que a pesar de los pesares siempre es y será emocionante, y en la que la bandera ucraniana lució en la pantalla principal del escenario en solidaridad con aquel país destrozado por la incompasiva invasión del régimen ruso. En ella, por cierto, Slash lució, como en otras tantas veces a lo largo del show, una preciosa guitarra de dos mástiles, también para parafrasear el “Voodoo Child” de Jimi Hendrix a su conclusión y marcarse después un intenso solo.
En una demostración del sobresaliente músico que reside en su interior, Axl Rose se sentó al piano para exprimir su alma en “November Rain”, que dio paso a “Locomotive” y una "Knockin’ on Heaven’s Door” (Bob Dylan) alargada hasta la extenuación, en la que el frontman hizo cantar el estribillo una y treinta o cuarenta veces a los presentes. Eso sí, los solos de Slash y de Fortus fueron encomiables en ella y nos transportaron a uno de los momentos más excitantes del show, excitación que se golpeó de bruces contra el suelo al son de una “Nightrain” en la que, de verdad, Axl Rose estuvo horripilante como poco.
Buena parte del público había ido emprendiendo su marcha cuando Axl silbaba al comienzo de “Patience”, tal vez porque la paciencia de muchos se había agotado, era tarde, eran ya muchas horas y aquello no iba a más. De hecho, no era difícil acercarse a las primeras filas para contemplar de cerca el final de show con la siempre electrificante “Paradise City”, en la que de nuevo disfrutamos de lo lindo con el porte y la brillantez de Slash y deseamos con honestidad que Axl se recuperase para los shows venideros. Si no se puede hacer tanto, que sean más selectivos. No parece que el dinero sea un problema.
Durante el show de Guns N' Roses, por cierto, Cradle of Filth descargaba en la mayor de las carpas, el Marquee Stage, su particular visión del metal extremo con un Dani Filth siempre particular en su alquitranado chorro vocal y con esos agudos emergidos directos del averno completamente intactos. Los británicos reunieron a un nada desdeñable número de seguidores ante temas como "Heaven Torn Asunded", "She Is A Fire" o una "Nymphetamine (Fix)" que fue muy bien recibida, con la valiosa aportación de su teclista Zoe Maire Federoff a las cristalinas voces femeninas. También nos acercamos por el show de As I Lay Dying en el Jupiler Stage, el quinto y más modesto escenario de todos, a quienes el sonido no les hizo justicia habida cuenta de la intensidad desplegada.
Concluyó así la primera jornada de Graspop Metal Meeting. Atento/a a las siguientes crónicas en las que, paulatinamente, iremos desglosando lo más granado de un evento que, como cada año, fue uno de los más importantes del panorama del rock y metal a nivel mundial.
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7 comentarios
Extenso resumen hacia las curradas descargas del Jueves que se marcaron grandes bandas como una que me encanta como son ALTER BRIDGE junto a los suecos GHOST, EPICA, BEAST IN BLACK o los metaleros ARCH ENEMY. La decepción del Jueves como ponia por aquí fueron "Guns And Roses".
De verdad que importantes tus acotaciones,sin ellas yo no entendería muchas cosas de los artículos que aquí se publican! nunca dejes de aclarar nuestras mentes!
Que jodidos son, Axl Rose está en mejor forma física y llegando a notas altas y mejor capacidad para mantenerlas, se ha mostrado más cercano con sus fans, incluyeron temas a su setlist, se escuchó el ensayo de un nuevo tema. Si no tienen "Patience" mejor envíen a otra persona a cubrir a una banda leyenda.
Es cierto que Axl Rose está más en forma y más simpático que nunca, pero también que no canto un pimiento en el graspop y estuvo cerca del ridículo.
Gallos continuos, no llega en los altos y se cargo varías canciones, Estropea el trabajo de toda la banda.
También es cierto que por pundonor no le ponen una pista vocal por debajo simplemente le ayudan con los coros...
En fin no sé cómo estuvo en Madrid o en vigo pero en el graspop fue una pena y muy acertado el cronista aunque habiendo ido por primera vez a este festival tras 5 hellfest echo de menos alguna crítica al festival sobre todo el primer día no todo fue de color de rosa.
Un saludo
Sí señor. Parece que estos señores han visto otro concierto. Estuvo brutal.
Inepto de mierda el redactor. No sé ni su nombre ni me importa. Hace falta ser muy inútil en tu trabajo para hacer semejante artículo.
Bueno, realmente lo que le pasa es que tendrá un grupucho y la envidia es muy mala contra una banda como GUNS AND ROSES que triunfa en cada pequeño sitio del mundo . América, Asia, Europa, Oceania...en casa sitio del mundo aman a GUNS N'ROSES. Al pseudo redactor éste...donde le conocen? Pobre hombre
Aupa Cultu!!!