Crónicas
Gluecifer y The Good, The Bad and The Zugly en Bilbao: Guerra relámpago
«Con esa dosis de objetividad que proporcionan los días venideros, llegamos a la conclusión de que su guerra relámpago se había tornado realmente devastadora, una locomotora capaz de arrollar a cualquier alma dubitativa, pese al frenazo en seco que metieron cerca del final.»
17 noviembre 2022
Sala Santana 27, Bilbao
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Si un servidor realmente se identifica con algún estilo o subgénero ese sería el hard rock punkarra escandinavo, por lo que reverenciamos al extremo a la santa trinidad del mástil levantado compuesta por The Hellacopters, Turbonegro y Gluecifer. Y como si se tratara de los misterios de Fátima, cada banda nos legó una enseñanza, los primeros nos enseñaron que el poso vintage no está reñido con la contundencia, los segundos, que a veces es necesaria una patada en los huevos para despertar, y los terceros, que la aristocracia no se otorga por nacimiento, sino por méritos propios.
Los autoproclamados “reyes del rock” congregaron a una nutrida multitud en la bilbaína sala Santana 27 para una de esas eucaristías en la que también habría malditas palmas, aunque no verbeneras y reducidas a la mínima expresión. La anterior vez que habíamos coincidido con los noruegos fue en el Azkena del 2018 y todavía se nos pone la piel de gallina al recordarlo.
En esta ocasión Biff Malibu y compañía vendrían acompañados por unos teloneros tan competentes como The Good, The Bad and The Zugly, grupo paralelo del actual vocalista de Kvelertak que desde luego se dejó la piel en escena con su hardcore punk frenético en la línea de Refused y los santos escandinavos antes mencionados. “Nostradumbass” demostró que eran un auténtico cañón en las distancias cortas y que las enseñanzas del apóstol Nicke Andersson habían calado hondo. Todo un chute de adrenalina.
El listón estaba ya alto, por lo que Gluecifer tampoco perdieron al tiempo y arrancaron a degüello con un inapelable “Get The Horn”, que puso al personal en ebullición de un plumazo. Para cuando llegaron al himno “I Got War”, aquello era ya un campo de batalla con voces a pulmón por doquier y una parroquia entregada por completo a los monarcas de Oslo.
Tal vez su pinta no fuera tan epatante como la de sus compatriotas Turbonegro, pero de actitud andaban bastante sobrados. Era escuchar un temazo como “Go Away Man” y se disipaban la mayoría de los males, que esa noche tampoco fueron muchos. Bueno, a la vuelta nos encontramos con el afable Ricky de Runaway Lovers y nos dijo que había echado en falta un sonido más robusto, y lo cierto es que si nos poníamos exquisitos en ese aspecto, seguramente tenía razón.
A nosotros eso nos daba un poco igual mientras pudiéramos dejarnos la garganta con una piedra angular como “Put Me on a Plate”, que sin duda se tornó uno de los momentos estelares del show. A un servidor es que casi se le saltan las lágrimas al toparse con recitales incendiarios a lo Ramones en los que va todo a velocidad de vértigo, no hay brasas innecesarias y lo que se escucha sobre las tablas no está ahí para desarrollar una tesis o un tratado filosófico. “Brutus” encarna a la perfección esta idea, te deja con el culo torcido y no hace falta decir más. Si es que eso de intelectualizar la mayoría de cosas, a menudo las estropea.
Mantuvieron el dinamismo con “Automatic Thrill” y “Take It”, más munición para que no decayera la fiesta, mientras que “Here Come the Pigs” bajó un poco las revoluciones, por lo menos para tomar aire. Se pusieron sentimentales al recordar al añorado Kike Turmix, uno de los grandes responsables en propagar la fe escandinava por nuestro país, y le dedicaron el clásico “Do Anything You Wanna Do” de Eddie and the Hot Rods. Muy típica en el rollo, anda que no hubiera molado más “Teenage Depression”, “Telephone Girl” o cualquier otra de la mítica banda de pub rock.
El arsenal de Gluecifer reservaba todavía sorpresas como “Reversed”, con punteos de esos de subirse a una mesa y pillar escoba o cualquier palo alargado. No era de extrañar que el propio Captain Poon se encaramara a los monitores durante un breve instante. “Bossheaded” nos confirmaba que el repertorio no poseía mácula alguna, al igual que ese “Easy Living” en el que se recrearon en el pegadizo estribillo.
Jodieron el subidón estirando cual chicle “Black Book Lodge”, donde condescendieron con esa tediosa costumbre de las palmas, a ver si se dan cuenta ciertos artistas de que los asistentes a conciertos no estamos para agacharnos ni otros trucos de circo barato. Diría que esto fue lo único malo de la noche, pues cortó el rollo de una manera brutal.
Menos mal que regresaron para unos bises muy dignos con un “Desolate City” para terminar de desgañitarse y convertir a posibles infieles al culto. Los líquidos derramados en el lanzamiento de katxis producto de la emoción podrían servir para bautizar.
La ceremonia había alcanzado de nuevo el cénit y las huestes del voceras Biff Malibu lo aprovecharon enlazando un “Nice Boys” de Rose Tattoo que les quedó muy aguerrido y que se clavó a la mollera hasta el punto de que en cuanto salimos del recinto pensábamos que aquello había sido el concierto del siglo.
Con esa dosis de objetividad que proporcionan los días venideros, llegamos a la conclusión de que su guerra relámpago se había tornado realmente devastadora, una locomotora capaz de arrollar a cualquier alma dubitativa, pese al frenazo en seco que metieron cerca del final. Por fortuna, supieron mirar al horizonte y pegarse una acelerada que ni el DeLorean de ‘Regreso al futuro’. Que vuelvan cuanto antes.
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1 comentario
Cojonudo resumen hacia la cañera descarga que se marcaron los suecos CLUECIFER en la Santana bilbaina a base del mejor Punk Rock a la escandinava.