Crónicas

Ciclonautas: ¿Estamos bien? ¡Estamos a gusto!

«Como músico frustrado (¿qué es un comentarista sino un opinador que no sabe hacer aquello de lo que habla?), a veces me siento aliviado por no tener que ponerme en la piel de aquellos grupos de larga trayectoria que deben volverse locos para elegir el setlist de sus conciertos entre cientos de canciones. Espero que Ciclonautas sigan muchos años y que se tengan que ver en esas.»

19 junio 2021

Sala Apolo, Barcelona

Texto: Quim Heras Fotos: Marc Tomàs Gimó

Tanta soberbia el hombre y no sirve más que para juntar moscas”, sentenció Borges. Hay quien, por su parte, opina que el hombre, ya como colectivo y no como individuo, saldrá reforzado de estos tiempos de pandemia. Que si reaccionaremos, que si cambiaremos, que si disfrutaremos más de las pequeñas cosas, que si empezaremos a querernos mejor, que si blablablá, que si bribribliblí. Yo creo que mujeres y hombres, en conjunto, como especie, aprendemos más bien poco; y que en dos días mal contados seremos el mismo género animal gilipollas (capaz de individualidades extraordinarias, eso sí).

 

Por suerte, aún no hemos llegado a la fase de desmemoria colectiva y tenemos algunos y algunas la suerte de poder asistir a catarsis colectivas sanadoras como la vivida, con la mejor actitud y predisposición tanto de la organización (atención y consumición incluidas para la prensa, válgame Dio), como del público (a excepción de un grupúsculo desfasado y algo porculero antes ya, intuyo, de entrar a la sala Apolo), como de los músicos (divertidos, entregados e inspirados), durante la presentación en directo del último disco del que muchos conocemos como “el proyecto en paralelo del batería de Marea”, aunque en realidad es mucho más, por supuesto: Ciclonautas.

“Hi ha ganes d’esbarjo”, que decimos en catalán (coged un diccionario o acudid a San Google, no me seáis fundamentalistas lingüísticos). Hay ganas de encuentros sociales, hay ganas de conciertos y hay muchas ganas de rock ‘n’ roll. Tanto es así que hasta Mai Medina, esforzado voceras, delicioso guitarrista, y ácido showman de la banda, no pudo evitar fijarse y hacer referencia a “la cantidad de remeras negras” que vestían los asistentes. De hecho, Marc Tomás, recién desvirgado (con esta misma crónica) como fotógrafo de conciertos, y el que esto escribe, durante el refrigerio previo al acceso al recinto, nos preguntamos si no habría algún acto en el cercano y también mítico Hell Awaits. Tanto jeviata eso hacía suponer.

Pero no. Los heavies tienen tanto hambre de directo que quizás no se veía tanta melena masculina en un concierto de stoner rock desde que Kyuss congregara a propios y extraños. Dos terceras partes del aforo, que a su vez se quedó en unas dos terceras partes de las 350 sillas preparadas para el evento, estaban copadas por metaleros de pro. El deje cañero de algunas partes de la discografía del grupo tuvo también, a buen seguro, algo que ver.

Pareciera que la banda hispano-argentina, de cara a esta vuelta a la palestra musical, hubiera vestido el diseño gráfico de su último disco (‘Camping del Hastío’, 2021), así como su austera pero llamativa escenografía (bandera con el reconocible sacacorchos de su primer disco y los cuervos del mencionado camping del nuevo incluida) acorde con los tonos rojizos de la sala principal del Apolo, especialmente con los de las 4 lámparas art déco que coronan dicho espacio.

Estábamos en esas pajaradas (nunca mejor dicho) cuando, con escasamente 15 minutos de retraso respecto a la hora prevista, una nana instrumental, ejecutada por un órgano y con un fondo de ruido de niños jugando, acompañó el posicionamiento de los músicos, a los que se recibió como bien merecen, en sus respectivos puestos sobre las tablas.

Como músico frustrado (¿qué es un comentarista sino un opinador que no sabe hacer aquello de lo que habla?), a veces me siento aliviado por no tener que ponerme en la piel de aquellos grupos de larga trayectoria que deben volverse locos para elegir el setlist de sus conciertos entre cientos de canciones. Espero que Ciclonautas sigan muchos años y que se tengan que ver en esas. Pero de momento, es posible que agradezcan poder incluir en su repertorio, como fue el caso, todas las canciones del que es su tercer esfuerzo discográfico, y abrir el show con nada más y nada menos que cuatro de esos temas.

“El Sol” (que también abre el último redondo), muestra de ese rock sureño tan reconocible, sirvió para que todos nos acomodáramos y para que este cronista se sorprendiera al ver que gran parte del público ya conoce bien las nuevas canciones. Con “Abrazado a un misil”, de inspirados riffs, comenzaron las palmas y los movimientos cervicales; “Deseo”, una power ballad de libro y con un mini solazo, sonó tremenda; y “Bombo Sicario” acabó, además de llevarnos en volandas hacia la inmersión total en el show, de formar en mi cabeza algunas consideraciones.

Ciclonautas tienen una fórmula esencial de la que se mueven más bien poco. Sus canciones suelen seguir una estructura consistente en un inicio suave, un crescendo más o menos potente y unos estribillos coreables y, como el resto de las letras, de temática interpretable y en ocasiones críptica. Pero ay, amigos, en este caso lo dicho, que pudiera sonar a reproche o a inconveniente, es virtud esencial. Estos chicos no necesitan más. No veo al grupo incluyendo algún día una sección de vientos, o marcándose un disco experimental, o cambiando la formación.

Lo suyo es lo que es y con eso van (y vamos) sobrados. Porque la personalísima voz de “El uruguayo” (qué cabrones somos a veces), su maestría con las 6 cuerdas, la manera de tocar, muy blusera y sensitiva de Txo (Javier Pintor), quien disfruta acariciando (o aporreando, según lo que haga falta) el mástil y las cuerdas de su bajo, y las más que demostradas solvencia y compromiso de Alén Ayerdi tras los parches, dotan al grupo de una personalidad y de un factor diferencial que hace que gusten (y mucho) sin necesidad ni de grandes virtuosismos ni de innecesarias vueltas de tuerca.

La velada siguió con “Fantasma del Ocaso” (‘Bienvenidos los Muertos’, 2015.), durante la cual Mai tuvo que lidiar con una cuerda algo desafinada que no dejaría de porculear en todo el bolo y con una cejilla-catalejo para el slide del solo. En “Loca” (Qué Tal?, 2014.) irrumpió un grupo de adolescentes que seguramente se equivocaron de sala. No tardaron en marcharse, a lo que el argentino no dudó en despedirles deseando que se fueran “porque quieren fumar, consumir o hacer sexo”.

La cosa continuó con “Agua va” y su sonido casi metalero, Ayerdi empezó en este punto a quejarse del calor del escenario, y “Eterno Aprendiz”, que incluye un curioso acelerón con arpegio de guitarra antes de volver a coquetear en su final con el hard rock. “Kamikaze del nido” es un clásico que me llevó a preguntarme (porque en su versión de estudio colabora el maestro) cuándo Roberto Iniesta anunciará gira de presentación del estratosférico ‘Mayéutica’ ¿Tal vez cuando Ciclonautas terminen la suya? No olvidemos que Alén es el mánager de Robe.

Quisiera comentar en este punto de la crónica que, aprovechando mi condición de periodista, y para descansar la vista del acto de escribir sin apenas luz en mi libretita de anotaciones, tuve la ocasión de moverme por distintas partes del recinto (no así para el público en general, debido a las limitaciones de las medidas por el Covid) y que me extrañaría mucho que no se haya quejado alguien del deficiente sonido de las primeras filas, en especial en los laterales. No sé en qué cabeza cabe situar a gente sentada justo encima de los altavoces (supongo que a aquella que pretende compensar el aforo limitado a costa del disfrute ajeno), pero fue un error (o una negligencia) que yo, personalmente, de haber sido damnificado por la decisión, hubiera hecho constar a la organización.

Cabe decir, sin embargo, que había filas vacías en la parte trasera en las que el sonido era delicioso, y que tal vez hubo gente que prefirió mirar y oler a los músicos en lugar de gozar de su arte en condiciones. No lo sé. Que cada palo aguante su vela.

El tramo principal del concierto siguió y terminó con “Dele al play”, precedida por una reflexión de Medina, que como trasandino sabe bien de qué habla: “Es preferible el psiquiatra al psicólogo, se lo aseguro”. “Camping del Hastío” y “Que corra el aire” fueron minutos que aproveché para escaparme a por mi dosis de nicotina (discúlpenme, pero soy muy adicto y más bien poco profesional); mientras que en “El ombligo” la voz principal empezó a dar muestras de resentimiento y cansancio. Y en “Tristes corazones”, a pesar de sonar como un trueno, la petición de ayuda vocal fue explícita.

Ciclonautas, con la formación más básica dentro del rock duro (el trío), demuestran que no hacen falta grandes alardes ni medios para dar una clase de ídem. Sin cambiar de guitarra sonaron ambientes muy diferentes; el bajo fluctuó entre la definición, la limpieza, la distorsión y la agresividad. La configuración del kit de batería (que, por cierto, lucía en el frontal el logotipo del grupo, sí, pero también el de Marea en un lateral) permitía gozar de brakes inspiradores o juegos de platillos creativos.

Cualquiera que haya asistido a un número considerable de directos sabrá que los tiempos que público y el grupo manejan son diferentes y siguen sus propios ciclos (por eso hay momentos realmente mágicos: cuando coinciden y todos se fusionan en una especie de ente multitudinario). No es lo mismo estar tocando, con la exigencia física que eso conlleva, a estar intentando disfrutar, con el equilibrio entre abstracción del mundo exterior y atención a lo que sucede a tu alrededor que eso pide. Al llegar el falso final, estaba claro que el grupo estaba exhausto (el calor ya citado no debió ayudarles en absoluto) y que, el público, en cambio, estaba en su mejor momento y tenía ganas de más. Por eso, más que nunca, se agradecieron los bises y el sobreesfuerzo que hicieron los intérpretes (especialmente el de la voz de cazalla) para que estos fueran memorables.

En mi opinión, “Matando al suicida”, con su dulzura pseudopop, fue uno de los grandes momentos del día, al igual que la actitud de todos los presentes fue acojonante durante “Bienvenidos los muertos”. La coyuntura más especial de la fiesta llegó cuando el respetable se puso en pie (manteniendo las distancias, al menos entre grupos) para celebrar “Los hermanos”, y qué decir de lo vivido durante la apoteosis final con “Qué tal?”. Tal vez contestar con las palabras que el propio Medina repitió varias veces a lo largo de lo que terminó siendo noche, pero convirtiendo la segunda parte de su pregunta en una afirmación por nuestra parte. “¿Estamos bien? ¡Estamos a gusto!” Poco más se puede pedir.

*Me pide Marc, que además de colaborador es amigo (y es por eso que cumplo su deseo) que agradezca, sin un ápice de cinismo o sarcasmo, a otro fotógrafo presente en la sala que le hizo ver que llevaba “el objetivo algo sucio”. Si no fuera por los sabios consejos de algunos... Y también, y esta vez sin una pizca de falsa honestidad, que haga lo propio con la oportunidad brindada por la familia de MariskalRock.

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Esta entrada fue escrita por Redacción

1 comentario

  • Juandie dice:

    Otro gran concierto por parte de una de nuestras mejores bandas como son CICLONAUTAS presentando su nueva placa de estudio en una de las mejores salas de la ciudad condal.

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